jueves, 7 de julio de 2016

Carta abierta a Juan Sebastián Lozano

Buenos días Juan, anoche le dije que le estaba escribiendo una carta en Word y que cuando iba en la quinta página me dominó el sentido del ridículo y decidí borrarla. Usted lamentó un poco esa historia con final triste y me dijo que no fuera mala, que le escribiera una carta.  Al parecer  Word no es mi destino sino la autoficción: mi vida privada más intensa narrada con buen español para el ojo morboso del lector anónimo. Es lo que mejor se vende en este blog: amor, erotismo, sexo, pasión, lujuria y, ahora alcohol, bastante alcohol para dos gargantas insaciables que no supieron lo que es una borrachera descontrolada. Los dos somos buenos bebedores cuando estamos juntos. Nos embriagamos con alcohol y con palabras, nos dejamos enredar en la conversación y no en cualquier conversación, son conversaciones entre usted y yo: un sacerdote y una sabia, dos eruditos, dos poetas, gente que puede sentir que las hadas, los duendes y los gnomos no son parte del mundo de la fantasía sino que están aquí con nosotros participando de la fiesta en la que a veces sentía que no éramos dos sino tres y reíamos como locos hasta que nos sorprendía el amanecer. Amanecer muertos de la risa y nada borrachos a pesar de haber bebido bastante era una experiencia divertida, soy más resistente de lo que me hubiera podido llegar a imaginar, más si tenemos en cuenta que soy una señora mayor (46 años) de aspecto formal  que no bebe, no fuma, no trasnocha y no va a fiestas de ningún tipo ni las organiza en su casa. Es la primera vez que hago esto en la vida, asombroso en alguien como yo, pero valió la pena vivirlo.
La historia entre usted y yo tiene todos los ingredientes para escribir la carta abierta que jamás haya escrito. Los lectores se saborearán satisfechos ante varios pasajes porque  tengo bien claro qué es lo que les gusta y qué es lo que no les gusta, qué los excita, qué los pone imaginativos y qué los enternece. Usted se verá convertido en personaje y yo haré lo que más me gusta hacer en la vida: escribir en bata (la gris que tanto le gusta), con el estómago vacío (al mejor estilo de Virginia Woolf) y con una mezcla explosiva de ira, nostalgia y un poco de amor.
A usted y a mí nos gusta Jaime Bayly. Yo aprendí a apreciarlo gracias a usted y espero que esta carta lo haga pensar en Los amigos que perdí, la carta a Melanie que tanto nos gustó. Espero que esta carta lo lleve a pensar en esa otra carta.
No espero perder su amistad, ya sabe que no sé mentir, pero sí sé que está un poco quebrada y maltrecha desde hace casi un mes y dudo que vuelva a ser tan fuerte como llegó a serlo en su momento. Usted y yo -seres sensibles, sinceros, justos, profundos, nobles, inteligentes y buenos- sabemos que nos hará falta vernos, beber un poco y hablar, sobre todo hablar. La risa, el café, las películas, los libros,  la música, las caminatas cortas, el parque de mi barrio donde hablamos la última vez, las borracheras con alcohol y con café y todo lo demás. Usted y yo somos diferentes pero complementarios y es más lo que nos une que lo que nos separa. Somos un par de furias que pueden llegar a desgarrarse con palabras -precisamente con palabras- porque cada uno está seguro de su propia valía y de su propia fuerza y eso puede llegar a ser peligroso, pero vale la pena seguir asumiendo el riesgo. A mí no me da miedo porque prefiero discutir con una persona inteligente que resignarme a perder el tiempo en conversaciones insulsas con cuatro o cinco personas que me aburren y me desesperan. Sólo hablo con personas apasionadas que me ayudan a cuestionar mis propias creencias y usted es la persona que más me ha hecho dudar y eso  me gusta mucho. Usted puede llegar a ser más fuerte y creativo que yo y para mí conversar con alguien como usted tiene más sentido que muchas otras cosas que se supone deben tenerlo, pero no lo tienen para mí. Soy un ser espiritual.
***
Le cuento que acabo de cometer un error: comí. Tenía mucha hambre y no aguantaba más. Con comida en el estómago lo veo todo diferente, cambia el panorama, todo se vuelve dulce y bello y yo quería que esta fuera una carta desgarradora que hiciera brotar las lágrimas de los lectores y los pusiera a soñar con una amistad tan bonita como la nuestra. No más peleas, Juan, no es fácil encontrar a alguien digno de nuestra conversación. Espero que le haya gustado lo poco que alcancé a escribir, que le haya sacado aunque sea una sonrisa y que en el futuro volvamos a ser los amigos que fuimos antes o que sigamos en nuestra rumba descontrolada asumiendo las consecuencias de nuestros actos como hasta ahora lo hemos hecho: como  los adultos responsables que somos.
Beso y abrazo
De las canciones que me ha recomendado esta es la que más me gusta


Una concepción agradable de la literatura

Si alguien escribe un buen poema o, cada cincuenta años algunos buenos poemas,  eso tiene un sentido, o si se escribe alguna novela, quizá. Pero cuando hay veinte mil novelas al año y cinco millones de poemas, no se comprende qué sentido tiene eso. Para los fabricantes de papel sí, porque con los rollos de papel higiénico no les basta, de manera que hay que imprimir libros también. Esa sería una concepción agradable de la literatura: se desgarra, se lee y se tira de inmediato. Lo terrible es que, luego, la gente coloca los libros en las paredes y se quedan allí decenas de años sin hacer más que oler mal.

Thomas Bernhard


El estilo excitado de Thomas Bernhard

Son personas completamente naturales, a las que he conocido muy bien y, en ese sentido, no tienen nada de ficticias.
Los años cincuenta. Ahora estamos en los ochenta, a treinta años de distancia, y se puede meter a amigos de entonces entre las tapas de un libro.
Son notas con las que quiero fijar lo que entonces pasaba y lo que pasa hoy. No ataco absolutamente a nadie. Si algo o alguien se siente afectado es cosa suya, o de todo un país, o cultura, o qué se yo, de un ministro, o gente poderosa,  o personas particulares a las que, quizá, se asusta así.
No ataco, sólo escribo. No es un ataque, es un libro escrito, no atacante. Yo escribo a máquina y no con artillería.
Eso es problema de la gente que aparece en el libro, si lo siente como una pieza de artillería y siente mis palabras como balas.
Habría que preguntarse si son personalidades, creo que hay cuarenta mil escritores en Austria, y dudo mucho (se ríe)  de que haya cuarenta mil personalidades.
Yo no desprecio nada, se desprecia por sí mismo al tomar ese curso, político o cultural, ese camino desciende siempre, es como un alud o una bola de nieve, la bola de nieve de la estupidez. Si se arroja arriba una bola así de pequeña, llega abajo gigantesca y destruye toda Viena. Quizá sea mayor que Viena.
Toda persona que escribe tiene que ser, en sí y de por sí, pretenciosa, porque si no, no podría hacerlo. Un timorato o alguien que se deje convencer no podrá escribir ningún libro, como no sea un libro lamentable.
El estilo del libro es también un tanto excitado, musicalmente hablando; por razón del contenido no se escribe algo así con tranquilidad sino en un estado de cierta excitación. No se puede escribir eso con tranquilidad sino en estado de cierta excitación. No se puede escribir eso con tranquilidad, como una prosa clásica, sino que, en cuanto se sienta uno, se siente ya excitado por la idea y, cuando empieza a escribir, el estilo lo excita ya a uno. Está escrito en un estilo excitado.
Una excitación se acelera cada vez más hasta su fin. Y la verdad es que termina con una excitación total por la ciudad de Viena, con un abrazo y aniquilación simultáneos, con Viena como un dogal al cuello y con Viena, tú eres la única, la mejor y, al mismo tiempo, la más horrible y horrorosa de las ciudades.
Un libro sólo existe también a partir de sus contradicciones. Si es unidireccional no vale nada, como tampoco si no es una excitación.
Se inyecta un poco de veneno en ellas y todo se inflama, y entonces surge un estilo excitado. Aparecen personas que, al verlas, lo vuelven a uno loco, y entonces se las mete en un libro así, precisamente en un estado de excitación.
Aunque escriba algo tranquilo, estoy en definitiva excitado. La excitación es un estado agradable, hace circular la sangre estancada, palpita, aviva y entonces hace libros. Sin excitación no hay nada, lo mismo da que se quede uno en la cama. En la cama (se ríe) es una diversión excitarse, ¿no?, y en un libro ocurre lo mismo. Escribir un libro es también una especie de acto sexual, mucho más cómodo que antes, cuando, naturalmente, se hacían esas cosas; mucho más agradable que irse a la cama con alguien.
Al escribir, presento personas sin que… no quiero herir a nadie, ¿quién querría herir a alguien, no?  Se describen hechos, se consignan recuerdos y, si eso hiere a alguien, no es asunto mío. En mi caso se trata de un proceso literario, lo que se llama artístico.
Yo soy el más afectado. Por eso, ¿por qué habría de inquietarme que otros pequeños personajes se sientan afectados? Además, es algo que no sé. No estaba presente cuando leyeron el libro. Aunque soy curioso y me hubiera gustado estar presente cuando lo leyeron. Sería también un estudio, se podría escribir otro libro sobre un lector que lee mi libro y cómo se comporta al leerlo. Pero no puedo estar en todos los lugares donde esa gente está ahora, posiblemente leyendo el libro.
Yo concedo todo a todo el mundo. Cada uno puede hacer lo que quiera, no quiero coartar a nadie, nadie se deja y tampoco se puede coartar a nadie. Cada uno puede decir, escribir o hacer lo que quiera, es un mundo totalmente libre.
Cuando se permanece en lo mismo, naturalmente se hace cada vez más fuerte y debe ser cada vez mejor y, si se escribe prosa, empieza a ser mejor a partir de los cuarenta, y probablemente hasta los sesenta, si se vive tanto;  se vuelve cada vez mejor. Yo tengo sólo cincuenta y dos; si vivo aún dieciocho años, si es que los vivo, será la fuerza cada vez mejor.
Voy entrando lentamente a la maldad de la vejez. Eso es también un atractivo de mis libros, que sin duda serán cada vez más malvados. Espero vivir todavía algunos episodios. Quedan episodios todavía más importantes, que podría describir y que quiero describir.
Como soy curioso y malvado, y, en el fondo, un trampero, sólo puedo aspirar a ser lo más viejo posible. Pero eso no plantea ninguna dificultad, porque si se hace lo mismo durante treinta años, se vuelve uno siempre mejor.
No hay nadie en el mundo que pueda destruirlo todo, ni nadie que quiera destruirlo todo, porque él mismo sería destruido, pero necesariamente, cuando se escribe algo,  hay mucho de destrucción en ello. Pero destruirlo todo es absurdo, nunca lo he hecho. En mi caso aparecen siempre personas que son grandiosas y luego las otras. Y, como todo el mundo sabe por su propia experiencia, hay más personas horribles que grandiosas. Es decir, grandiosas hay muy pocas, pero hay una multitud de soportables, e insoportables un ochenta por ciento.  Y como un escritor es alguien que describe cosas auténticas, escribe las cosas tal como las ve.
Esa clase de escribiduría a la que usted se refiere, creación o como se llame, tiene poco que ver con la realidad y carece de todo valor. Eso se ve en cuanto se abren los libros. Se escriben casi exclusivamente cosas sin valor, por personas que están en alguna vivienda  de protección oficial, tienen una pensión y allá están con sus pantuflas, y tienen sus ficheros y hacen libros como cosen las costureras.
Siempre he sido una persona libre, no tengo ninguna pensión y escribo mis libros de una forma totalmente natural, de acuerdo con el curso de mi vida, que le aseguro es distinto del curso de la vida de todas esas personas. Sólo quien es de veras independiente puede realmente, en el fondo, escribir bien. Porque cuando uno depende de lo que sea, se nota en cada una de sus frases. La dependencia paraliza cada frase que se escribe. Por eso no hay más que frases paralíticas, libros paralíticos, sencillamente porque la gente es dependiente: una esposa, una familia, tres hijos, el divorcio, un Estado, una empresa, un seguro, el jefe. Ya pueden escribir lo que quieran, la dependencia se nota siempre, y por eso es malo, está paralizado, paralítico.

Hay que escupir sobre lo que posee la gente para que desaparezca

La gente que, naturalmente, está establecida y tiene su puesto asegurado, y que tiene casas y trajes graciosos y bonitos -lo que puede ser muy bonito- tiene siempre miedo de las revoluciones, mientras que los que no tienen nada y andan desnudos por ahí no tienen por qué sentir miedo, para ellos es, en cualquier caso, un momento de exaltación el que arda la casa del amo. Eso está bien, pero todo el que tiene algo, aunque sólo sea un pan con mantequilla, quiere poder zampárselo tranquilo. Si su vecino, que no tiene nada, se lo quita de un manotazo o le escupe encima, resulta desagradable y repugnante. Cuando yo iba al colegio -siempre llevaba un almuerzo, un pan- había uno que venía siempre en el recreo y me decía: “¿Me das tu pan?”, y lo decía echando tanta saliva que siempre le daba enseguida el pan. Realmente era un buen método ¿no? Tendrían que aprenderlo los revolucionarios: hay que escupir sobre lo que posee la gente para que desaparezca. Burlarse no basta, hay que escupir encima.
Thomas Bernhard

Fin de la autoficción

Durante los últimos diez años consagré la mitad del espacio en este blog y más de la mitad en mi cuenta de Twitter a convertir mi vida en asunto de dominio público, especialmente mi vida amorosa. No quiero seguir haciendo eso porque el amor se acaba y yo sigo pensando en literatura, en temas eruditos, en frases célebres, en comprar un libro o en sacar otro de la biblioteca.
El amor de pareja no es el gran tema en la historia de mi vida, no es el centro, es mucho más importante leer y escribir y escribir sobre lo que leo y sobre lo que pienso de esas lecturas. Voy a retomar lo que hacía hace quince años: ensayos. No quiero escribir ensayos de veinte o treinta páginas con veinte citas y  dos páginas de bibliografía; quiero escribir ensayos de quinientas páginas sin muchas citas y sin mucha bibliografía. Espero hacer eso durante los próximos cinco años.
Para lograr lo que sueño me acogeré a los consejos sabios de Emerson.
Hace quince hace tenía un extenso fichero que llenaba a mano, ahora tengo este blog y Word. Más fácil imposible:
“Lleva un diario para hacerte el hábito de rendir cuenta de ti mismo ante ti mismo de alguna manera rigurosa y con intervalos más regulares que los que puede ofrecerte la mera conversación”. Lo que Emerson llevaba , y lo que recomendaba con entusiasmo a otros, era lo que solía denominarse un libro de citas, un volumen en blanco en el que uno toma nota de las imágenes más vívidas, las grandes descripciones, las expresiones notables, los puntos sobresalientes de la propia vida y de sus lecturas; las cosas que uno quiere recordar y conservar.  Un libro de citas no es un diario, ni un calendario ni una agenda, ni un registro de los propios sentimientos. Si tu diario consiste en los mejores momentos de tu vida y tus lecturas, entonces releerlo será como caminar por una elevada senda de montaña que va de una cumbre a otra sin tener que descender a la depresión de la rutina. El solo hecho de leer un diario exclusivamente compuesto por puntos altos tensará las cuerdas y elevará el tono del lector.
***
Siempre es útil que otros te digan qué es lo que no funciona. Entonces, cuando esa persona habla de lo que sí funciona, podemos darle crédito. Emerson abandonó el sistema del encabezamiento predeterminado del tema. Le explicó su nuevo sistema a Elizabeth Peabody, quien se lo transmitió por carta a su hermano George:
“Me aconsejó llevar un libro manuscrito y tomar nota en él de cada idea que se me ocurriera sobre cualquier tema interesante, conservando las imágenes con las que había surgido en mi mente. Este manuscrito debía ser perfectamente informal, permitiendo pasar de un tema a otro con sólo trazar una línea divisoria entre ellos. Después de que estuviera escrito, podía encabezar cada zona con un tema; y cuando quisiera escribir un artículo… allí estarían todas mis ideas, listas“.
Emerson debería haber agregado -o tal vez Peabody lo olvidó- que uno tenía que hacer un índice de cada diario al final para poder encontrar todas las entradas sobre un determinado tema sin tener que leer todo el manuscrito cada vez que se deseaba localizar algo. ¡Un blog!

Carta de Bukowski al bibliotecario que prohibió su libro por racista, sádico y misógino

Estimado Hans van den Broek:
Gracias por la carta donde me informa de la remoción de uno de mis libros de la biblioteca de Nijmegen. Y de que lo acusan de discriminación contra la gente negra, homosexuales y mujeres. Y de que es sádico a causa del sadismo.
Lo que temo discriminar es el humor y la verdad.
Si escribo mal sobre negros, homosexuales y mujeres es porque así eran los que conocí. Hay muchos “malos”: perros malos, mala censura; incluso existen “malos” hombres blancos. Sólo que cuando uno escribe sobre hombres blancos “malos”, no se quejan. ¿Y será necesario decir que existen “buenos” negros, “buenos” homosexuales y “buenas” mujeres?
En mi trabajo como escritor, sólo fotografío en palabras lo que veo. Si escribo sobre “sadismo” es porque existe, yo no lo inventé, y si algo terrible ocurre en mi trabajo es porque esas cosas pasan en nuestras vidas. No estoy del lado de la maldad, si es que abunda algo como el mal. En mi escritura no siempre estoy de acuerdo con lo que ocurre, ni me regodeo en el lodo por puro gusto. También es curioso que la gente que despotrica contra mi trabajo parece no ver las secciones donde trato de la alegría y el amor y la esperanza, y existen tales secciones. Mis días, mis años, mi vida han conocido altas y bajas, luces y sombras. Si escribiera sola y continuamente de la “luz” y nunca mencionara lo otro, entonces, en tanto artista, sería un mentiroso.
La censura es la herramienta de aquellos que tienen la necesidad de esconder realidades de sí mismos frente a los demás. Su miedo no es más que su incapacidad para hacer frente a lo que es real, y yo no puedo ventilar ninguna rabia contra ellos. Sólo me dan esta consternada tristeza. En alguna parte, mientras crecían, los escudaron contra los hechos totales de nuestra existencia. Les fue enseñado mirar de una sola forma aunque existieran muchas.
No me alarmo de que uno de mis libros haya sido cazado y expulsado de los estantes de una librería local. En cierto sentido, me honra haber escrito algo que despertara algo en sus imponderables profundidades. Pero me hiere, es cierto, cuando el libro de alguien más es censurado, pues dicho libro, usualmente es un gran libro y hay muy pocos de esos, y a través de los tiempos ese tipo de libros a menudo se convirtieron en un clásico, y lo que alguna vez se pensó escandaloso e inmoral ahora son lecturas requeridas en muchas de nuestras universidades.
No digo que mi libro sea uno de ellos, pero digo que en nuestros días, en este momento donde cualquier momento podría ser el último para muchos de nosotros, jode sobremanera y es imposiblemente triste que aún tengamos entre nosotros a los pequeños amargados, a los cazadores de brujas y los voceros contra la realidad. Aún y todo, ellos también van aquí con nosotros, son parte del todo, y si no he escrito sobre ellos, debería, tal vez lo haya hecho aquí, y es suficiente.
que seamos mejores juntos,
suyo,
(firma)
Charles Bukowski

A una transeúnte

La calle atronadora aullaba en torno mío.
Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reina
Una dama pasó, que con gesto fastuoso
Recogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,
Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.
De súbito bebí, con crispación de loco.
Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,
El placer que aniquila, la miel paralizante.
Un relámpago. Noche. Fugitiva belleza
Cuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.
¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?
¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!
Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,
¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!
Charles Baudelaire

Esa señora

7

JUN
hoy 2hoy 3hoy

Casa por cárcel

Llevaba dos semanas sin salir
Dos semanas sin lavarme el pelo
Todo el día en sudadera
Leyendo y copiando citas sobre lo leído
Un poco loca
Una locura consciente
Puro encierro voluntario.
Hoy me volví a reconciliar con la humanidad
Me puso mi ropa de “salir”
Mis gafas de “salir”
Mi reloj de “salir”
Mis aretes
Mis pulseras
Mis anillos.
Cuando me entrego al encierro voluntario me abandono y me olvido del “arreglo”
No soy una mujer
Soy alguien que lee
Camina dentro de la casa
Toma mucho café
Y se siente en el mundo perfecto (así se deben sentir las personas un poco enfermas de la mente, las que viven encerradas en su mundo interior).
Cuando salgo y me reconcilio con el mundo sé que me he entregado al encierro voluntario y me parece extraño y ajeno todo lo que tiene que ver con salir de nuevo a reencontrarme con otros seres humanos, me cuesta un poco de trabajo representar bien mi papel pero finalmente, casi terminando la jornada, vuelvo a ser yo representando mi papel en sociedad.
Pienso en los locos
En las personas obligadas a estar encerradas
En los ancianos que salen de su encierro sólo cuando alguien se compadece de ellos y los saca a tomar el sol y sufro por todos esos pobres seres porque sé que mi casa es una cárcel porque yo decido encerrarme y sé que esos encierros me ayudan a ver los contrastes de la vida y lo hermoso que es integrarse a una comunidad de personas normales que se reúnen para decirse cuánto se aman y lo mucho que se han extrañado.
Tengo familia pero ellos confían en mi cordura y saben que aunque vivamos en la misma ciudad no les está permitido interferir en mi soledad buscada y asumida.

Vivo con la sensación de que no he vuelto a escribir

Cuando me encuentro con la gente siempre me preguntan por qué escribo tanto.
Preguntan si programo los tuits para que se publiquen solos y si tengo un plan de trabajo para escribir en el blog.
Yo sonrío con dulzura y les digo que no, que todo fluye siempre de forma natural.
Pero ocurre algo extraño: cada cierto tiempo -mientras estoy sentada leyendo- (nunca me pasa mientra almuerzo o mientra camino), siento que estoy pasando por un muy mal momento, que he dejado de escribir, que ya no es como antes, que se esfumó la inspiración, que ya exprimí todos los recuerdos y sensaciones y que llegará un día en el que deje de escribir. Siento que ya dije todo lo que tenía que decir y pienso que seguramente lo mejor -relacionado con procesos de escritura- no es lo que está por venir sino lo que ya pasó.
Pero luego me animo y pienso que mis autores favoritos tienen más de setenta y cinco años o ya están muertos y yo apenas tengo 46 y llevo más de quince escribiendo y pienso también que no es poco lo que he escrito. Pienso que si todo lo que he escrito en internet lo publicara en libros armaría una pequeña biblioteca.
No leo lo que escribo porque -como los grandes- escribo para olvidar. No es una pose ni es una frase bonita. Es cierto: se escribe para olvidar.
Desde hace seis meses estoy viviendo una experiencia nueva con un hombre encantador, es tan fuerte esa experiencia que no me deja energía para escribir, es el tipo de experiencia que necesita convertirse en recuerdo para que pueda ser plasmada, necesita distancia y ser vista desde diversas perspectivas.
Lo único que se me ocurre en este momento -para que se hagan una idea de lo que vendrá después- es compartir el fragmento de un mensaje largo que me envió anoche mientras yo dormía profundamente:
Usted es especial
Quiero inundarla de regalos
Usted es la verdadera mujer
Quiero follármela.

Una lata de cerveza de las altas

Regresé a la
ciudad
a mi apartamento
con la ventana delantera
rota
y entré
cerré la puerta
cogí una lata
de cerveza de las altas
de la nevera
la abrí
eché un trago
allí sentado a
las 10.30 de la mañana
en ese
sofá de indigente y

fue una de las
mejores cervezas
que he tomado
en mi vida.
Charles Bukowski

Cuanto más clara se vuelve una cosa más espantosa resulta

Sólo se es siempre el producto final de lo que se ha hecho, experimentado y visto. Y cuanto más intensamente se ha mirado algo, tanto más se ha alejado uno, lógicamente. Ver más significa huir más lejos. Porque se vuelve cada vez más peligroso. Cuanto más clara se vuelve una cosa, tanto más espantosa resulta. Y no queda más que poner los pies en polvorosa, importa un pimiento que sea la literatura o las personas, la naturaleza, incluso… así son las cosas. Mientras la lente está un poco empañada, en general se aguanta mejor. En el momento en que algo te resulta claro, instintivamente te vas a otro lado. Así pues, no es que al acercarse todo se vuelva claro y soportable y acogedor sino exactamente lo contrario.
46437214

Lo que no se utiliza se atrofia y muere

Al fin y al cabo, todo el mundo es un gran personaje, tanto si pinta como si barre como si escribe. La gente quiere ser siempre algo distinto. Esa es la desgracia del mundo, en un noventa y ocho por ciento, y quizá en un uno por ciento más. Cada vez que uno habla con alguien, es un idiota. Pero uno es amable, porque no es un aguafiestas, y sigue hablando con la gente, y va a comer con ella y es amable y simpático. Y en el fondo uno es un idiota, porque ellos no se esfuerzan nada. Lo que no se utiliza se atrofia y muere. Como la gente sólo utiliza la boca pero no el cerebro, tienen encías y mandíbulas desarrolladas, pero el cerebro nada. Así ocurre la mayoría de las veces.
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Al fin y al cabo quiero liberarme

Yo no me aferro a las cosas. Porque entonces estaría listo. Al fin y al cabo quiero liberarme. Eso se arroja, como de un globo. Se arrojan sacos de arena que son los libros, y entonces se sube más. Cuando se arrojan sacos, en realidad se tendría que subir más. También con todo libro que se arroja habría que subir más. ¿No es una imagen bonita? Ahora bien, mientras se tiran alegremente sacos por el lado izquierdo y se cree que está subiendo, un peñasco lo destroza por detrás. O uno tiene una mujer que, a sus espaldas, va cortando las velas, mientras uno se balancea embobado.
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El deseo de decir la verdad

No es verdad lo que se escribe sobre nadie. Da igual que se escriba con mucha autenticidad la verdad sobre alguien o que se crea hacerlo, en cualquier caso será radicalmente falso. Al fin y al cabo, se trata sólo de la visión de uno, en el estado de ánimo en que escribe. Que media hora más tarde puede ser completamente distinto. Y luego viene además el que lo lee, que lo ve de una forma totalmente distinta… La verdad es que no sé cuál es la verdad, ni uno mismo lo sabe. Sobre todo porque es una cosa que es como es y se describe luego y son dos cosas distintas. Aunque sienta uno el impulso o tenga la manía de escribir la verdad al ciento por ciento, no lo consigue, porque haría falta poder plasmar la verdad sobre el papel, y no se puede. En el momento en que se intenta hacerlo con medios estilísticos y con el lenguaje, es otra cosa distinta y, en cualquier caso, una falsificación, aunque quizá sea algo aproximado. Probablemente el deseo de decir la verdad sea lo único que se pueda reflejar, pero la verdad… Lo que pasa es que una descripción no es la realidad, o sea, no sirve de nada, hagas lo que hagas. Y ni siquiera cuando se trata de hechos resulta. Si digo: “Murieron tres hombres”, es algo distinto que si se pudiera publicar su muerte misma, pero no se puede. Y cuando se lee una noticia de periódico, cada lector percibe y asimila una verdad distinta. Hay tantas verdades como hombres observan algo. Suponiendo que quieran saber la verdad. Pero la verdad es de todas formas una tontería. Yo me veo ahora de forma distinta a como usted me ve, y usted se ve distinto de como yo lo veo, y siempre a la inversa; así pues, cuando ocurre algo, es ya algo totalmente cambiado, embrollado y totalmente distinto. Con cada uno que escriba será una nueva verdad.
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La música y la escritura

Un día me siento y escribo nada más que un texto en prosa, y otro día, otro. Eso lo comprende usted, unas veces le apetece a uno una cosa, otras otra. La verdad es que no tengo ningún plan, como Heimito von Doderer. El proyectaba sus libros, los construía como un arquitecto, sobre un tablero de dibujo y en distintos colores: los capítulos positivos, creo, los escribía en verde y los negativos -apenas los había- en rojo. Tituló un libro suyo Los demonios. Sólo que nunca he encontrado en él ningún demonio.
Uno quiere hacer algo bueno, le gusta hacer lo que hace, como a un pianista. También un pianista empieza a tocar probando con tres notas, luego domina veinte y luego todas, y se va perfeccionando mientras vive. Y yo hago con palabras lo que otros con notas. Nada más. En el fondo, otra cosa no me interesa lo más mínimo. Ese es el atractivo de todo arte. El arte consiste sólo en tocar cada vez mejor el instrumento que se ha elegido. Esa es la diversión, y uno no deja que nadie se la arrebate, ni que lo disuada y, si se trata de un extraordinario pianista, ya puede uno vaciar toda la habitación donde esté con su piano, levantar mucho polvo y tirarle cubos de agua, que él se quedará allí tocando. Y aunque la casa le caiga encima, seguirá tocando, y lo mismo ocurre al escribir.
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La reacción es importante

Creo que algo importante o valioso sólo surge por la forma en que se recibe. Por su resonancia. Si no la tiene, tampoco tiene valor. Tampoco tus sentimientos tienen valor si se te quedan dentro. Y tampoco tu protesta sirve de nada si nadie la oye, porque entonces te ahoga. Por eso sale uno de casa y da a conocer su protesta. Y la reacción es importante. O bien dicen: está loco y hay que encerrarlo, pero alguna resonancia tiene. O bien sacuden la cabeza.
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Mis primeros 46 años

3

JUN
yo 2yo 3yo