lunes, 8 de febrero de 2016

Una persona común

Hay dos formas de ser intelectual:
Siendo un intelectual, apropiándose a cabalidad del personaje, es decir, asumiendo el rol del intelectual las 24 horas del día ante compañeros de trabajo, familiares, vecinos, amigos y ante sí mismo. Cada mañana el gran intelectual se levanta, contempla su rostro ante el espejo y piensa con prepotencia: Soy un gran intelectual. Y entonces todos notamos que el intelectual es un gran intelectual, pero ese gran intelectual no se va a apropiar de la realidad real porque la gente común, la que nos da las verdaderas pistas sobre cómo funciona el mundo, no va a ser como es cuando no se encuentra ante el gran intelectual sino que actuará para él, actuará como actúa la gente común cuando se halla ante la presencia de un gran intelectual.
La clave es esta: renunciar a los discutibles y narcisistas beneficios de la hipervisibilidad a favor de las bastante más útiles ventajas del anonimato. Y es ahí cuando aparece la otra forma de ser intelectual:
Un intelectual auténtico es el que se mezcla con la gente y casi se pone por debajo de la gente, se viste como la gente común, habla con la gente común como se habla con la gente común, trata con respeto a la gente común y cuando la gente común asume un rol de superioridad ante el intelectual éste debe respetar el rango de la gente común y ponerse a sus órdenes, debe saber satisfacer todos sus caprichos sin que la persona común note que se halla ante la presencia del gran intelectual.

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