jueves, 16 de julio de 2015

En la vida no hay que buscar la felicidad sino evitar el dolor

He visto la desesperación de una madre al perder a su hijo y la desesperación de un hijo al perder a su madre. He comprendido la idea de que quien da vida da muerte y que la vida y la muerte engendran dolor. Al evitar dar vida le evito a mi hijo el dolor de verme morir, al evitar dar vida me evito el dolor de perder a un hijo.
Los viajes no curan los dolores del alma, por más que cambiemos de lugar siempre estaremos condenados a viajar con nosotros mismos, nuestros hijos nos harán olvidar un poco el vacío que han llenado pero es preferible viajar en la búsqueda del propio yo, vivir la vida como un eterno viaje hacia adentro, en la plenitud que nos brinda la soledad vivida a voluntad, que viajar en grupo buscando olvidar el dolor de vivir sin saber cuál es el sentido de la vida.
Más vale un perro vivo que un rey muerto. Estamos condenados a no recordar nuestras vidas pasadas pero a veces tenemos la certeza de que hemos vivido antes, la vida no tiene sentido, estamos condenados a vivir en la ignorancia, la ciencia no ha resuelto las grandes preguntas, al contrario, nos ha distraído de lo realmente importante y, sin embargo, al ser la vida lo único que tenemos, al ser el tiempo y el espacio las únicas coordenadas con las que contamos, la única dimensión que se nos ha permitido comprender, debemos consolarnos con nuestro presente, pasado y futuro, con los recuerdos y las ilusiones, con la esperanza de que en esta pobre vida seamos capaces de construir un futuro en el que se nos ofrezca la ilusión de ver un poco más, de comprender un poco más.
La vida no tiene sentido, no elegimos nuestra vida ni nuestra muerte, estamos condenados a acomodarnos a los ritmos del azar, sin embargo, en medio de tanta fatalidad vale la pena buscarle un sentido a la vida, no un sentido acorde a nuestra soledad sino un sentido acorde a la grandeza de la que es y será capaz el ser humano con su sensibilidad, su inteligencia y su aptitud para vivir al ritmo de sus deseos. A pesar de que la vida parece arrastrarnos por un camino del que no tenemos conciencia el ser humano puede alterar el ritmo de algunos acontecimientos.
Hay mucho para comprar pero yo no necesito nada. El peso de la existencia es cada día más agobiante, no precisamente porque nos hallemos bajo el mando de un Dios inmisericorde sino porque al estar embebidos con la idea de que la vida es hoy y por eso hay que comprar hoy para pagar mañana, con el sueño de que hay cosas que el dinero no puede comprar pero para lo demás contamos con Master Card, en pocas palabras, cuando el ser humano cree que lo importante es el presente, el banal presente que se pasa en chatear, ver televisión, ir de putas, viajar al "extranjero", comer cosas ricas, comprar ropa de marca, celular y computador de última tecnología, cuando el ser humano asume la vida de manera tan existencial, cuando cree que al no valer nada la vida la gasta como se gastan los objetos que compra, no podemos pensar que nos hallamos bajo el mando de un Dios inmisericorde sino que el hombre se ha hecho un gran daño al vivir la vida sin contar con el sueño de un Dios que lo ha creado a imagen y semejanza suya. Yo no necesito comprar nada porque me basto a mi misma, porque los objetos me incomodan, porque el mayor placer no consiste en mostrar lo que nos adorna visto desde afuera sino lo que hemos logrado construir hacia adentro, para nuestro propio placer y para compartirlo con los seres que amamos. El gran regalo que nos brinda la vida no es tener varias tarjetas de crédito con cupo ilimitado sino ver nacer a un niño cualquiera y tener la certeza de que estamos comprometidos con ese niño, que por más que no seamos su madre estamos condenados a amarlo porque nuestro amor no es de ahora sino de siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario