Los niños del presente pasan la mayor parte del tiempo sin sus padres; sus padres trabajan como esclavos para comprar todo tipo de objetos que eleven su status y su amor propio. Además de hijos, casa y carro tienen perro y gato.
A lo largo de la vida el ser humano se sentiría pleno con tres parejas: la primera para vivir intensamente la sexualidad. La segunda para saber lo que significa ser padre. La tercera para pasar la vejez con una persona que comparta gustos similares a los nuestros, pero, supongo que entre pareja y pareja, entre experiencia y experiencia, hay mucho dolor de por medio: abandono, soledad, miedo y culpa: abandoné a la mujer a la que le prometí en el altar ante Dios que estaría con ella hasta que la muerte nos separe, dejé pasar un posible gran amor por estar ocupada cuidando a mi hijo de cuatro años, me siento culpable: mientras mi esposa y mis hijos están viendo televisión, yo estoy en un hotel con mi amante, que me tiene acabado, esta mujer está muy buena para lo que ya no es tan buena mi mujer...
Un amor pasa, un hombre pasa, los hijos no pasan, no se debe gozar tan plenamente la vida teniendo de por medio la imagen de los hijos. Los que más pierden en esta época de experimentación, cuando no importa sacrificarse por nada ni creer en nada, son los niños, los pobres niños que nacen por millones cada día y luego son abandonados por sus propios padres en sus propios hogares. Los niños no son conejitos, los niños son lindos y los conejitos también, a los conejitos nos los podemos comer pero a los niños no, un niño puede vivir cien años, mucho más que un conejito.
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