sábado, 12 de noviembre de 2016

Cartas poéticas e íntimas

Me podría decir qué es el hogar.
El Hoy hace que el Ayer signifique.
El corazón sigue sollozando en su sueño.
La vida es para dos. Nunca para un comité.
El dolor que merece la pena no se va tan rápido.
Cada uno que perdemos se lleva una parte de nosotros.
La verdad es algo tan infrecuente que es preciso decirla.
Nunca intenté levantar las palabras que no puedo sostener.
El temor – como el Morirse, dilata la confianza o la impone.
Llévate tu corazón y tus rizos, y nada más excepto tus dedos.
Las candilejas no pueden mejorar la tumba, sólo la inmortalidad.
Extraño que yo, que tanto digo “no”, no pueda soportarlo de otros.
“A una hora en que tú no piensas” significa algo cuando lo pruebas.
Un Hoyuelo en la Tumba Convierte esa feroz Habitación En un Hogar –
El amor de Dios puede ser enseñado para que no parezcamos osos.
Sólo se conoce lo que se pierde. Sólo se posee lo que se destruye.
La gratitud es el único secreto que no puede revelarse por sí mismo.
Mi vida ha sido demasiado sencilla y austera como para turbar a nadie.
Para un Emigrante, es País es ocioso a no ser que sea el suyo propio.
Laboro para deshacerme del espanto, pero el espanto impulsa la labor.
La vida es una muerte que prolongamos; la muerte es el gozne de la vida.
No recibo cartas de los muertos, y sin embargo, cada día los quiero más.
No sabemos dónde se encuentra, aunque sean tantos los que nos lo dicen.
Ya te quieren. Sé simplemente la doncella que eres para mí y te querrán más.
Tenemos que tener cuidado con lo que decimos. Ningún pájaro vuelve al huevo.
No ha sucedido nada sino la soledad, acaso demasiado cotidiana como para relatarla.
El Cielo ronda tenazmente a aquellos que lo encuentran aquí abajo, y los arrebata.
Siempre hay una cosa por la que estar agradecido -y es que uno sea uno mismo y no otro.
El éxtasis lo encuentro en el vivir, la mera sensación de estar viviendo es suficiente gozo.
Es reconfortante reconocer que somos provisionales permanentes, aunque nada más sepamos.
La vida está construida de tal manera que el acontecimiento no puede igualar a las expectativas.
Vivir es tan asombroso que apenas deja espacio para otras ocupaciones, aunque los Amigos son, si cabe, un acontecimiento más hermoso.
Uno aprende, cuando se hace viejo, que ninguna ficción puede ser tan extraña ni parecer tan improbable, como lo sería la simple verdad.
Su pensamiento es tan solemne y cautivador que le deja a uno más fuerte y mas débil también, a Sanción de la Dicha.
La mayor parte de nuestros Momentos son Momentos del Prólogo. “Siete Semanas” es una larga vida – si se viven del todo.
La idea de que algún día miremos hacia abajo, y veamos los pasos torcidos que hemos dado, desde un lugar más seguro, debe ser algo precioso.
Cada día la vida parece más poderosa, y puesto que tenemos el poder de existir, más asombrosa.
Me alegra que mi niñita esté tranquila. La calma es un lugar profundo. A algunos, demasiado débiles para empujar, los asisten los ángeles.
Ninguna parte de la mente es permanente. Esto desconcierta a los felices pero ayuda a los tristes.
Oigo petirrojos a lo lejos y carretas a lo lejos y ríos a lo lejos, y todo se me aparece como apresurándose hacia algún sitio no desvelado para mí.
Hasta que el primer amigo muere, creemos impersonal el éxtasis, pero luego descubrimos que él era la copa de la que bebíamos, siendo ella misma aún desconocida.
Mi gato ideal tiene siempre una enorme rata en su boca, al tiempo que desaparece a la vista – aunque al desaparecer de la vista tiene en sí mismo un peculiar encanto.
Cómo vive la mayor parte de la gente sin pensamientos. Hay mucha gente en el mundo (usted lo debe haber notado en la calle). Cómo viven. Cómo sacan fuerzas para vertirse por las mañanas.
El genio es la ignición del cariño -no del intelecto, como se supone- la exaltación de la devoción, y en proporción a nuestra capacidad para eso, es nuestra experiencia del genio.
Madre estaba hermosa cuando murió. Los serafines son artistas solemnes. La iluminación que no viene sino una sola vez, se posó sobre sus facciones y parecía como esconder un cuadro al ponerla en la tumba.
Sueño con mi padre todas las noches, siempre un sueño diferente, y olvido lo que hago durante el día, preguntándome dónde estará. Sin nadie, continúo pensando. ¿Cómo puede ser eso?
Una carta la siento siempre como la inmortalidad, porque es la mente sola sin el amigo corporal. Deudores en nuestra conversación de la actitud y del acento, parece que hay un poder espectral en el pensamiento que camina solo.
Cuando frecuentaba el Bosque de Pequeña, me decían que una Serpiente podría picarme, que podría coger una flor venenosa o que los Duendes me podrían raptar, pero continué yendo y no encontré sino Ángeles, mucho más tímidos ante mí de lo que yo pudiera sentirme ante ellos.
Si leo un libro y hace que mi cuerpo entero se sienta tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, sé que eso es poesía. Si físicamente me siento como si me levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Esta es la única manera que tengo de saberlo. ¿Hay alguna otra?
Emily Dickinson. Cartas poéticas e íntimas (1859-1886). Barcelona: Grijalbo. 1996. 244 páginas.

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