domingo, 19 de julio de 2015

¡Ah, qué niño soy!

Yo buscaba los ojos de Carlota: ¡ay! iban de uno en otro, pero no se posaban en mí, en mí, que estaba delante totalmente entregado a ella. Mi corazón le dijo mil adioses. ¡Y ella no me vio! El coche siguió adelante, y los ojos me quedaron llenos de lágrimas. La seguí con la mirada y vi inclinarse contra la portezuela el sombrero de Carlota, y ella se volvió a mirar, ¡ay! ¿a mí? Querido mío, floto en esta incertidumbre: es mi consuelo: quizá volvió la mirada para verme, ¡quizá! ¡Buenas noches! ¡Ah, qué niño soy!
¡Tendrías que ver la figura de estúpido que hago cuando la nombran en la conversación! ¿Y cuando me preguntan si me gusta? ¡Gustar! Odio esa palabra hasta la muerte. ¡Qué hombre tiene que ser aquel a quien le guste Carlota y no le llene todos los sentidos, todo su ánimo! Hace poco, alguien me preguntaba si me gusta Ossián.
Werther a Guillermo

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