viernes, 17 de julio de 2015

El matrimonio: la mejor carrera de la mujer

Simone de Beauvoir en 1949 era más optimista que muchas feministas de la actualidad, al leer el comienzo de la introducción de la cuarta parte de El segundo sexo, uno no saber si reírse o llorar:
"Las mujeres están hoy a punto de destronar el mito de la feminidad; empiezan a afirmar concretamente su independencia; pero no sin grandes esfuerzos consiguen vivir íntegramente su condición de seres humanos".
Simone de Beauvoir, visionaria eterna de la condición de inferioridad deseada y asumida por la mujer y celebrada y disfrutada por los hombres:
Repugna por igual a hombres y mujeres estar bajo las órdenes de una mujer.
No es la inferioridad de las mujeres lo que ha determinado su insignificancia histórica, sino que ha sido su insignificancia histórica lo que las ha destinado a la inferioridad.
Educadas por mujeres en el seno de un mundo femenino, su destino normal es el matrimonio, que las subordina todavía prácticamente al hombre; el prestigio viril está muy lejos de haberse borrado: todavía descansa en sólidas bases económicas y sociales.
Se abren a las mujeres las puertas de las fábricas, las oficinas, las Facultades, pero se continúa considerando que el matrimonio es para ellas una de las carreras más honorables, una carrera que las dispensa de toda otra participación en la vida colectiva.
Los padres aún educan a la hija con vistas al matrimonio más que propician su desarrollo personal, y la hija ve en ello tantas ventajas, que llega a desearlo ella misma; resulta así que, a menudo, está menos especializada, menos sólidamente formada que sus hermanos, se entrega menos totalmente a su profesión; de este modo, se condena a permanecer inferior; y el círculo vicioso se cierra: esa inferioridad refuerza su deseo de hallar marido.
Los privilegios económicos ejercidos por los hombres, su valor social, el prestigio del matrimonio, la utilidad de un apoyo masculino, todo empuja a las mujeres a desear ardientemente agradar a los hombres. En conjunto, todavía se hallan en simulación de vasallaje. De ello se deduce que la mujer se conoce y se elige, no en tanto que existe por sí sino tal y como el hombre la define. Por consiguiente, tenemos que describirla en principio tal y como los hombres la sueñan, ya que su ser-para-los-hombres es uno de los factores esenciales de su condición concreta.
Homenaje a la mujer en su día (marzo 6 de 2008). Este poema me lo regalaron como volante el famoso día de la mujer, al leerlo tampoco supe si reírme o llorar; el dichoso poema pudo haber sido escrito por un hombre o por una mujer, los dos saben de memoria cuáles son los secretos de este ser tan maravilloso y sabio. En el poema sólo han olvidado una condición de la mujer como dadora de vida y es que el milagro de la vida lleva impreso el milagro de la muerte, la mujer le concede a su hijo el viente y la tumba, el calor y el frío: "Haber sido concebido, parido, he ahí la maldición que pesa sobre su destino, la impureza que mancilla su ser. Y es el anuncio de la muerte. El culto de la germinación siempre siempre ha estado asociado al culto de los muertos. La tierra-Madre engulle en su seno las osamentas de sus hijos. Son mujeres -Parcas y Moiras- las que tejen el destino humano; pero también son ellas quienes cortan los hilos. En la mayor parte de las representaciones populares, la Muerte es mujer, y a las mujeres corresponde llorar a los muertos, puesto que la muerte es obra suya":
Mujer
Dios me dió la bendición de haber nacido mujer.
De tener corazón de mujer, de ver las cosas
de manera que nuestros amados seres
del sexo opuesto no entienden.
Dios puso en el corazón de la mujer
muchos secretos, muchos tesoros.
No nos dió la fortaleza física,
pero nos dió la fortaleza del alma.
Le dió a su alma y corazón ternura,
sensibilidad, delicadeza, visión.
Por esta última cualidad es que dicen
que tenemos un "sexto sentido".
También nos hizo privilegiadas al otorgarnos
el milagro de la maternidad.
Gracias por tu tenacidad y compañía;
no permitas que la sociedad de consumo
haga de ti un objeto, tú vales por lo que eres.
Gracias por ser el reflejo del rostro armonioso,
bello, fuerte y tierno del Creador.

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