lunes, 30 de noviembre de 2015

Escribir desde la normalidad

Uno de mis grandes placeres consiste en  indagar en la vida de las grandes mentes de todos los tiempos. Casi toda la gente admirable es de extremos: muy pobre, muy triste, muy enferma, muy suicida, muy adicta, muy infeliz, muy fea, muy tímida, muy frustrada, muy encerrada, muy abandonada, muy aislada, muy anormal, muy rechazada…  Las personas normales y corrientes no suelen ser talentosas, suelen ser personas comunes, gente que pasa por la vida como cualquier perro o gato de barrio.
Algunas personas me  han dicho que soy inteligente, que tengo talento y escribo muy bien. Me lo han dicho desde 1979. A veces yo también lo creo.  Puedo tomar distancia de mí misma y leer de forma objetiva lo que escribo. Una ventaja es que algunos de los textos que más me gustan los escribí hace más de veinte años. Los leo y pienso con asombro: “¿Yo escribí eso? Es muy bueno. ¿Por qué era tan culta, madura y profunda si era tan solo una niña? ¿por qué escribía como una doctora si era apenas una pobre muchacha?, ¿vengo de otra galaxia?, ¿nací aprendida?.. Son muchas preguntas y pocas respuestas.
Tengamos en cuenta que mi formación académica es en crítica literaria contemporánea y el único escritor colombiano que merece mi respeto y reverencia es Fernando Vallejo. Nadie más. No hay nadie que se merezca el honroso segundo lugar. No hay nadie en Colombia que se acerque a la originalidad, el estilo y la honestidad intelectual de Fernando Vallejo. Es un gran escritor  y los demás dan pena ajena.  Tengamos en cuenta que soy muy exigente. Implacable con los mediocres y los falsos. Esa exigencia mía me dice que podría llegar a escribir algún día textos de ficción y que probablemente esos textos podrían llegar a tener valor, valor ante mis ojos implacables. Creo que podría escribir composiciones poéticas dignas de mi cerebro y de mi formación académica. Decir con la arrogancia del autor que escribía libros dignos de ser leídos: “Si quiero leer un libro bien escrito lo escribo y luego lo leo”. Es una propuesta “interesante”. También pienso que podría escribir composiciones de corte nietzschiano como las que escribía el maestro cuando estaba a punto de caer en la locura profunda y definitiva, textos titulados “Yo, la mejor de todas”, “Yo, la más inteligente de todas”… Yo, yo y yo pero no porque crea que yo soy la mejor o la más inteligente sino por el simple placer de leer. Escribir para leer y leer para sonreír y para ver sonreír a otros. Quiero escribir  pastiches  y parodias, ejercicios de estilo a partir de las obras de los escritores más locos y degenerados de la historia de la literatura. ¿Lo lograré? ¿eso está por verse? Como idea es una Gran Idea.
Leo viejos textos -textos escritos por quien esto escribe, la persona más común y simple que se puedan llegar a imaginar, una pobre señora sumida en la normalidad, un ser casi insignificante- leo algunos textos viejos que escribí con total convencimiento y me asombra la profundidad y la originalidad de algunas ideas, la forma en que organizaba las frases y la contundencia y versatilidad de las palabras. Si es verdad que tengo talento es extraordinario saber que soy una persona ordinaria, la más común de las personas. Me gusta ser la persona común, la señora  normal. ¿Por qué me gusta? Yo misma no lo sé.

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