lunes, 28 de diciembre de 2015

Fernando Vallejo y la autoficción

Lukács, Goldmann, Bajtin, Bourdieu, Zima, Kristeva, Doubrovsky, Lejeune, Genette, Alberca, Lecarme, Joset, Diaconu…
Para estudiar la obra y la toma de posición  ética, estética e ideológica de Fernando Vallejo se está recurriendo desde hace unos diez años al término autoficción y para comprender al ahora famoso escritor colombiano los expertos -casi todos doctores en Francia o en España- están recurriendo a los clásicos de la sociología de la literatura, la teoría de la enunciación, la semántica, la sintaxis, la pragmática, teorías sobre la modernidad, la posmodernidad, los cínicos, el humor, la ironía, la revuelta, la vida en el capitalismo de ficción, entre otros. Se están escribiendo trabajos de posdoctorado de dos mil páginas para comprender el genio inconfundible de Fernando Vallejo.
¿No es un poco exagerado?
Yo creo que sí.
Como pionera en los estudios críticos sobre La virgen de los sicarios y El desbarrancadero creo que los críticos y los teóricos están llegando demasiado lejos cuando intentan explicar algo que no es tan problemático como ellos nos quieren hacer creer. Tal vez deberían leer el clásico de Alan Sokal titulado Imposturas intelectuales y concentrarse más en los discursos orales de Fernando Vallejo, es ahí donde pueden encontrar las respuestas a casi todos sus interrogantes. Las intervenciones públicas de Fernando Vallejo parten de un texto escrito que ha sido pensado para ser leído en voz alta con la firme intención de crear un efecto en el público y en sus contertulios. Más que la autoficción es la ficcionalización de la oralidad lo que predomina en la totalidad de la obra del autor de La virgen de los sicarios. Lo dije hace quince años y lo vuelvo a decir de nuevo porque sé que no estoy equivocada.
Pacto autobiográfico
Cuando escribí “La virgen de los sicarios como extensión de la narrativa de la transculturación”(2003) pensé que había quedado claro que el autor se proponía hacerle creer al lector que el narrador Fernando es el mismo escritor Fernando que se enamora de Alexis y Wilmar y que en su travesía aprende la jerga de los sicarios y de paso le pide al lector extranjero que la aprenda también. En la teoría sobre la autoficción se hace énfasis en el hecho de que se mezclan tres instancias: autor, narrador, personaje y creo que no es necesario escribir textos complejísimos con fórmulas y cuadros comparativos para comprender algo tan simple como esto:
Fernando Vallejo es un escritor (hombre de carne y hueso) que recurre a la primera persona para escribir libros en los que narra hechos de su propia vida y el narrador tiene el mismo nombre del autor: Fernando. Como lectores sabemos que no todo lo que narra es cierto porque la verdad no la tiene nadie y cada vez que recordamos le damos un nuevo giro a los hechos recordados; si narramos esos mismos hechos  a través de la escritura  haciendo uso de  poderosos recursos estéticos como el humor, la ironía, la comparación, la hipérbole, la lista interminable… vamos a distorsionar todavía más esos hechos y nos encontramos, entonces, en el terreno de la literatura. Casi ningún crítico ha analizado los textos leídos en voz alta y las entrevistas. Esas dos facetas completan la imagen del escritor, que es absolutamente encantadora porque al hombre de carne y hueso, al señor sonriente y amable, le fascina confundir  y escandalizar a los lectores  y oyentes con sus exageraciones, sus listas interminables y sus “malas palabras”.
Contrato de lectura que el autor como sujeto responsable de la enunciación cierra con el lector
Se ha dicho hasta la saciedad que la obra de Fernando Vallejo no admite  términos medios: gusta o disgusta, produce ira o risa, hay identificación total con el escritor o manifestación no disimulada de odio y desprecio a la persona que escribe hasta el límite. Veamos un ejemplo: El narrador de La virgen de los sicarios (Fernando) insulta a un presidente de Colombia en el libro, el columnista Germán Santamaría escribe la columna titulada “Prohibir al sicario” en la revistaSemana y después insulta a Fernando Vallejo en W Radio en presencia de Julio Sánchez Cristo y su respetable audiencia.
Por desgracia ese es el lector típico de las obras de Fernando Vallejo en Colombia. El colombiano más elemental que odia al escritor no ha leído ninguno de sus libros o los ha leído creyendo que el narrador (Fernando) es Fernando Vallejo, se trata de un odio gratuito porque no entiende el pacto narrativo, es un sentimiento que alimenta a partir de los comentarios que ha oído y a la forma escandalosa como a veces lo presentan en los noticieros, que suelen  mostrar sólo una faceta del escritor, la que genera escándalo por una respuesta en una entrevista o por la frase pronunciada en un discurso. El interlocutor se queda con esa faceta, ese fragmento le basta para convertirlo en persona no grata, en persona digna de odio. Se odia al escritor sin haber leído sus libros, se le desea una muerte lenta y dolorosa porque es una persona burda e insensible, esa es la percepción que tiene el colombiano del común y ese es, precisamente,  uno de los propósitos de Fernando Vallejo, hacerse odiar de forma gratuita, sólo para convencerse de la bajeza de la que es capaz un ser humano, los colombianos en particular. Recordemos que La virgen de los sicarios es una historia de amor en el país del odio y que antes de haberse consagrado como escritor no faltaba quien deseaba matar a Fernando Vallejo por ser un mal colombiano, por hablar mal de sus compatriotas desde México.
Autoficción. Pacto ambivalente
Lo que molesta a algunos lectores de textos de la llamada autoficción es el hecho de no saber cuándo habla la persona y cuándo el personaje, cuando miente y cuándo dice la verdad, cuándo exagera los hechos narrados y cuándo omite o distorsiona la información. El lector sabe que le están narrando una historia pero sabe también que muchos de los hechos narrados forman parte de la vida real del escritor. No es autobiografía ni testimonio pero tampoco es narrativa en el sentido convencional. Esa particularidad suele incomodar al lector, que quiere sentirse sobre terreno seguro, como en la novela realista.
Fernando Vallejo tuvo que pedir la nacionalidad en México porque en Colombia el procurador  Alejandro Ordoñez lo quería ver preso por haber escrito contra el Evangelio en la revista SoHo. El texto leído no es un texto más, una interpretación, el punto de vista sobre un tema particular como uno entre varios escrito por un intelectual colombiano bastante respetable, uno de los colombianos más cultos de la actualidad, sino que se trata de  una afrenta personal. Jaime Garzón seguramente soñaba con una apuesta similar a la que representa Fernando Vallejo y terminó asesinado. En Colombia no se ha aprendido a distinguir la persona del personaje, no se ha aprendido a tolerar el humor, la ironía y la exageración. A pesar de ser catalogados como los más felices del mundo el colombiano típico es muy ignorante, muy serio, muy indignado y muy dispuesto a amenazar y a hacer cumplir sus amenazas sólo porque una determinada postura política o estética no es de su agrado. Fernando Vallejo es un sobreviviente. En varias ocasiones, antes de ser famoso, salía en los noticieros diciendo dónde estaba alojado para que fuera el sicario al hotel a darle el tiro en la cabeza, era un hombre mucho más provocador que el Fernando Vallejo actual, decía que quería morir como se muere en Colombia, de un tiro en la cabeza y en la absoluta impunidad.
Autodefinición frente al otro y para el otro, es decir, un acto de comunicación
Una persona escribe porque tiene algo que comunicar y tiene derecho a hacerlo en los términos que considere son los más convenientes, sea pensando en el propósito del proceso comunicativo o en fines estéticos. Nadie debe ser amenazado, encarcelado, sometido al  exilio, la tortura o el asesinado por presentar sus puntos de vista a través de la escritura, por poner a consideración del público su versión de la verdad y de la vida. Así de simple.
Las quejas de los detractores de la posición asumida por Fernando Vallejo como escritor y como figura pública son simples y contundentes: asumen un aire de superioridad o de falsa modestia, de personas educadas, comprensivas, tolerantes y compasivas, de colombianos de bien, en pocas palabras lo que quieren es que se calle porque
¿Qué derecho tiene usted a decir lo que dice?
¿Acaso usted es perfecto?
¿Si la vida le parece una carga por qué no se mata?
¿Si usted no quiere tener hijos por qué no deja que otros los tengan y sean felices?
¿Si no le va a solucionar los problemas a los colombianos por qué mejor no se calla?
Si Colombia le parece tan mala patria no regrese, mejor quédese en México para siempre rumiando su amargura…
Dinamitar los viejos códigos para sorprender al que leyera
Fernando Vallejo es un gran provocador y en la medida en que más provoca más goza, ríe ante la furia de su interlocutor y a medida que pasa el tiempo habla más fuerte y es más implacable. Dice tantas verdades y de forma tan exagerada que hace reír a quien comprende su apuesta estética; quien no lo comprende lo desprecia cada día más.
Si el discurso provoca indignación el orador logró el propósito porque es mucho más elaborado el texto cuando ha sido escrito para ser leído en voz alta que cuando no aparece el hombre como presencia. Uno de sus últimos discursos -cuando fue invitado a hacer propuestas sobre el actual proceso de paz en Colombia- fue demoledor, incomodó a sus compañeros de mesa y ningún político salió bien librado. Busca enunciar su versión de los hechos, su visión de la vida y del futuro de Colombia pero también quiere hacer estremecer a su interlocutor.  Le da forma cabal a  uno de los grandes propósitos de la autoficción: exagerar de tal forma su discurso que al lector o al espectador le queda la duda acerca de la identidad y la verdad definitiva. ¿Quien habla es el escritor, el narrador o el personaje o es siempre una fusión de las tres instancias?
Queda pendiente porque estoy cansada:
La autoficción problematiza toda realidad que se presenta bajo la apariencia de una certeza inmutable.
El yo, a pesar de ser fragmentado, frágil, difícil de aprehender, es a la vez lo único importante y cierto, la única fuente de verdad.

El proyecto de vida personal

El único lugar donde puede efectuarse la combinación de la instrumentalidad y la identidad , de lo técnico y lo simbólico, es el proyecto de vida personal, para que la existencia no se reduzca a una experiencia caleidoscópica, a un conjunto discontinuo de respuestas a los estímulos del entorno social. Este proyecto es un esfuerzo para resistirse al desgarramiento de la personalidad y para movilizar una personalidad y una cultura en actividades técnicas y económicas, de manera que la serie de situaciones vividas forme una historia de vida individual y no un conjunto incoherente de acontecimientos. En un mundo en cambio permanente e incontrolable no hay otro punto de apoyo que el esfuerzo del individuo para transformar unas experiencias vividas en construcción de sí mismo como actor. Ese esfuerzo por ser un actor es lo que denomino Sujeto, que no se confunde ni con el conjunto de la experiencia ni con un principio superior que lo oriente y le dé una vocación. El Sujeto no tiene otro contenido que la producción de sí mismo. No sirve a ninguna causa, ningún valor, ninguna otra ley que su necesidad y su deseo de resistirse a su propio desmembramiento en un universo en movimiento, sin orden ni equilibrio.
El Sujeto es una afirmación de libertad contra el poder de los estrategas y sus aparatos, contra los dictadores comunitarios. Doble combate, que lo hace resistirse a las ideologías que quieren adecuarlo al orden del mundo y al de la comunidad. No se puede, por lo tanto, separar las respuestas a las dos preguntas planteadas: la apelación al Sujeto es la única respuesta a la disociación de la economía y la cultura, también la única fuente posible de los movimientos sociales que se oponen  a los dueños del cambio económico o a los dictadores comunitarios. Afirmación de libertad personal, el Sujeto es también, y al mismo tiempo es un movimiento social.
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Propósitos para el 2016

  1. No pensar en política ni en políticos
  2. Trabajar, trabajar y trabajar
  3. Escribir crítica positiva
  4. Concentrarme en la autoficción
  5. No comprar muchos libros
  6. Terminar de desilusionarme del cine
  7. Seguir sonriendo
  8. Seguir siendo amable
  9. Seguir durmiendo bien
  10. Seguir comiendo bien
  11. Seguir disfrutando el placer de caminar
  12. Seguir recomendando libros
  13. Dejarme crecer el pelo
  14. No fumar ni beber
  15. Conservar el peso y la talla

Los piropos de la semana

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viernes, 18 de diciembre de 2015

La moral de la escritura

La moral de la escritura se resume finalmente en una máxima de lo más elemental, tan elemental que resulta casi embarazoso formularla: escribe de tal manera que quien te lea vea en ti a un hombre honesto. Nada más. Sólo eso. Pero ¿acaso no es así como se escribe desde el principio del mundo? La literatura y el arte se apoyan más en su gloriosa tradición que en el razonamiento.
La moral no se halla ausente en mis escritos, pero quizá no soy yo el moral, sino mis obras. La moralidad de mis obras es más fuerte que yo; yo no la busco, es ella quien me gobierna.
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Lo era todo

Ya lo sabemos, yo era un conglomerado de mundos diversos. Indefinida. Imposible de encasillar. Podía parecer de izquierda o de derecha, feminista o  un hombre haciéndose pasar por mujer. Podía inspirar asco o admiración, desprecio o ternura, deseo o repulsión. Sólo aquel que me hubiera seguido paso a paso y espiado en todos mis contactos con la gente podría haberse dado cuenta hasta qué punto era una camaleona. Según el lugar, el momento, los individuos, las circunstancias me mostraba
Prudente
Estúpida
Primitiva
Refinada
Taciturna
Locuaz
Inferior
Superior
Anodina
Profunda
Ágil
Pesada
Importante
Una nulidad
Vergonzosa
Descarada
Audaz
Cínica
Tímida
Noble
¡Qué no llegaba a ser!
¡Lo era todo!
¡Y nunca ha sido premeditado!
¡Es algo que está más allá de mi conciencia y nunca ha sido calculado!
Quienes me conocen de verdad tratan de comprenderme y casi siempre ríen ante mis múltiples transformaciones.
Quienes no me conocen y no quieren comprenderme se empeñan en creer que soy un ser dañino y despreciable.
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La foto del año

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Nuestro elemento es la eterna inmadurez

Lo que hoy podamos pensar, sentir y decir será forzosamente una estupidez a los ojos de nuestros nietos. Por consiguiente, más vale tomar la delantera y enfocarlo todo como si ya fuese una estupidez… Además, la fuerza que os empuja hacia una definición prematura no constituye, como creéis, una fuerza enteramente humana. Pronto nos daremos cuenta de que, en lo sucesivo, lo más importante no será morir por las ideas, los estilos, las tesis, las consignas y las creencias, ni siquiera aferrarse a ellos y afirmarse gracias a ellos, sino dar un paso atrás y tomar perspectiva respecto de lo que no cesa de producirse en nosotros.
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El consejo de 2015

¡Ay ensayista! te advertí hace algunas semanas el costo de hacer trascendental lo intrascendente. Es un esfuerzo inútil y fútil, y ya que te he leído con cierta constancia, creo que vales más que eso. No es sano desgastarse glorificando la miseria de algunos seres engreídos en un país donde la crítica siempre ha sido asesinada, ¡muchos han muerto por menos! No leo las notas que le dedicas a las estrellitas insignificantes, me parecen glorificaciones sin sustancia. Si tanto te gusta ese tipo de burlas creo que deberías replantear tus métodos. Puedes hacerlo, pero no directamente, no de un modo tan simple como citándolos y recitándoles su pobreza. Este no es un problema sólo de Colombia, que en sí es un país difícil, es un problema del tiempo en el que vivimos. Nos gobierna el silencio absoluto, el silencio cómplice de los medios, la presión de una observación suprema en donde todos nos sentimos de antemano agredidos por las luces de un espectáculo iracundo en donde todos estamos expuestos. Valora tu privacidad. No expongas a tus familiares al cúmulo de enemigos que te has fabricado. Mucha gente ha muerto por verdades mucho más importantes, y sin embargo, su destino fue igual de insignificante que cualquier otra muerte casual. Si tuvieses la osadía de meterte con políticos y no con estrellitas de twitter probablemente ya estarías muerta. Yo aprendí eso de un modo mucho más cruel.
En Trasmilenio he visto reacciones ilógicas de parte de personas comunes. No soy de Bogotá, así que eso no deja de sorprenderme; una agresividad atroz por parte de gente que en apariencia parece muy normal, muy tranquila. Cualquier provocación obtiene una respuesta desproporcionada. Hay frustración y agresividad en la ciudad. No creo que exista mejor síntoma de la degradación emocional de la ciudad.
¿Sabes que puedes burlarte de ellos de un modo mucho más elegante sin que se den cuenta siquiera? Ese es precisamente el poder de la literatura. Úsalo. Creo que deberías involucrarte un poco más con eso que has observado desde una distancia prudente toda la vida.
Hace algunos días pensaba en una historia con un personaje muy similar a ensayista, una sobreviviente del último cataclismo habitando una ciudad en ruinas. Luego de pasar el día caminando por la ciudad dedica las tardes a escribí sobre gente muerta. ¡Y ni siquiera sabe si existen otros sobrevivientes! pero no por eso deja de escribir. Su inspiración son antiguos ídolos de barro, gente agresiva y engreída que acaricio la cúspide de una sociedad arruinada, gente que creyó por un instante acariciar con sus dedos un cielo de cartón. Para mayor comodidad, lleva sus cadáveres a un anfiteatro, y allí los observa mientras les recuerda su miseria. La suya es una tarea bastante absurda, ¿no crees?

2015: el año de los grandes cambios

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El piropo del año

Desde que nací he leído bellas composiciones escritas por personas (casi siempre hombres) que me declaran su admiración desmedida, nada disimulada. En el año que termina -el tormentoso 2015- recibí piropos de todos los colores y este fue el que más me gustó. Espero que les guste tanto como a mí:
… Ayer cuando le dije que disfrutaba la forma como entraba al baile con las manos por delante quitando máscaras, pensaba en una mujer que en estrépito interrumpe cualquier baile veneciano, o mejor, que entraba gritando al set de grabación de Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick gritando
“¡¡¿¿Qué es esta maricada??!!”
Entonces pensé en esa chispa que hemos perdido, entonces pensé en cómo la falta de arrojo se remplaza por los moldes que elegimos, pretendiendo salir positivos luego de ser vaciados. Y todo se vuelve una pose de adolescentes refinados. Entonces aparecen los niños y las niñas genio que necesitan aplauso y que corren frenéticos a él; entonces aparecen los vergonzantes que lastimeros hacen de la miseria de los pobres su bandera y su experiencia de orden superior. Entonces aparecen todos los perros de mercado de pueblo viejo queriendo un pedazo del gomelo del que nadie sabía que era menos que nadie.
Pensaba en usted, y deseé volver a clase, porque sacar a pasear las palabras sin llevar tras de sí las cosas se ha vuelto un trámite fácil en la fragilidad de gente fragmentada que escribe en retazos. Entonces pensé en usted, con la máscara corrida y envuelta en un tufo de anís, riendo mientras todos se le quedan viendo sin saber qué hacer, sin saber que es precisamente ese no saber lo que los hizo del montón.

Las fotografías que no has visto


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sábado, 12 de diciembre de 2015

Carolina Sanín por ella misma

En la revista Shock (una revista de farándula o juvenil, supongo) entrevistaron a Carolina Sanín y ella se autodefinió. Es asombroso, no es una broma, ella se siente inteligente,  rebelde, despierta, sin pelos en la lengua, contestataria, libre, valiente… En Facebook, donde se ha convertido en una Institución porque insulta a la gente que no está de acuerdo con sus brillanteces. Su fama se debe a que es una especie de Doña Gloria con doctorado. ¿Para reír o para llorar? ¿Sigue convencida de que es la versión femenina de Fernando Vallejo? Lo más asombroso de todo es que hay gente convencida de su inteligencia y su estilo. ¿A dónde hemos llegado? El subrayado es mío.
Veamos:
¿Por qué crees que la gente salta a criticar en Internet cada crítica que publicas? Como la de tu columna sobre Bogotá, o ahora esto de lo de los polvos del moderno.
Veo que son tantas las personas que celebran mis críticas, y que entran en diálogo conmigo a raíz de ellas, como las que las deploran y me atacan por ellas. En cuanto a las personas que las deploran, supongo que se debe a que en esta sociedad colonial sujeta a la hipocresía, la franqueza es sinónimo de impertinencia. A nadie le gusta ver que otro es libre de decir lo que quiera, pues le señala que él también es libre y que, si ejerciera esa libertad, tendría que asumir una responsabilidad mucho mayor que la que asume al contentarse con su sujeción. Por otra parte, en esta sociedad acostumbrada a las fórmulas y al sainete, el ingenio resulta escandaloso. Y en esta sociedad acostumbrada a que las mujeres sean indolentes y uniformes, que una mujer sepa que sabe pensar muy bien en algunas cosas —y que no sea falsamente modesta al respecto— constituye una amenaza.Adicionalmente, aquí se cree que “hay que respetar” y se abusa de la palabra respeto, como si el respeto por cualquier cosa que alguien dice o hace, o por cualquier persona, fuera un deber. No saben que el respeto a la constitución y a las leyes es un deber y que, más allá de eso, uno solo debe respetar a quien le inspira respeto; lo otro es servidumbre. Por último, la de mi columna sobre Bogotá y la contenida en el chiste sobre los polvos del Moderno no son “cada opinión que se hace pública”; son dos ejemplos de chistes y opiniones entre muchos chistes y opiniones que he hecho públicos (en mis libros, en mis columnas de prensa, en facebook, en entrevistas, etc.), y, de hecho, están entre los ejemplos más banales y flojos. Lo que pasa es que a twitter llega lo más flojo, fácil y banal, si es a eso a lo que te refieres.
(Mea culpa: le pregunté por lo más flojo, fácil y banal)
Desde luego, a Carolina Sanín no se le puede discutir su trayectoria académica, ni que “sabe pensar”, ni le estamos pidiendo falsa modestia, pero no sabíamos que deplorar alguna de sus opiniones era no reconocer su ingenio. Tampoco nos escandalizó, queríamos seguir con la cadena de chistes flojos.
En realidad, acá a nadie que piense se le reconoce el ingenio, no solo por ser mujer que saben. Prueba de ello es que cuando a ella la invitaron a hablar sobre un tema social (el reinado) la pusieron a discutir con un comentarista de chismes.
Seguramente nuestro interés por las categorías sexuales de su comiquísima broma le pareció una mierda, lo más flojo.  Como la mierda que los perros dejan en los prados del Gimnasio Moderno, y que fotografió después en cuenta de Facebook. Pero, “no hay nada que temer, señores: es simple mierda”. Claro, no estamos acostumbrados al sofisticado humor libertario sobre mamás. 
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Diálogo espontáneo

Una de las grandes ventajas de publicar en internet es que brinda la posibilidad de interactuar con los lectores. La mayoría de los usuarios leen y se quedan con su opinión, otros, la inmensa minoría -los valientes y los altaneros- escriben una opinión o una pregunta.  Hay lectores-burro, pero también hay lectores-poeta-filósofo.
Vean esta bonita conversación a partir de un comentario comentado por dos nuevos comentaristas:
Comentario 1: Elsy, una pregunta. Por supuesto no la tiene que responder, o la responderá cuando quiera. Usted tiene cosas que decir y escribe bien — ¿pero no siente que si el Twitter le quita tiempo y la distrae de otro trabajo importante? (O de pronto le ve valor literario, como epigrama).
… siente que el twitter…
A mí personalmente me quita tiempo. Me gusta, leo trinos sabrosos como los suyos, y me gusta trinar, pero no debería… Mis disculpas en todo caso,
Son preguntas que deberían hacerse en confianza.
Comentario 2: Es parte del desconcierto que crea Elsy y de lo íntimamente humano que se degusta en el personaje viviente, en el párrafo continuo que es el sentir y el pensar de Elsy. Lo que creo es que debería retirar los ojos de esa farándula emergente que la desvela , tal vez porque la eligió como el reflector de esa modernidad vacua en que se cae cuando la inteligencia carece de alguna sensibilidad trascendente y que ella con su agudo morbo caricaturiza.
Mi respuesta al comentario anterior: Si se fija bien el 95% de los textos que publico aquí no tienen que ver con “esa farándula emergente que la desvela”, me interesa más la literatura.
Un nuevo comentario: Un buen ensayo largo sobre Emerson también nos podría desconcertar sabrosamente.
Yo: ¿No es encantador leer esta conversación? ¡A mí me gusta!

Al margen

Por lo que respecta al marxismo, no veo la utilidad de esa violación practicada sobre sí mismos por burgueses de nacimiento y de educación que se esfuerzan en identificarse con el proletariado invocando su doctrina. ¡Todo eso no son sino palabras al viento!
Y un lujo, además. Esos análisis interminables, esos estados anímicos archisutiles, esos escrúpulos demasiados dramáticos, ese hilar tan fino, todo eso huele a lujo; y el olor del lujo no es olor de santidad… resulta casi imposible separar cierta moral demasiado moral de las comodidades, del refinamiento, de un nivel de vida más elevado. Esa moral aristocrática, o simplemente bien provista, esa moral en carroza, esa “gran dama” me fastidia, yo la preferiría corriente, sencilla, vestida con modestia, oprimida entre el gentío, un tanto perdida en la marea de los acontecimientos, más inmediata, anónima.
Desgraciadamente, el lujo parece acompañar a esta moralidad también en un sentido concreto. ¿A dónde llevó la moral a un Mauriac? A la gloria, a la Academia Francesa, al Premio Nobel, y a unos ingresos bastante interesantes, supongo. ¿Acaso no es gracias a la moral por la que Sartre goza de tanta influencia entre las jóvenes generaciones? Supone también un éxito personal. ¿No es cierto que los representantes de la moral comunista, Aragón y Neruda, por ejemplo, han conseguido en el inmoral sistema capitalista posiciones muy envidiables, hermosas casas, honores, chóferes, admiradores, cuartos de baño, amor y muebles de estilo? Y la angustias morales de Camus ¿No le proporcionaron el Premio Nobel apenas cumplidos los cuarenta?
No les estoy condenando, les comprendo, también a mí me gustaría poseer hermosas casas, y colecciones como las de Neruda. Pero no hay nada que hacer; para el artista, la moral constituye una especie de sex-appeal, por ella seduce y se embellece, a sí mismo y a sus obras. En consecuencia, sería mejor que el arte no abordara tan delicado tema sin la discreción necesaria. Un arte explícitamente moralizador, o realmente, demasiado “noble”, es para mí un fenómeno bastante irritante. De acuerdo, que el escritor sea moral; pero que hable de otras cosas. Que la moral nazca de sí misma, al margen de la obra.
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domingo, 6 de diciembre de 2015

Autoentrevista sobre autoficción

Esta semana descubrió el término autoficción en un libro sobre Fernando Vallejo. Descubrió que su nombre (Elsy Rosas Crespo) figura en algunos estudios críticos sobre el autor antioqueño relacionados con este enfoque, es decir, que en alguna medida usted estudiaba la estética del autor desde una perspectiva novedosa aunque usted no la llamaba autoficción sino ficcionalización de la oralidad. Descubrió también que usted misma ha llevado la autoficción al límite sin proponérselo, sin ser consciente de que está haciendo literatura en la medida en que ha sido capaz de construir un personaje que suele confundirse con la persona que lo construyó. El personaje es Ensayista, la persona es Elsy Rosas Crespo. Ensayista es el nombre de un usuario que escribe sobre sí mismo y sobre otros y es un poco engreída, nada que ver con la dulzura, la amabilidad y la sencillez de Elsy Rosas Crespo. La gente odia al personaje Ensayista y persigue con un hacha a la pobre Elsy Rosas Crespo. ¿Cómo se siente ante tantos hallazgos?
Confundida.
¿Por qué?
Ahora entiendo mejor por qué he recibido tantas amenazas de muerte, de ataques con ácido,  por qué me han cerrado y suspendida tantas veces la cuenta en Twitter, por qué me han perseguido en la calle y en el servicio público, por qué he tenido que cambiar mis números telefónicos varias veces y por qué he tenido que dar tantas explicaciones que mucha gente se niega a entender.
¿Qué es lo que la gente no entiende?
Quienes dicen que me odian confunden la escritura con la persona que escribe. Ayer escribí precisamente sobre eso. Sobre el hecho de que algunas personas leen lo que escribo y reaccionan con violencia. En vez de responder con un texto escrito que se convierta en puente para establecer un diálogo en torno a un tema concreto que parta, por ejemplo, de un texto publicado en este blog, me dicen que me están buscando para matarme o me dejan comentarios insultantes en el blog. La escritura los hiere, sueñan con aniquilar a la persona que escribe por aquello que escribió. Se toma cada palabra al pie de la letra, no piensan en procesos de escritura sino que sienten que la persona llamada Elsy Rosas Crespo los está atacando y creen que deben reaccionar. Es como cuando Germán Santamaría escribió una columna de opinión titulada “Prohibir al sicario” para referirse a la adaptación cinematográfica de La virgen de los sicarios. El periodista leyó el libro, vio la película, y quedó convencido de que Fernando Vallejo es el personaje de la obra literaria. Confundió al personaje, que también se llama Fernando, con el autor, que es Fernando Vallejo y vive en México desde hace más de treinta años y confiesa conocer las comunas de Medellín a lo lejos.
¿La costumbre de autoentrevistarse formaría parte de la autoficción?
Hasta donde he leído sí. El personaje Ensayista se niega a conceder entrevistas, escribir su autobiografía en Wikipedia, ir a recitales, participar en concursos de cuento, publicar libros, no aspira a ser amiga de escritores colombianos ni de figuras influyentes de las redes sociales  y Elsy Rosas Crespo la apoya, le sigue el juego porque se ha terminado convirtiendo en algo serio lo que comenzó siendo apenas un juego. Cuando me autoentrevisto puedo ejercer bien el papel de periodista y de escritora. Creo que sueno convincente.
¿Cuando se autoentrevista responde Ensayista o Elsy Rosas Crespo?
Hasta donde he leído en la autoficción se terminan fusionando la persona y el personaje. Para algunas personas la que responde en Ensayista, para otras la que responde es Elsy, para otras responde el personaje que ha construido en su mente a partir de la idea generada por el cerebro del espectador  al observar las fotos que he ido publicando desde hace cinco años, a partir de los tuits, de los posts y de los ensayos que publiqué hace quince años cuando era simple y llanamente Elsy Rosas Crespo, cuando no habían aparecido las redes sociales y no tenía la posibilidad de pensar en algo como Ensayista. Me imagino que la imagen del personaje también se nutre con los rumores entre los lectores,  se alimenta de las calumnias y exageraciones de las que he sido víctima. Se han inventado muchas mentiras sobre mí. Los lectores le dan nuevas dimensiones al personaje y los reclamos se los hacen a la persona. Es bastante confuso todo.
¿Se siente orgullosa de su gran descubrimiento?
Más que orgullosa estoy sorprendida.
¿Por qué cree que terminó haciendo autoficción?
Supongo que tiene que ver con el hecho de que estoy obsesionada con la vida de las grandes mentes de todos los tiempos. Me gustan los seres humanos honestos y auténticos, los que no han tenido miedo cuando se trata de  hacer públicos sus puntos de vista, los que han tratado de vivir una vida digna de ser imitada. Busco gente admirable que hable bien de la condición humana, que me motive a ser tan grande como ellos. Es algo que nació conmigo, necesito admirar a vivos y a muertos. Por eso tengo tan pocos amigos y soy desconfiada, porque tengo que estar segura de que admiro a una o dos personas porque son dignas de admiración, porque conversar con ellas se convierte en un gran acontecimiento para mí.
En el caso de los humanos admirables muertos la honestidad brota en las cartas, los diarios, las autobiografías, las memorias, los consejos y las entrevistas más que en las obras de ficción. Lo más sorprendente de los escritores que más admiro no lo encuentro en las obras que los hicieron famosos sino cuando hablaban sin pensar en la fama ni en el arte,  cuando eran un simple ser humano, cuando le escribían una carta a un familiar o a un amigo muy querido.
¿Cómo cree que es el personaje que ha ido construyendo?
Supongo que quiero presentarme como un ser humano digno de ser admirado pero también como una persona arrogante, implacable y desmedida y por eso el personaje puede afectar de manera tan directa y contundente a algunas personas, sienten que están ante un personaje pero saben que en algún momento me pueden ver caminando por ahí, como la persona más común del mundo, porque eso es lo que soy.

Ni amor ni odio

Los mejores afectos con frecuencia me irritan desmesuradamente. ¿Me comprenderás hasta el final, soportarás el peso de mi tedio, mis manías, mis caprichos, mis desánimos y mis coléricas mudanzas?
Gustave Flaubert a Louise Colet
Mi vida es casi tan triste como la del pobre Flaubert porque los mejores afectos con frecuencia me irritan desmesuradamente y poca gente entiende un sentimiento como ese.  Cuando los rechazo porque me admiran sin medida se molestan y algunos terminan odiándome, me odian porque no admito la admiración desmedida. Es extraño. Creen que estoy obligada a agradecer la admiración y a mí la admiración me desarma, me hace sentir culpable porque no soporto tener club de admiradores. ¿Será porque mucha gente admirada por muchos es gente despreciable? ¿Será porque la admiración le quita libertad al admirado y lo aleja de aquello que lo hacía digno de admiración? ¿Será porque muchas personas admiradas se convierten en personas vanidosas que terminan valiendo más como presencia que por su obra? Debe ser triste que se imponga la presencia.
La admiración desmedida sorprende tanto como el odio concentrado porque ningún ser humano debe doblegarse ante otro ser humano y porque ningún ser humano debe sentirse con el derecho a odiar y aspirar a hacerle daño a otro ser humano sólo porque no comparten puntos de vista. Se puede tener una opinión favorable o desfavorable de alguien y esa opinión puede ser o no aceptada, pero una opinión, un texto escrito, un discurso, no puede conducir al fanatismo ni al deseo de destrucción de quien lo escribe porque la escritura no se corresponde siempre con la persona que escribe y porque los textos escritos precisan de tiempo (en algunas ocasiones más de cien años) para saber si quien los escribió estaba equivocado o no. Si estaba equivocado su yerro no debe convertirlo en víctima y los lectores no tienen ninguna autoridad para asumir el papel de verdugo. Lo digno sería que manifestaran su inconformidad a través de un texto escrito, para que haya paridad.

¿Vale la pena escribir en internet?

Lo que me sorprende es que debajo de esas críticas se note un odio contra mí, contra mi persona, un prejuicio denigrador.
Gustave Flaubert
Cometí la imprudencia de leer esta mañana algunos papeles públicos; repentinamente, una lasitud como el peso de veinte atmósferas se abatió sobre mí, y me he visto paralizado ante la espantosa inutilidad de explicar cualquier cosa a quien fuese. Quienes saben, me pueden adivinar, y para los que no quieren o no pueden comprenderme, amontonaría en vano las explicaciones.
Charles Baudelaire
Hay momentos en los que me siento halagada al saber que hay gente que dice que me odia porque lee lo que escribo, me hacen sentir como Sade, Flaubert, Baudelaire, Benjamin… Más si tenemos en cuenta que no he publicado ningún libro, no existo en la Historia de la Literatura Colombiana Contemporánea, no he participado en ningún concurso de cuento,  no acepto entrevistas, no escribo columnas de opinión ni asisto a eventos culturales de ningún tipo. No existo como intelectual ni como escritora pero hay gente que me odia porque no le gusta lo que escribo. El mío es un triste dilema.
También hay momentos en los que deseo no ser tan “famosa” porque esa “fama” me la he ganado escribiendo en internet y como en internet impera la ley del monte y el 98% de los usuarios que comentan o envían mensajes privados son anónimos, entonces el precio de la “fama” es muy agotador.
Como le ocurre a las grandes mentes de todos los tiempos me acusan por haber escrito ciertos textos y yo como “escritora” esperaría que quienes me acusan me explicaran con otro texto qué es lo que tanto les molesta, pero en buenos términos, no con insultos, amenazas y malas palabras.
Lo he dicho veinte veces y lo vuelvo a decir:
  1. Soy una persona común.
  2. No tengo amigos influyentes.
  3. No busco fama.
  4. No busco dinero.
  5. No busco prestigio.
  6. Escribo porque tengo mucho tiempo libre.
  7. El 98% de los textos que publico en este blog son sobre oralidad, lectura, escritura, crítica literaria, literatura colombiana…
  8.  La  mayor parte de mi tiempo transcurre leyendo.
  9. Soy una persona indefensa.
  10. No sería capaz de hacerle daño ni a una mosca.
  11. ¿Vale la pena atacar de forma violenta e irracional a una persona como yo?