viernes, 17 de julio de 2015

La felicidad

Para saber lo que uno quiere hacer
lo mejor es fijarse en qué se van los ratos de ocio.
Monserrat Ordoñez
¿Qué se puede hacer en ochenta años?
Probablemente, empezar a darse cuenta de cómo había que vivir
y cuáles son las tres o cuatro cosas que valen la pena.
Ernesto Sábato
El miedo y la tiranía empiezan en aquellos momentos que integran la vida de las personas hora a hora, día a día. Las verdades más esotéricas están ocultas en las experiencias más vulgares.
Herbert Marder
La vida es monótona, azarosa e incierta. La mayor parte de la gente muere sin saber qué le gustaba hacer, para qué tenía habilidades o si tenía o no un proyecto de vida, si tenía metas trazadas que se esforzaba por cumplir o simplemente se dejaba arrastrar por el curso de los acontecimientos sin planearlos ni valorarlos en el momento en que se vivían y cuando se convertían en recuerdos; la mayor parte de la gente no tiene tiempo para ocuparse de estos quehaceres, están muy ocupados viviendo según el mandato ajeno. Cuando una persona se ha dejado conducir la vida por otra, normalmente se convierte en un nuevo censor y los mandatos de los censores casi siempre cumplen el mandato de la Biblia naturalizada que dice: nace, crece, reprodúcete y muérete y en los tiempos que te queden libres trabaja para comer, duerme para reponerte del cansancio que te ha causado el trabajo y no robes, no mientas, no forniques porque tarde o temprano lo pagarás, en la tierra o en el más allá, en pocas palabras, cumple con tu función de mamífero superior y no pierdas el tiempo pensando en que la vida es de cada quien y que lo ideal sería que cada quien viviera según sus deseos y cualidades.
Una de las claves de la buena vida tiene que ver con la valoración del tiempo: la mayor parte de la gente vive anclada en el pasado o en el futuro, pasan sus tristes días recordando los dolores o alegrías del pasado o añoran tiempos mejores para una vida que no es la actual, olvidan que la felicidad se funda en el presente y que el recuerdo está hecho de la suma de instantes, preferiblemente de momentos de plenitud enmarcados por el ocio y la libre elección de las actividades que se realizan; estas actividades tienen poco que ver con el valor material de los objetos que las enmarcan, con la exhibición de las propias cualidades y realizaciones para el disfrute de otros. No tiene sentido realizar una actividad con el solo propósito de dar a conocer ante el público los propios atributos o la grandeza del alma; los mayores placeres de la vida los conceden las actividades gratuitas realizadas en la plenitud que brinda el placer de actuar en soledad, para uno mismo y con mucho tiempo libre para planear y sopesar el placer que vendrá.
Hay otro problema: frecuentemente se confunde bienestar material con felicidad personal y resulta que los objetos o el valor de los objetos no es tan importante como el valor que se le concede a estos objetos como objetos con los cuales los seres humanos viven momentos de plenitud: vale más un estado de ánimo placentero que la posesión de un objeto, por más bello o costoso que sea. El estado de ánimo con el que se difrutan los objetos y la valoración propia de los mismos es lo que importa, el objeto es un objeto, cueste lo que cueste, y los estados de ánimo poco tienen que ver con su valor material, a no ser que las sensaciones sean placenteras sólo si se considera el valor material como la esencia fundamental de la configuración de estados de ánimo placenteros, en ese caso el disfrutador vivirá en un permanente estado de frustración debido a que la contemplación de la mayoría de sus tesoros dura muy poco y la adquisición de un objeto lo llevará irremediablemente a buscar otro que le produzca una sensación de plenitud que supere la anterior. Este ser no es un gozador, es una persona dependiente de lo material, seguramente alguien con muchos amigos y una vida social bastante agitada. Cuando los objetos forman parte de las conversaciones entre amigos éstos sí tienen valor, ofrecen indicios claros de la condición social y económica de los demás y nadie quiere parecer menos distinguido y original que sus amigos, entonces vale la pena trabajar como un burro para que los amigos vean que uno no es ningún muerto de hambre, que tiene gusto, estilo y distinción, que es una persona digna de compartir su amistad.
La aparente superioridad de la mente en relación con el cuerpo y de la razón en relación con los sentimientos es uno de los mayores obstáculos que impiden concebir y disfrutar la vida de manera animal, la felicidad se construye alrededor de actividades tan complejas como comer, beber, amar, dormir, descansar, no hacer nada "productivo", hablar, reír, leer, ver películas sin pretensiones de crítico de arte, en pocas palabras, dejarse conducir por los deseos del cuerpo. La diferencia entre el hombre y los demás animales seguramente consiste en que los seres humanos son concientes del placer que brindan la satisfacción de los requerimientos físicos básicos y lo disfruta tanto que se inventa permanentemente extensiones del placer que brinda la satisfacción de estas necesidades. Quien guía los caminos hacia la plenitud no es la mente ni la sociedad sino el cuerpo, un cuerpo que sueña con la libertad y que constantemente se reacomoda en los diferentes contextos por los que transita, hay que acomodarse en la cama, en la casa, en la calle, con la ropa, los zapatos, la forma de caminar, vale la pena pensar si al cuerpo le interesa más la risa o la conversación, el baile o el deporte, la lentitud o la rapidez, la sorpresa o la costumbre, la noche o el día, si tolera el alcohol, la leche, el dulce y la sal.

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