sábado, 21 de noviembre de 2015

Escribe, no hagas nada más

Una de mis autoras favoritas de la infancia fue Marguerite Duras. Gracias a algunas ideas suyas he vivido la mayor parte de mi vida sola, 24 años para ser exacta. Ella vivía en una casa inmensa en medio del bosque y tenía jardín -como Emily Dickinson, Rilke y Virginia Woolf. Yo también soñaba con una casa inmensa para mí sola -con jardín para invocar a las hadas- pero en Bogotá ese es un sueño muy difícil de realizar, tendría que haberme ido a vivir al campo y creo que no es necesario exagerar porque aquí tengo la biblioteca Luis Angel Arango y ese espacio termina siendo más valioso que una casa inmensa. Tengo una casa no tan inmensa, aspiro a vivir sola el tiempo que me queda de vida, aunque sean siete horas o treinta años.
Uno de mis libros favoritos de Marguerite Duras se titula Escribir, lo he leído más de veinte veces y empecé a leerlo de nuevo. Hoy más que nunca me siento identificada con esta mujer que sabía desde la infancia -como yo- que su vida se construiría a partir de dos palabras simples: escritura y soledad.
Con ustedes, mi mentora:
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esa soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir. Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel periodo de mi primera soledad yo había descubierto que lo que yo tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: “Escribe, no hagas nada más”.
Marguerite Duras (1914-1996), écrivain français, chez elle. Paris, 1955.

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