sábado, 12 de noviembre de 2016

Los consejos de Rilke

Los profesores de literatura y los críticos literarios se ven asediados siempre por jóvenes escritores que esperan de ellos los motivos suficientes que les sirvan de aliento para lanzarse a la aventura literaria, lo primero que hacen es pedir que sus manuscritos sean leídos y comentados, anhelando siempre una respuesta favorable que se resuma en la frase: “lo felicito, es usted un artista”. Por desgracia, esta frase casi nunca brota de los labios de quien lee manuscritos, razón por la cual consagrarse a dicha tarea no es una actividad precisamente enaltecedora: se pierde tiempo leyendo textos poco meritorios y casi siempre se dan malas noticias.
Con el propósito de que los jóvenes profesores de literatura no tengan que pasar por el trance antes descrito, Rainer María Rilke ha dejado la Carta a un joven poeta, un texto breve, claro, contundente y aleccionador que servirá para quitarse del paso a cualquier escritor de manuscritos. Cuando se entregue la carta se deben agregar las siguientes palabras: “Léala y después decida si quiere que lea su texto o no”. Cuando se le entrega la Carta a un joven poeta o novelista, éste desaparecerá de la vista del profesor -con sus manuscritos- para siempre.
He aquí algunas verdades y consejos de Rilke, pensando en los jóvenes poetas:
– Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite darle consejo-, he de rogarle que renuncia a todo eso. está usted mirando hacia afuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer”.
– Adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuera permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: ¿Debo yo escribir?. Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un “Sí debo” firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso”.
– Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde”.
– No escriba versos de amor. Rehuya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura, para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados”.
– “Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean, de las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo”.
– “Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir a atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente”.
Bibliografía:
Rilke, Rainer María. Versos a un joven poeta. Madrid: . 1999.

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