sábado, 12 de noviembre de 2016

Lo que me sirve de la melancolía

A partir del Problema XXX,1 de Aristóteles, mejor conocido como “El hombre de genio y la melancolía” se concluye de manera irrefutable: los melancólicos tienen predisposición hacia la genialidad, casi todos los genios son melancólicos. El análisis de Aristóteles sobre los genios melancólicos de su época se ha instaurado como modelo para escribir sobre genios y melancólicos de todos los tiempos partiendo del hecho de que la interpretación de Aristóteles es una verdad eterna e incuestionable; esta es una de las tantas mentiras o exageraciones del Maestro que vale la pena revisar y que ha llevado a tantos malos artistas a padecer estados melancólicos con la ilusión de que la obra surgirá como por arte de magia.
De un tiempo a la fecha han ido apareciendo intelectuales y científicos, hombres de genio, que no son melancólicos, al contrario, se trata de seres ávidos de vida y experiencia, personas bellas, sonrientes, esbeltas y rejuvenecidas que hacen de la ejecución de su arte uno más de los placeres que constituyen la dicha de estar vivo; lo más seguro es que estos nuevos genios han repasado fragmentos de Más allá del bien y del mal y han tomado la mejor decisión para su época: la melancolía aplicada al pie de la letra resulta poco práctica, tal vez la mejor opción consista en asumir las cualidades de los melancólicos no precisamente para gozar la muerte en vida sino para perfeccionar la propia obra sin perderse el placer de vivir como viven las personas que siempre sonríen para sí mismas.
Las cualidades de los melancólicos pueden ser de gran utilidad en una época como la actual en la que los estándares de calidad se han convertido en el gran anhelo no realizado, no precisamente por falta de melancolía sino por falta tiempo libre; además de artistas, científicos y melancólicos los genios necesitan ser grandes ociosos.
¿Es posible convertirse en melancólico?, ¿La melancolía concede estatus intelectual?, ¿Debemos dudar de los artistas o científicos alegres, casados, pasados de peso, con cinco hijos y optimistas?, ¿Las personas tristes tienen dotes artísticas no desarrolladas?, ¿La relación entre genio y melancolía es tan frecuente como lo presumía Aristóteles?
Cuando hay tiempo libre y soledad aparecen los pensamientos, cuando el ser libre y solitario se embebe en sus pensamientos puede empezar a verse como un ser trascendental.
1. Las ansias de vivir y el desprecio por la vida.
El mejor aliado de la melancolía es la psicosis maniacodepresiva, el estado emocional que no admite términos medios: somos felices o somos desgraciados, concebimos la vida como la gran oportunidad o como algo sin sentido, quisiéramos vivir mucho tiempo para realizar todos nuestros proyectos o quisiéramos morir de dolor ahora mismo. Estos estados de ánimo surgen sin una razón particular, se trata de dolor o alegría del alma que no admite racionalización. Hay que evitar este tipo de expansiones, es posible controlarlas a través de los siguientes ejercicios:
Cuando la tristeza es más fuerte que el deseo de vivir se hace necesario consagrarse a la realización de un trabajo manual que requiera un importante gasto de energía y movimiento corporal, pulir una tabla rústica que luego será usada como mesón en la cocina se constituirá en el mejor antídoto contra el dolor. La fase decisiva del ejercicio será el lijado del la tabla después de haberla estucado; cuando se esté aplicando la última capa de pintura el melancólico deberá estar curado de su fase dolorosa. Los estados depresivos tenderán a desaparecer con el paso del tiempo si el paciente se esfuerza por evadirlos de manera conciente a través de la ejecución de trabajos manuales.
Si se trata del sentimiento contrario, de un estado eufórico, felicidad sin razón, plenitud sin realización, también se debe aplicar un antídoto efectivo que libere del engaño a quien padece el estado de felicidad aparente; por extraño que pueda parecer, la felicidad sin sentido es tan absurda como la desgracia sin razón, en estas condiciones lo ideal es esquivar la falsa felicidad con tareas intelectuales solitarias como leer, escuchar música, ver una película. No tiene sentido llamar a los amigos, comerse un cono, comprar ropa nueva, cuando regrese la fase depresiva se sentirá vergüenza y culpa por haber realizado ejercicios tan banales.
La vida banal no debe ser objeto de desprecio para el melancólico alegre, al contrario, estas actividades servirán de alimento para nutrir sus reflexiones sobre el presente, que no puede ser perdido de vista por un ser que goza plenamente de la vida, jamás debe buscar la banalidad para esquivar el dolor sino que gozará del domingo tanto como del lunes o del martes. La vida dejará de ser vivida en función de los días de la semana.
2. No quiero una familia feliz
El melancólico añora el pasado porque para él el presente es doloramente impredecible, adorna el dolor del presente y recuerda con nostalgia los fragmentos gratamente recordarbles de su monótona vida, se reconforta añorando la valentía con la que afronta el dolor y siente orgullo y hasta heroísmo por saberse diferente a la mayoría de la gente, por saberse solo, enigmático e incomprendido.
La vida del melancólico alegre no es muy diferente a la del melancólico triste, lo que los singulariza es su manera de concebir el tiempo; mientras que el melancólico triste se consagra a una tarea porque se aburre, porque encuentra en ella la mejor estrategia para olvidar el sinsentido de la vida, el melancólico alegre, que ha sido antes melancólico triste, hace más o menos lo mismo pero no precisamente porque se sienta solo, miserable o aburrido sino porque le encuentra más sentido a la vida consagrada al estudio que a la vida vivida a partir de los lugares comunes, la de aquellos seres que repiten sin cesar: la vida es bella, el amor es el sentimiento más maravilloso, los hijos son la alegría del hogar, la gran realización de una mujer consiste en ser madre, si un hombre no tiene mujer y cinco hijos no encuentra razones para vivir. Este padre realizado no vive porque ame la vida sino porque la familia es el mejor pretexto para no matarse y porque el solo hecho de pensar en que debe alimentar, educar, vestir, recrear a sus hijos lo obliga a trabajar más de lo soportable y las horas que le quedan libres para reflexionar sobre la vida y la muerte transcurren pensando cómo hará para darle lo necesario a los frutos de su maravilloso sentimiento: el Amor. Se siente responsable, irresponsable, egoísta y en la recreación de su culpa y sus frustraciones personales se olvida de pensar que la vida no tiene sentido, el sentido de su vida es preocuparse por la vida que le ha concedido a otros seres que luego añorarán realizarse tanto como su padre, estos hombres del futuro también soñarán con encontrarle un sentido a la vida en compañía de una amorosa mujer, una futura madre.
El melancólico alegre no comparte los valores de la familia feliz, no tiene fe en la familia ni en la felicidad; este ser enigmático ha aprendido a llenar las horas de actividades, inventa sentido para pasar mejor sus días no porque crea que lo que hace salvará al mundo sino porque prefiere vivir engañado con tretas artificiales. Nacer, crecer y morir son acciones que él no puede controlar, la reproducción, la razón del nacimiento de todo lo vivo, es lo único sobre lo que tiene poder de decisión, se aferra a esta decisión como si se tratara de un juego ganado a la vida.
El melancólico alegre es un ser especializado en pasar el día en su hogar sin hablar con nadie pero con la condición de no aburrirse ni sentirse desgraciado, ese es su reto y el alimento de su orgullo. Los dias del melancólico alegre pasan tan veloces como los de la señora que trabaja de día, estudia de noche, tiene esposo, amante, hijos, carro, perro, finca, matas… pero no disfruta la plenitud del melancólico alegre porque ella esquiva el tiempo, le teme al dolor, a la soledad, para ella la soledad es un castigo y el tiempo libre un tiempo malo porque brinda la posibilidad de pensar y pensar no es bueno cuando no se disfruta lo que se hace, cuando no se ama aquello que le debe dar sentido a la vida, aunque la vida no tenga sentido.
3. Siempre se pierde algo al darse al público.
El melancólico es reservado, tímido, receloso, desconfiado, inseguro, cada vez que decide entregarse en cuerpo y alma a un ser amado descubre que sólo quiere compartir el tiempo con esa persona, sin testigos, porque a partir de rigurosos análisis fruto de experiencias vividas por él o por otros ha llegado a la siguiente conclusión: la mayoría de la gente habla por hablar, no escucha a los demás, conversa para no aburrirse, baila para matar el tiempo, bebe para olvidar lo desgraciada que es su vida, no contempla los paisajes con sinceridad, se ríe de chistes que no comprende para no pasar por idiota o simple. La mayoría de la gente vive sin pasión, vive para los demás sin amar a los demás.
El melancólico es un ser apasionado y detallista, no se entrega a los demás porque teme desilusionarse, es una persona selectiva pero no indiferente. Es un gran observador del comportamiento animal y humano, se complace comparando a las bestias con los hombres, lo enternecen más los cabritos y los perritos que los bebés de los vecinos. No sabe qué decir en situaciones ante las que cualquier persona sabe qué decir, se ríe a desatiempo, ni siquiera sonrie cuando se supone que se debe reír a carcajadas, es un poco torpe, algunos lo toman por lo que no es. Se ríe para sí mismo en sus gratos momentos de soledad. El mejor amigo de un melancólico es otro melancólico.
4. Relaciones complejas con los demás.
El melancólico es un ser incomprendido, él lo sabe, los demás no. Las personas que viven a su alrededor quisieran que él cambiara, que vislumbrara la vida de manera positiva, menos dolorosa; imaginan a un ser menos desconfiado, rígido, racional y contradictorio en sus apreciaciones. Ellos no saben que el melancólico sabe lo que ellos piensan y esperan de él, tampoco suponen que a veces sueña con admiración en la posibilidad de ser dulce y amoroso de forma auténtica, de manera consciente; cuando el melancólico pasa por fases eufóricas sueña con vivir la vida de los santos y de los humildes, quiere brindar paz y amor, pero estos sueños son imposibles de materializar porque en él es más fuerte el pesimismo, la falta de fe en la nobleza humana, la imposibilidad de vivir en comunidad y para la comunidad. Unas cuantas experiencias negativas lo han convencido de su verdad.
Los demás lo aconsejan, le dan las claves para convertirse en una persona normal, él sonríe para sí al comprender que cada quien considera que su vida y su concepción de la vida es la ideal, la soñada por todos aquellos que no viven a su manera. El melancólico también supone que su vida es la mejor vida, que los locos son los demás.
El melancólico es directo, no habla con rodeos, no le cuesta trabajo dejar una amistad por un detalle que lo pone en guardia sobre la deshonestidad de alguien en quien él ha confiado, el error de una persona vale por un error de la humanidad porque un ser humano es la síntesis del ser humano.
El melancólico es ventajoso, sólo piensa en sus sentimientos, en sus gustos, los demás deben tolerar sus estados de ánimo, prefiere permanecer solo para no molestar; siente que es víctima de los demás cuando en realidad son los demás quienes tienen que soportar sus estados de ánimos cambiantes, sus efusiones de dolor, de risa o de felicidad sin razón, sus ilusiones descabelladas. Es probable que lo traten como a un niño mimado, es probable que el melancólico no se percate.
El melancólico triste no puede salir de su mundo, no puede ver lo que los demás ven. El melancólico alegre lo sabe, porque antes ha sido melancólico triste, lo sabe y se divierte pensando en el dolor absurdo del melancólico triste, en algunas ocasiones puede llegar a sentirse culpable, quiere hacerse pasar por enfermo de melancolía cuando en realidad se vale de los síntomas del melancólico para sacar ventaja de la vida y vivir de manera cómoda.
5. Relación con los objetos: transacciones genuinas que revelan un significado.
El melancólico se cura de la melancolía en el momento en que empieza a ver los objetos como objetos y deja de pensar en éstos como cosas sin trascendencia que valen sólo por la relación que establecen con las personas, los objetos dejan de embellecerse gracias al efecto del recuerdo y la nostalgia causada por la ausencia o el olvido. El objeto ya no vale por la persona, vale mucho menos que la persona, la persona y el objeto no son comparables ni equiparables; los objetos dejan de ser el pretexto perfecto para recordar y añorar los momentos vividos alrededor de este objeto, ya no se constituyen en el consuelo para pensar en un pasado digno del ser añorado.
6. Para vivir tranquilo hay que vivir solo.
Los beneficios de la soledad los puede corroborar quien no vive la soledad de manera resignada, quien no ha ido quedando irremediablemente solo por cuestiones de la vida y el azar, quien vive solo porque los demás no lo soportan o él no soporta a los demás. La soledad del abandonado no es una buena soledad. La única soledad feliz es la soledad soñada, la planeada, la que se vive como el mejor estado posible. La soledad no es un sueño deseable, se nos ha enseñado que las personas solas están enfermas, son perversas y hasta peligrosas; la familia, los hijos y la desgracia de la vida son más soportables que una persona sola que no necesita de los demás ni siquiera para decir: “Hola, cómo estás, lindo día”
7. Voluntad de ocupar un espacio.
El melancólico triste se aferra a su hogar de la misma forma en que se aferra a los objetos de las personas más que a las personas mismas; el hogar y el orden dan seguridad y esto es lo que el melancólico triste necesita. Como vive en función del pasado, al verse separado de su hogar no sólo sera melancólico, también lo aquejará la nostalgia, el amor al hogar, el deseo de regresar a ese espacio que no es sólo un espacio sino el lugar donde ha vivido, donde ha dejado los recuerdos.
El melancólico alegre ama su hogar y se siente cómodo en él pero no se aferra a este espacio como si fuera el único posible; vive largas temporadas en el mismo domicilio pero sin aferrarse a sus paredes, se queda allí porque considera que los trasteos deterioran los objetos, cada nuevo domicilio implica conocer y desilusionarse de nuevos vecinos, es necesario adaptarse al nuevo espacio; se pierde mucho tiempo y él sigue siendo él mismo, entoces, para qué vivir este tipo de aventuras y desventuras.
8. Dificultades de lenguaje.
El melancólico es asombrosamente diestro para expresarse por escrito y dolorosamente torpe para expresarse cuando se le enfrenta cara a cara; para él es sencillo expresarse en público, ante las cámaras, en medio de una multitud; es un niño desvalido cuando se encuentra en la intimidad de una conversación, cuando se trata de un charla informal con un desconocido que lo admira y además de eso es una persona feliz. Las dificultades de lenguaje están relaciones con el encierro voluntario, la profundidad de pensamiento y la desconfianza innata y aprendida en él.
9.Sentido hipertrofiado del deber y amor al trabajo
Esta es la gran cualidad del melancólico triste, la que hace de él el artista, el científico y el guerrero, el hombre que se diferencia de manera radical del triste término medio tan añorado por el ciudadano común. Las personas normales y felices no piensan con mucha frecuencia en cuál es su deber, tampoco aman su trabajo, más bien lo odian porque consideran que el trabajo es un castigo, una condena, lo remuneran económicamente por soportarlo.
El melancólico triste o alegre se siente comprometido consigo mismo, da más de lo deseado, es perfeccionista y obsesivo por hacer bien las actividades que ha elegido para gastar sus horas, sólo se entrega a las actividades intelectuales que hace y lo hace para sí mismo no por el reconocimiento público, lo único que le pide a estas actividades es que lo apasionen, que le brinden placeres que sólo él pueda comprender.
El trabajo es el mejor medio de escape para el melancólico triste, para el melancólico alegre es la plenitud de su vida, se siente dichoso al saber que sus horas pasan lentamente porque sus días no se esfuman en carreras, afanes y preocupacione domésticas. Desde la perspectiva de la persona normal el melancólico alegre no hace nada, pierde el tiempo, no sale, no toma el sol, no saluda a sus vecinos, pero los días son demasido cortos para él, todo su tiempo libre no es suficiente para hacer cuanto quisiera, esa es su gran dicha, saber que no hace nada y lo hace todo, que está inmóvil pero activo gracias a la actividades que lo entretienen diariamente.
10. La actividad de la mente es causa directa de la melancolía.
El melancólico es un ser intelectual aunque no lea libros en público, un ser reflexivo aunque no incomode a los demás con silencios sin sentido. Como pasa la mayor parte del tiempo solo y es desmedido en el empeño con el que se entrega a sus pasiones -que por lo general son de carácter intelectual- se convierte con el paso del tiempo en un ser ensimismado y reflexivo, más feliz con su soledad aunque esta lo convierta en un ser más arraigado en su melancolía.
11. Autonálisis.
El melancólico dispone de tiempo para pensar en los demás y en sí mismo, en lo que ve, oye y lee, suele relacionar cada experiencia vivida con las anteriores y con las vividas por los demás, tanto como con las que conoce a través del arte. Le gusta verse con distancia -como si se tratara de otra persona- con la ilusión de comprenderse mejor; cree que se comprende pero frecuentemente se sorprende ante sus propias actitudes, ante su propia falta de cordura. Ejercitarse diariamente en el conócete a ti mismo es uno de los mayores placeres del melancólico; sabe que engaña a los demás y que con frecuencia también se engaña a sí mismo, ese es su consuelo, saber que es consciente de su propio falsedad y lo admite en el silencio de su soledad.
12. Extraño placer por lo irónico.
Lo irónico y lo grotesco siempre es una verdad dicha sin disimulo, al melancólico lo apasiona la idea de acercarse a la verdad, no a la verdad ideal, al sueño que cada quien cree vivir diariamente, lo que llaman la realización personal, sino a la verdad desnuda, grotesca, la que muestra la banalidad, la monotonía, la falta de originalidad, el aburrimiento y la frustración, el dolor de no alcanzar lo que se sueña y el vacío al ver que lo que se soñó al convertise en realidad es mucho más banal que el propio sueño, el melancólico piensa siempre en la condena eterna de querer buscarle sentido a la vida o suponer que lo tiene. La ironía lo divierte pero también lo amarga, la verdad presentada sin misterios produce risa pero también es causa de dolor y desilusión. Después de la risa aparece trascendencia y la sensación de que la vida es un eterno juego en el que cada quien sueña que representar su papel con seriedad. El melancólico no se puede tomar en serio, no puede tomar en serio a los demás, no desea la trascendencia, lo único que busca es estar atento y divertirse un poco mientras transcurre la vida.

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