La nueva física da a la mente una posición central en la naturaleza. La teoría de los cuantos, tal como se interpreta normalmente, carece de sentido sin la introducción del observador.
La mecánica cuántica es el fundamento de nuestra comprensión de los reinos molecular, atómico, nuclear y subnuclear. La teoría de la relatividad trata de la naturaleza del espacio, del tiempo y del movimiento.
La nueva física se yergue en agudo contraste contra este trasfondo de reduccionismo tradicional. El factor cuántico echa por la borda el determinismo de Laplace, y niega que el mundo pueda ser comprendido únicamente en términos de sus componentes.
Cada observación trae consigo una transformación apreciable de la situación física. Al observar un átomo, éste salta de una forma característica que ninguna interacción física puede imitar. Quizá el sentido común se desplome con el advenimiento de la nueva física, pero en el Universo que estos adelantos ponen de manifiesto vuelve a haber un lugar para el hombre en el gran esquema de las cosas.
La normalidad es una consecuencia del número excesivamente limitado de experiencias con las que estamos familiarizados. En nuestra vida cotidiana nunca viajamos a velocidades lo suficientemente grandes para que las curvaturas del espacio y de tiempo sean apreciables, y la mayor parte de nosotros no nos sumergimos nunca en el incierto y nebuloso reino del átomo. Sin embargo, el mundo de la experiencia racional, ordenado y lleno de sentido común, es una impostura. Tras él yace el mundo tenebroso y paradójico de sombría existencia y cambiantes perspectivas.
Paul Davies, en Super-fuerza. Barcelona: Salvat. 1985: 19-39.
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