lunes, 6 de marzo de 2017

Relación sentimental con una almohada

Después de cuarenta y seis años de existencia supe -no sin asombro- que establezco relaciones sentimentales con las almohadas.
Lo supe porque hace dos años encontré la almohada perfecta, disfruté noches intensas con ella sin descanso y cuando se deterioró quise encontrar una idéntica o parecida y fracasé en todos mis intentos.
Compré dos almohadas nuevas y quise cambiarlas pero me gustaba más la almohada vieja y seguí aferrada a ella durante un año más mientras las almohadas nuevas no me sabían a nada y las miraba con desprecio.
Hice varios intentos con la almohada nueva hasta que un día cualquiera y sin saber por qué sentí que entre ella y yo se estableció un puente más poderoso que el que había establecido con la anterior.
Completamos una semana de noches intensas, es una experiencia nueva porque no se parece en nada a mi aventura pasada, es toda una aventura en mi cabeza.
Esta mañana me descubrí asombrada abrazada a la almohada en actitud fraterna como abrazaba a un oso que terminé tirando a la basura porque sentía me que seguía con la mirada y lograba intimidar con su actitud a los osos de carne y hueso, a los hombres que parecen osos.

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