domingo, 12 de febrero de 2017

Mi droga es la escritura

2016 lo consagré casi exclusivamente al estudio de las drogas; traté de imaginar el proceso creativo bajo el efecto del opio, la heroína, el LSD y el DMT. Esas eran las sustancias con las que soñaba alterar mi mente con la intención de ser una verdadera artista; la marihuana, la cocaína y el alcohol no me interesaban mucho y la ayahuasca me asustaba un poco porque sospechaba que podría llegar al mundo de los muertos, imaginaba una experiencia muy desagradable.
Las opiniones de mis confidentes estaban divididas. Iban desde el que me miraba con asombro ante la simple idea de pensar en esas experiencias locas, había gente me que animaba, decían que yo era poderosa y mi escritura lo sería todavía más si me lanzaba a la aventura; otros decían que podría consumir todas las drogas que quisiera y seguiría siendo la misma porque soy una vieja resabiada; otros decían que mi cerebro funcionaba como si consumiera coca, bazuco o fuera alcohólica, que no necesitaba experimentar; otros pensaban que si fumaba opio no volvería a salir de mi casa; otros pensaban que si consumiera drogas sería muy sociable y me enamoraría de la rumba. En fin…
2017 es un año nuevo, hoy es 15 de enero y retomé este blog, estoy más cerca de la música que del estudio de las sustancias de los sueños, las plantas de los dioses, las diferentes formas de estar colocado… y mi mente racional me dice que tal vez lo mejor es no jugar con candela porque en los estudios sobre drogas usan metáforas del tipo la cadena de ocho vueltas, el viaje sin retorno, el placer de dañar al sano, las drogas no dan la creatividad sino el cerebro de quien las consume, sólo dan una especie de realce porque una sustancia no puede producir lo que el usuario no tiene en su cerebro; el cerebro puede simular el efecto de todas las drogas, el opio sabe esperar… Son escasos los Cantos a las drogas, casi todos los adictos sueñan con salir de la cárcel que se han autoimpuesto.
Llevo dos semanas sin leer sobre drogas y escribiendo textos de más de 14o caracteres, de nuevo estoy descubriendo que mi droga perfecta es la escritura porque descargar mi ira, mi risa o mi erudición desde el teclado me produce emociones fuertes. William Burroughs decía que la droga más poderosa es pasar el día entero solo leyendo y escribiendo y creo que tenía razón. Pensar en escribir y luego hacerlo me altera el ánimo como seguramente no lo haría ninguna droga. No voy a experimentar, voy a seguir digitando, no voy a jugar con mi cerebro y la vida que he construido de forma consciente desde hace más de treinta años. Voy a seguir escribiendo de forma frenética y asumo todas las consecuencias de los tiempos pasados:
Censura en Twitter
Amenazas de muerte
Amenazas de ataques con ácido
Matoneo grupal.
La escritura me da vida y es mi droga, expresar lo que siento de todo corazón y con toda mi ira, mi risa o mi generosidad me hacen sentir bien, siento que cumplo como ser humano, sospecho que ese es mi destino porque desde 1979 la pasión de mi vida han sido la lectura y la escritura.
La escritura le da emoción a mi vida. Esas emociones pueden llegar a perturbarme un poco, a enfurecerme de verdad, pero no importa, es peor ser un muerto en vida como la mayoría de la gente, una ciudadana de bien que evita entrar en conflicto con sus compatriotas con la intención de poder caminar tranquila por cualquier calle.
Asumo las consecuencias de mis actos y espero seguir siendo feliz con la droga que más disfruta mi cerebro: la escritura frenética en tiempo real.

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