Hablar sin pasión.
Si intentas gustar acabarás rebajándote.
Todo lo que es profundo ama la máscara.
Siempre se pierde algo al darse al público.
Sólo el oprimido sabe lo que es el espíritu.
A la larga sólo el bien es digno de atención.
De lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso.
Lo que haces no es para ti, sino para los demás.
Hay en nosotros algo más profundo que el cerebro.
En cuanto nuestro corazón se enternece se debilita.
El efecto de la sabiduría es una alegría siempre igual.
Dos excesos: excluir la razón, no admitir sino la razón.
Una opinión imparcial carece siempre y en absoluto de valor.
Muchas cosas que causan terror de noche, el día las torna ridículas.
El buen gusto es la capacidad de neutralizar continuamente la exageración.
Si cedo ante el placer, tendré que ceder ante el dolor, la fatiga y la pobreza.
En nuestros pensamientos tiene más parte la voluntad que el entendimiento.
La felicidad es una mentira cuya búsqueda causa todas las calamidades de la vida.
Cuando mejor mentimos es cuando la mentira concuerda con nuestro carácter.
No echaré a perder mi amor por lo sombrío escribiendo una oda a la oscuridad.
Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan.
Los dioses que nos dieron la llama divina nos dieron también el divino sufrimiento.
No creo en el remordimiento. Es una palabra de melodrama que jamás consideré auténtica.
El hecho de afectar una cualidad, de vanagloriarse de ella, es una confesión de que no se posee.
Ninguna cosa honesta puede ser realizada de mal talante, por fuerza. Toda cosa honesta es voluntaria.
Más vale inclinarse por la duda que por la seguridad en cosas difíciles de probar y peligrosas de creer.
La suprema adquisición de la razón consiste en reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan.
El modo más pérfido de hacer daño a una causa es defenderla deliberadamente con malos argumentos.
"Ni amar ni odiar"; esta regla encierra la mitad de toda sabiduría; "no decir nada y no creer nada": he ahí la otra mitad.
He podido meterme en cargos públicos sin apartarme de mí ni un dedo, y darme a los demás sin robarme a mí mismo.
Decir las cosas tan sencillamente que parece que no se han pensado y con tanta certeza, que se ve bien cómo se piensa.
Toda poesía que no exagera es auténtica y todo lo que produce una impresión duradera y profunda no es exagerado.
Los nudos más sólidos se desatan por sí mismos, porque la cuerda se gasta. Todo se va, todo pasa, el agua corre y el corazón olvida.
El hombre del mundo perfecto sería aquel a quien la indecisión nunca le haga quedarse corto y a quien nada haga apurarse tampoco.
El artista debe arreglarse para hacer creer a la posteridad que no ha vivido. Cuanto menor es la idea que me formo de él, más grande resulta.
En la juventud domina la contemplación; en la edad madura, la reflexión; por eso la primera es la época de la poesía; la segunda, la de la filosofía.
No presumo de ir hacia un falso ideal de estoicismo pero evito las ocasiones de sufrimiento y las atracciones peligrosas, de las que ya no se vuelve.
Nuestro valor intelectual, lo mismo que nuestro valor moral, no entra del exterior en nosotros, sino que sale de lo más profundo de nuestro ser.
La alabanza o la censura no tienen sino un efecto momentáneo en aquellos en quienes el amor por la belleza en abstracto los hace críticos severos de sus propias obras.
Lo que hace dulces los días es la expansión de la mente, la comunión de ideas, el relato confidencial de lo que se ha soñado, lo que se desea, todo lo que se piensa.
Cuanto más se aproxime una persona a otra, tanto menos consecuente en sus empresas y consistente en su interior le parecerá, a no ser que la vea con los ojos del amor.
No es el temperamento violento, es la prudencia lo que hace parecer terrible y amenazador; de tal manera, el cerebro del hombre es un arma más terrible que la garra del león.
La verdadera finalidad de la educación es el amor a la belleza, los mejores métodos educadores son el desarrollo del temperamento, el cultivo del gusto y la formación del espíritu crítico.
En toda confesión, en toda representación, se introduce fácilmente la deformación, y lo más tierno, lo indecible, se puede convertir, con un movimiento de la mano, en vulgar.
Todo el mundo puede simpatizar con los sufrimientos de un amigo; pero se requiere una naturaleza excepcionalmente pura, realmente individualista, para simpatizar con los éxitos de un amigo.
Mientras ignores lo que debes evitar y lo que debes desear, qué cosas son necesarias y cuáles son superfluas, dónde se halla lo justo y dónde lo injusto, lo que hagas no será viajar sino andar errante.
No soporta el alma que pongan límites a su duración: todos los años anda diciendo, sin míos: ningún siglo queda cerrado a los grandes espíritus; ninguna época es impenetrable al pensamiento.
El fácil, con una jerga convenida, con dos o tres ideas en boga, hacerse pasar por un escritor socialista, humanitario, renovador y precursor de ese porvenir evangélico soñado por los pobres y por los locos.
La mayor atención que un autor puede tener para como su público es no darle nunca aquello que espera, sino aquello que él mismo, desde el grado de formación propia y ajena, considera correcto y útil.
Un hombre será tanto más poderoso lingüísticamente cuanto más profunda sea la soledad en la que se arraiga. A la inversa, el hombre más social, el ángel de la sociabilidad, debería callar y observar.
Nada te será tan útil para mostrar temperancia en todas las cosas como la frecuente consideración de la brevedad y la incertidumbre de la vida. En cualquier cosa que hagas, pon tus ojos en la muerte.
El recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y las cosas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años.
Todo el talento de escribir no consiste, depués de todo, más que en la elección de las palabras. La precisión es la que hace la fuerza. En el estilo es como en música: lo más hermoso y lo más raro que hay es la pureza del sonido.
La filosofía no enseña a hablar, sino a actuar, y exige que todo el mundo viva conforme a su ley, que la vida no contradiga la palabra y que no exista discrepancia entre los diferentes actos de la vida, que todos ofrezcan el mismo color.
Si logramos descorrer el velo de las palabras, el cual nos oculta la verdadera esencia de las cosas, entonces nos encontraremos cara a cara con las percepciones originarias y, en ellas, con las últimas certidumbres del conocimiento.
Revelar cólera u odio en las palabras o en los ademanes es inútil, peligroso, imprudente, ridículo y vulgar. No se debe, pues, manifestar cólera u odio sino por actos. La segunda manera obtendrá tantos más éxitos cuando mejor se preserve uno de la primera.
No son las grandes desgracias las que crean la desgracia, ni las grandes felicidades las que hacen la felicidad, sino el tejido fino e imperceptible de mil circunstancias banales, de mil detalles tenues los que componen toda una vida de paz radiante o de agitación infernal.
La mayor fineza radica en el mínimo de fineza. Es inútil comportarse, pues lo que para otros es el colmo del comportamiento, para nosotros es precisamente nuestro estado natural. Son tan pocas las gentes sencillas, es decir despojadas de toda provocación sentimental o intelectual, que el hecho de ser como somos nos vuelve singulares.
No es necesario ser un espíritu muy cultivado para comprender que no hay aquí abajo satisfacción verdadera y sólida: que todos nuestros placeres no son otra cosa que vanidad; que nuestros males son infinitos: y que, en fin, la muerte que nos amenaza en todos los instantes debe infaliblemente colocarnos dentro de pocos años en la infalible realidad de ser eternamente aniquilados o desgraciados.
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