lunes, 7 de agosto de 2017

Decir la verdad: la más extrema de las violencias

Para que haya parrhesía es menester que el sujeto al decir una verdad que marca como su opinión, su pensamiento, su creencia, corra cierto riesgo, un riesgo que concierne a la relación misma que él mantenía con el destinatario de sus palabras. Para que haya parrhesía es menester que, al decir la verdad, abramos, instauremos o afrontemos  el riesgo de ofender al otro, irritarlo, encolerizarlo y suscitar de su parte una serie de conductas que pueden llegar a la más extrema de las violencias. Es pues, la verdad con el riesgo de la violencia.
Para que haya parrhesía es necesario que en el acto de la verdad haya en primer lugar manifestación de un lazo fundamental entre la verdad dicha y el pensamiento de quien la ha expresado.
La parrhesía  implica cierta forma de coraje, cuya forma mínima consiste en el hecho de que el parresiasta corre el riesgo de deshacer, de poner fin a la relación con el otro que, justamente, hizo posible su discurso. De alguna manera, el parresiasta siempre corre el riesgo de socavar la relación que es la condición de posibilidad de su discurso. La parrhesíasólo puede existir si hay amistad, y donde el uso de la verdad amenaza precisamente poner en tela de juicio y romper la relación amistosa, que sin embargo, hizo posible el discurso de verdad.
Pero este coraje  también puede adoptar, en unos cuantos casos, una forma máxima cuando, para decir la verdad, no sólo haya que aceptar el cuestionamiento de la relación personal, sino que hasta puede suceder que se vea en la necesidad de arriesgar su propia vida. En consecuencia, no sólo arriesga la relación establecida entre quien habla y la persona a la que se dirige la verdad, sino que, en última instancia, hace peligrar la existencia misma del que habla, al menos si su interlocutor tiene algún poder sobre él y no puede tolerar la verdad que se le dice.
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