En realidad, el rechazo de Moor estaba calculado para causar el máximo dolor posible, dadas las circunstancias. Ponía a Lee en el lugar de un marica odiosamente insistente, demasiado estúpido e insensible para ver que sus atenciones no tenían eco, llevando a Moor a la desagradable necesidad de trazar una línea…
Cuando Lee se apartó para ensayar su majestuosa reverencia a la antigua, lo que le salió fue una mirada lasciva de desnuda lujuria, arrancada del dolor y el odio de su cuerpo necesitado y, al mismo tiempo, en doble exposición, la sonrisa de simpatía y confianza de un niño dulce espantosamente fuera de lugar, mutilado y sin esperanza.

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