lunes, 6 de marzo de 2017

Biología animal

Hay dos alternativas en literatura: hablar de sexo y dinero o no hablar de sexo y dinero.
Si el autor habla de sexo y dinero debe ser para burlarse del sexo y despreciar el dinero. Y esta será la literatura realista de crítica social. Para que la obra sea auténtica el autor debe ser sincero, debe burlarse del sexo y despreciar el dinero. Si va a despreciar el engaño, la adulación, la mentira, el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo… Si va despreciar todos esos sentimientos y prácticas viles tan frecuentes en los seres humanos debe ser sincero también. Que no sea una pose para quedar bien, para parecer profundo y sensible, para parecer lo que no es, para vender muchos libros, ganar muchos premios y encontrar buenos amigos y mejores amantes. No debe actuar de esa forma porque un lector inteligente y sensible lo descubrirá cuando lo vea en público (aunque es extraño encontrar personas inteligentes y sensibles en eventos públicos relacionados con literatura).  Si en tu libro quieres parecer Nietzsche no aparezcas con la cara de Ricardo Silva, Héctor Abad, Andrés Hoyos o cualquier otro escritor colombiano de renombre. Trata de ser tú mismo en la  vida y en la obra.
Si el autor no habla de sexo y dinero es porque se burla del sexo y desprecia el dinero, más todavía que el autor de literatura realista. Este es el autor de literatura fantástica. Aquí los seres humanos no se igualan con los conejos y los perros, no se rebajan a su condición más primaria, la de juntar las partes para darle vida a un nuevo ser o para resoplar como cerdos durante diez minutos de  locura; al autor sólo le importa ocuparse de las dotes intelectuales de sus personajes, su capacidad de análisis y síntesis. Le interesa lo más noble de su triste condición. Por eso se burla del sexo y desprecia el dinero y el recurso más efectivo para constatarlo tiene que ver con el hecho de que en sus composiciones los personajes no caen en prácticas sexuales y tampoco hay intercambios de dinero. No se habla de la condición sexual ni económica de los personajes.
Hay literatura fantástica en la que se involucra el sexo y el dinero, pero para que sea fantástica el sexo no debe estar relacionado con biología animal sino con violencia, crímenes y todo tipo de excesos. El lector debe terminar asqueado del sexo o muerto de la risa.
Los mejores representantes de estos géneros son Bukowski, Sade y Lovecraft. Sus libros están llenos de verdades que la gente no está dispuesta a oír, leer ni imaginar.

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