jueves, 20 de abril de 2017

Machismo colombiano y el odio a la mujer. El caso María Antonia García de la Torre


Martín Elías Díaz (hijo de Diomedes Díaz) murió el 15 de abril. Hoy es 20 de abril y continúan los insultos a @caidadelatorre porque publicó una serie de tuits que indignaron al país entero: a los admiradores del cantante, a los admiradores del padre del cantante,  a los cristianos, a los uribistas,  a la gente de la costa que valora de forma apasionada la música y la cultura vallenata, a tuiteros de todos los tipos sin distinción de clase, nivel intelectual, raza ni género, a millones de seres humanos que encontraron desde ese día a la persona perfecta para descargar toda su ira y frustración porque María Antonia no es humilde, porque es terca, porque bloquea, porque es arrogante, porque siendo bonita no es una mujer sencilla, porque presume con su formación académica, porque calladita se ve más bonita, porque no tiene que ser tan emocional, porque defiende a las víctimas, porque denuncia el paramilitarismo, porque no ve en Uribe al Salvador de Colombia, porque debe aprender a ser suave y a reconocer que se equivocó.
Cometió un error y a pesar de que lo admitió y  ofreció disculpas en Twitter y a través de entrevistas en Blu Radio y en W Radio, sigue siendo insultada y amenazada como si se tratara de la persona que ha cometido los peores delitos en la historia de Colombia.
Los tuits de María Antonia molestaron mucho porque la muerte del hijo -que nada tiene que ver con el comportamiento reprochable del padre- nos vino a recordar el maltrato a la mujer, el machismo, el feminicidio y la forma como un país entero -hombres y mujeres- le dan toda la relevancia a las cualidades artísticas de Diomedes Díaz y olvidan la forma en que fue asesinada y estigmatizada Doris Adriana Niño.
Llama la atención que ninguna de las feministas colombianas se haya solidarizado con @caidadelatorre; algunas la han atacado sin piedad y otras la han ignorado, pero todas ellas deben saber que a pesar de que no les resulte simpática o se hayan sentido despreciadas por ella (pienso especialmente en Carolina Sanín y en Catalina Ruiz-Navarro) el hecho nos debe llamar la atención porque el ataque incluye calumnias gravísimas, intimidación, matoneo excesivo y amenazas de muerte. Ninguna falta de cariño, ningún resentimiento, ninguna mala actitud de parte de ella da para que ignoren un hecho tan lamentable y para que sigan atacándola o ignorándola sin ningún tipo de consideración.
María Antonia escribió ayer el texto titulado “Un vallenato sobre la violencia machista en Colombia”, voy a citar las frases más impactantes y espero que los lectores reflexionen un poco sobre su propio comportamiento como hombres y como mujeres. Espero que se pregunten si la terquedad para no admitir a tiempo que los tuits fueron hirientes y desconsiderados son motivo suficiente para callarla de una vez por todas y para siempre, para seguir insultándola y amenazándola con un futuro negro:
Pasaron meses después del crimen antes de que, tras una exhumación, su hermano reconociera el cadáver descompuesto y la joven fuera trasladada a un cementerio en Soacha, zona pobre al sur de Bogotá donde vivía su familia.
En el caso de Niño, ha prevalecido la noción machista de que la muchacha se merecía su grotesca muerte, por fiestera, por beber, por no ser obediente, sometiéndola a una doble victimización.
Niño es un símbolo de los feminicidios que todos los años enlutan a las familias colombianas ante la indiferencia de los medios y la sociedad. Los colombianos debemos preguntarnos por qué permaneció intacta la reputación y fama de Diomedes Díaz —también conocido como el Cacique de la Junta— mientras el nombre de su víctima fue olvidado, y hasta qué punto nuestro silencio es cómplice.
La desaparición de la chica de la memoria colectiva no es una excepción. Los medios omiten de forma sistemática los feminicidios a pesar de que los casos se cuentan por cientos al año. Según la Universidad de la Sabana, en los dos últimos años más de 49.000 mujeres fueron víctimas de violencia doméstica y el año pasado se registraron 122 feminicidios, un 20 por ciento más que en 2015.
Durante su estadía en la cárcel eran comunes las manifestaciones de sus seguidores, quienes exigían su liberación a pesar de haberse comprobado su participación en el asesinato. Parecía un exabrupto aceptar una pena de cárcel por su comportamiento, algo no tan inexplicable. Seamos claros: no es una conducta inexplicable en el contexto de la atávica sociedad patriarcal del Caribe que permite prácticas como la poligamia y subyuga a la mujer a la voluntad del hombre so pena de recibir maltratos y, en casos como el de Niño, incluso de perder la vida.
Durante los últimos meses ha habido un tímido repunte en las denuncias periodísticas sobre la violencia de género proyectada en ataques de ácido y abuso sexual, entre otras situaciones, pero pierden relevancia muy pronto o quedan opacadas por la fama de sus victimarios. Esa falta de cobertura invisibiliza a las víctimas y aumenta su vulnerabilidad.
Los nuevos aires de paz que se respiran en el país son ideales para fortalecer la conciencia de la población sobre los feminicidios. La denuncia pública en los medios pone el debate sobre la mesa y genera una mayor fiscalización, no solo de los victimarios sino del mejoramiento e implementación de las leyes.
Estamos en el momento correcto para impulsar una revolución que mueva esos cimientos culturales anquilosados que tanto daño le hacen a la mujer. Se debe empezar a informar de forma completa a la opinión pública, presentando una imagen real de las personalidades que, mal que bien, son un modelo a seguir, como Diomedes Díaz.
También es clave endurecer la sanción social y judicial para los hombres —famosos o no— que agredan a su pareja. La transformación debe darse a través del diálogo y el respeto, para reducir de forma radical los feminicidios y la opresión de la mujer en todas sus formas.
https://www.nytimes.com/es/2017/04/19/un-vallenato-sobre-la-violencia-machista-en-colombia/?smid=tw-espanol&smtyp=cur
LF444YSY

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