Ver a Doolie con el síndrome de abstinencia era algo terrible. La envoltura de su personalidad había desaparecido, disuelta por las células hambrientas de droga. Vísceras y células, galvanizadas por una repugnante actividad, como la de una larva de insecto tratando de romper su capullo, parecían a punto de salir a la superficie. Su cara estaba borrosa. Era realmente irreconocible al mismo tiempo hundida y tumefacta.

No hay comentarios:
Publicar un comentario