Hágaseme entender, según raciocinio, en qué fundamentos ha erigido el hombre esa gran ventaja que piensa tener sobre las demás criaturas, y dígaseme quién le ha persuadido de que se han creado para su comodidad y servicio cosas como el admirable movimiento de la bóveda celeste, la eterna luz de los luminares que orgullosamente brillan sobre su cabeza y los espantosos movimientos del mar infinito, con todo lo demás así establecido y que perdura desde hace tantos siglos. ¿Es posible imaginar nada tan ridículo que esa infeliz criatura, que ni siquiera es dueña de sí y está expuesta a las ofensas de todo y de todos, se diga dueña y emperatriz del Universo a pesar de que no está en su mano conocer la menor parte de sí mismo y mucho menos imperar sobre él?
Montaigne
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