miércoles, 2 de marzo de 2016

El sacrilegio de Marx

Ayer escribí el post titulado Una casa para escribir y lo que leerán a continuación es un comentario. Lo he dicho varias veces y lo vuelvo a decir: otra de las tantas ventajas de escribir en un blog como este es el placer de leer comentarios como los que suele dejar Gustvo Vélez Arcila, es un lector atento y generoso.
Con ustedes, el comentario del día. Espero que les guste tanto como a mí:
Ese último párrafo o posdata me lleva a pensar en lo que son las cosas , en su significado ; yo estaba en el error de que las cosas en relación para con quien las posee reposaba en el la noción de lo necesario y lo contingente , exterior , como una simple apropiación por necesidad o capricho , pero Hégel las coloca en una relación del orden ontológico , como una extensión de nuestro ser (ése fue el sacrilegio de Marx , amputar esta extensión del ser de carne y hueso ) ; solo así llegué a explicarme la magia que encierra el hecho del regalo que recibimos o damos , en ésa cosa estamos nosotros , nos damos en esa representación ya no metafísica de nuestro ser ; también eso explica ese profundo dolor inenarrable , inefable ,cuando después de dejar un ser querido en la tumba de regreso entramos de nuevo en su cuarto ; nosotros , entes metafísicos no nos podemos regalar en sí mismos , pero sí nos hacemos ” presentes” en las cosas
Por: Gustvo Vélez Arcila
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El último párrafo o posdtada:
Tenía pensado vender esta casa, estaba pensando en una casa para la vejez, en un espacio bien pensado para pasar los últimos años de mi vida, sean dos o sean cuarenta y cuatro-, lo tenía decidido, pero cuando pienso que tengo que abandonar esta casa, la casa en la que he pasado los últimos once años de mi vida me duele empezar de nuevo. Esta casa es una casa cultivada, se ha ido llenando de mí, es como si fuera yo. Me da pesar que otras personas se apropien de ella y tal vez me sientan a mí sin saber que soy yo, sin saber que era la casa de la escritura y tal vez la quieran para convertirla en la casa del televisor, la lujuria y la violencia. Esta casa no se merece ese triste final, merece estar conmigo hasta el último día y luego ser clausurada. Que pueda ser vista sólo desde afuera, una casa mágica a la que es prohibido entrar porque es la casa de la escritura y si no está habitada por quien escribe pierde la esencia de su ser.

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