miércoles, 22 de julio de 2015

No hay obispo ni catedrático que nos parezca de rango extraordinario

Todas las instituciones edificadas históricamente sobre el aplazamiento de la satisfacción, se trate de la recompensa sexual tras las nupcias, del poder tras las oposiciones o de la santidad tras los largos procesos, han ido quedando obsoletas. Ni un santo ni una esposa, ni un notario conservan la mitad de la categoría de hace treinta años. Ahora no hay obispo ni catedrático que nos parezca de rango extraordinario. Pero tampoco se lo parece a sus propias instituciones, que les hacen vivir con sueldos infamantes. No hay grandes ni purpuradas categorías de color indeleble, sino empleos, cargos, puestos móviles, en consonancia con el cambiante vestuario del consumo. Sólo el yo sería el posible broche unificador de la vida. Pero ni eso. El yo zarandeado por el viaje, la flexibilidad, la novedad, el traslado, trata a su vez de comportarse como un artista y hacer de su vida una productora de filmes de todos los géneros.
Vicente Verdú, en Yo y tú, objetos de lujo. Barcelona: Mondadori. 2005. 101.

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