martes, 8 de marzo de 2016

En el fondo más absoluto de mi ser amo el amor místico

Perpetuación del deseo, de gozo en el sufrimiento, en la sensación de que el objeto amoroso está próximo y lejano, es caprichoso y majestuoso, humano pero con un halo de divinidad.
Dulce y amargo es el amor;
pregunta a quienes lo conocen, o bien pruébalo.
Sólo el enamorado saborea
la dicha y la desgracia de la vida.

El llanto del amante lo traiciona.
El amor es dulzura y es tormento,
felicidad y desventura;
cuanto más doloroso es más querido
y cuanto más intenso, menos grave parece.
(Al-Wassa. 1990: 107)
«Nadie será elegante hasta que no reúna en sí cuatro características: saber hablar, ser elocuente, casto y continente»
«Oh, tú, que ocupas en mi cuerpo el puesto del espíritu,
no pienses que estoy libre del insomnio y de cuidados.
¡Que Dios te guarde del insomnio,
de la inquietud
y de la tristeza que padezco!
Por ti mi pena se renueva y no se extingue,
rompe mi corazón
y corta el nudo de mi entereza.
No tengo ya resignación de perderte,
resignación que enciende la inquietud en mi costado,
lo mismo que una madre
no se resigna a perder a su hijo»
Al-Wassa.
Cuando el sentimiento es profundo y se goza plenamente del erotismo, se experimentan sensaciones semejantes al misticismo que, como se sabe, es la experiencia amorosa por excelencia.
«Mi mente está para apreciarte,
mis ojos para verte,
mis oídos para llenar todo mi ser con
tus alabanzas»
Ravi Das
«¡El amor! Pero, ¿qué es por tanto el amor? ha sido poetizado para uso de los necios. Una vulgar necesidad periódica, una chillona ley de la naturaleza, de la naturaleza eterna que reproduce y se multiplica, una inclinación brutal, un carnal cruce de sexo, un espasmo ¡Nada más! Pasión, ternura, sentimiento, todo se limita a eso.»
Petrus Borel
Los enamorados, después de haber superado los límites de amor y placer soñados, y si además de esto ya se han casado, tienen varios hijos y cuentas por pagar, podrían sentirse identificados con los planteamientos de Borel cuando han despertado de su modorra, de un desbordante amor carnal.
El comentario de las editoras del texto en el que se cita a Borel es el siguiente:
El desprecio de Borel por el amor es el que siente frente al acto procreador como reproductor de conductas animales, repetitivas, mediocres y tristes. Existe, por tanto un aburrimiento del amor carnal, una tristeza de la carne, de la limitación de la práctica amorosa, que lleva a la muerte del deseo. Y cuando el otro no es más que instrumento de placer, es entonces causa de tedio… Sólo el amor del Amor podría escapar al aburrimiento. Se trata del deseo de amar, siempre fugaz, que se desvanece cuando se hace realidad. Porque el otro, cuando por fin cree haber encontrado al ser amado, nunca estará a la altura del amor ideal. (de Diego. 1998: 23-24).
A través de su queja Borel parece anhelar la realización de algunos valores del amor «elegante» promulgado por la tribu preislámica Banú Udra (hijos de la virginidad), celebrada por Al-Wassa en El libro del brocado, asimilada por los poetas provenzales y algunos románticos. El amor, desde esta perspectiva, no debería ser un «carnal cruce de sexo» sino perpetuación del deseo, de gozo en el sufrimiento, en la sensación de que el objeto amoroso está próximo y lejano, es caprichoso y majestuoso, humano pero con un halo de divinidad; se trata, en últimas, de un sentimiento que alberga contemplación y deseo y por encima de todo idealización del amor, concebido como la experiencia que le concede mayor vitalidad al ser humano:
El amor es uno de los preceptos fijos de los hombres discretos … es el comportamiento más hermoso de los hombres corteses y nobles… Un hombre cortés no puede estar libre de pasión ni desnudo de languidez, porque la pasión tal como la han descrito los sabios y como lo dicen los filósofos, es la primera puerta a través de la cual se abren las mentes y se ensancha el espíritu, y tiene una intensidad en el corazón por la que vive el alma. (Al-Wassa. 1990: 76).
El amor es una de las pocas experiencias capaces de transformar el comportamiento de manera radical:
Da valor al cobarde, hace generoso al avariento y elocuente al mudo, da fuerzas de decisión al indeciso… El poderoso se humilla ante la pasión y el orgulloso se somete; por el amor aparecen los secretos ocultos y se dejan llevar los reticentes, pues es un príncipe obediente y un jefe al que se sigue (Al-Wassa. 1990: 75).
Gracias al amor el enamorado ve más claro en sí mismo, la oscuridad desaparece de los actos y los pensamientos. El amor se convierte en luz, transforma y conduce a quien vive la experiencia hacia el análisis de refinados procesos introspectivos:
El poeta enamorado no tardará en decir:
Por ti conozco quién soy. Me levantaste de tierra y me elevaste hasta el cielo; y diste un dulce sonido a mi lenguaje (Ovidio. 1989: 199).
Ovidio considera que el mejor ejercicio para evitar la ociosidad es estar enamorado:
Yo mismo era indolente y nacido para el reposo tranquilo; el lecho y la sombra habían ablandado mi carácter, pero la preocupación por una hermosa muchacha estimuló mi ociosidad y me ordenó ganar la soldada sirviendo en su campamento. Desde entonces me ves ágil y llevando a cabo guerras nocturnas. El que no quiera volverse perezoso, ¡que se enamore! (Ovidio. 1989: 236).
Cuando se supera el amor carnal es posible establecer relaciones amorosas más satisfactorias y plenas con otras personas o con Dios (concebido fuera de costumbres, credos o rituales específicos). En este tipo de experiencias las sensaciones son más elaboradas en la medida en que el objeto amoroso tiene la potencialidad de conducir al enamorado por encima de sí mismo, siempre que esté dispuesto; cuando la experiencia amorosa y la mística son muy profundas suelen confundirse, el Amado de los místicos podría equipararse con un profundo amor humano:
El místico Ravi Das le canta a su Amado:
Ravi Das no duerme en la noche,
ni conoce el placer durante el día.
El se encuentra en constante remembranza
del Señor.
Evitando las discusiones ociosas.
No contaminemos nuestros ojos con el sueño
durante la noche de separación.
¿ Cómo puede dormir aquel
que está constantemente absorto en el Amado?
Oh inquieto corazón, ven, lloremos,
retorzámonos de dolor,
¿ Para qué pensar en dormir
Esta es una noche que no tiene amanecer.
Rabia Dasri escribe:
Te he amado con dos amores,
un amor egoísta y uno que es digno de Ti.
En el amor egoísta,
me ocupo de recordarte
excluyendo a todos los demás.
En el amor digno de Ti
Tú retiras el velo para que yo pueda verte.
Estaba tan perdido en la intensa búsqueda
de mi Amado
que muchas veces
no lo vi pasar por mi lado.
Para Mira Bai:
Esta angustia de la separación me atormenta,
y el tiempo pasa sin que el sueño
me dé alivio en toda la noche.
Uno de los enamorados citados en El libro del brocado dirá, de manera muy cercana a la expresión de los místicos citados por Darshan Singh (1998):
Tú que yaces enfermo y torturado por la pasión,
también conozco yo los sufrimientos del amor.
Quien conoce el amor pasa insomne la noche
y el corazón enamorado se le escapa del pecho.
Es el amor una dolencia
que anida en las entrañas, en el pecho.
No se puede ocultar el amor, aunque se intente.
En este tipo de relaciones la calidad de la experiencia no depende del otro, que es inmenso, inalcanzable, sino del enamorado, de hasta dónde puede llegar para hacerse uno con su ideal. En las experiencias amorosas de este tipo el otro no es pensado «para», sino «en», no se trata de experiencias utilitarias, sino que lo que está en juego es la calidad de la vivencia en función de sí misma:
la vivencia en la que se está parece desconectarse de lo inmediato y temporalmente anterior y posterior. No se hace algo para otra cosa, sino que ese algo está concentrado en sí mismo. … Se trata de vivencias concentradas en sí mismas, no subordinadas a otras cosa, atentas en su ser. Debido a que en ellas el yo no se determina utilitariamente, se encuentra determinado absolutamente por ellas. Se olvida o se enajena de sí mismo pues el sujeto queda trans-portado, transpuesto fuera de sí, precisamente para permanecer en la vivencia (García. 1995: 2).
El enamorado de Dios clama:
¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria?
¿ Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
Dios mío, clamo de día, y no me respondes; y de noche, y no hay para mi reposo.
Se trata de un ideal que se hace más inaccesible cuando se cree estar más cerca de él, es la frustración del místico que algunas veces el enamorado experimenta de manera dramática.
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Bibliografía
Al-Wassa. El libro del brocado (la elegancia y los elegantes). Madrid: Alfaguara. 1990.
Diego de, Rosa; Vázquez, Lydia (eds). Humores negros. Del tedio, la melancolía, el esplín y otros aburrimientos. Biblioteca Nueva: Madrid. 1998.
Flaubert, Gustave. Cartas a Louise Colet.Madrid: Siruela. 1989.
Font, Jordi. Religión, psicopatología y salud mental. Barcelona: Paidós. 1999.
Gaitán Durán, Jorge. Sade. Bogotá: Planeta. 1997.
Galmés de Fuentes, Alvaro. El amor cortés en la lírica árabe y en la lírica provenzal. Madrid: Cátedra. 1995.
Guide, André. Escuela de las mujeres. Madrid: 1989.
García Alonso, Rafael. Literatura filosófica. Madrid: Siglo XXI. 1995.
Ovidio Nasson p. Amores. Arte de amar. Sobre la cosmética del rostro femenino. Remedios contra el amor. Madrid: Gredos. 1989.
Sádaba, Javier. El amor contra la moral. Madrid: Prodhufi. 1993.
Schopenhauer, Arthur. La sabiduría de la vida – En torno a la filosofía – El amor, las mujeres y la muerte y otros temas. México: Porrúa. 1998.
Singh, Darschan. Corrientes de néctar. Vidas, poesías y enseñanzas de santos y místicos. Medellín: SK. 1998.
Valéry, Paul. El señor Teste. México: Universidad Autónoma de México. 1972.
Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Bogotá: Alfaguara. 1994.

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