lunes, 30 de noviembre de 2015

Escribir desde la normalidad

Uno de mis grandes placeres consiste en  indagar en la vida de las grandes mentes de todos los tiempos. Casi toda la gente admirable es de extremos: muy pobre, muy triste, muy enferma, muy suicida, muy adicta, muy infeliz, muy fea, muy tímida, muy frustrada, muy encerrada, muy abandonada, muy aislada, muy anormal, muy rechazada…  Las personas normales y corrientes no suelen ser talentosas, suelen ser personas comunes, gente que pasa por la vida como cualquier perro o gato de barrio.
Algunas personas me  han dicho que soy inteligente, que tengo talento y escribo muy bien. Me lo han dicho desde 1979. A veces yo también lo creo.  Puedo tomar distancia de mí misma y leer de forma objetiva lo que escribo. Una ventaja es que algunos de los textos que más me gustan los escribí hace más de veinte años. Los leo y pienso con asombro: “¿Yo escribí eso? Es muy bueno. ¿Por qué era tan culta, madura y profunda si era tan solo una niña? ¿por qué escribía como una doctora si era apenas una pobre muchacha?, ¿vengo de otra galaxia?, ¿nací aprendida?.. Son muchas preguntas y pocas respuestas.
Tengamos en cuenta que mi formación académica es en crítica literaria contemporánea y el único escritor colombiano que merece mi respeto y reverencia es Fernando Vallejo. Nadie más. No hay nadie que se merezca el honroso segundo lugar. No hay nadie en Colombia que se acerque a la originalidad, el estilo y la honestidad intelectual de Fernando Vallejo. Es un gran escritor  y los demás dan pena ajena.  Tengamos en cuenta que soy muy exigente. Implacable con los mediocres y los falsos. Esa exigencia mía me dice que podría llegar a escribir algún día textos de ficción y que probablemente esos textos podrían llegar a tener valor, valor ante mis ojos implacables. Creo que podría escribir composiciones poéticas dignas de mi cerebro y de mi formación académica. Decir con la arrogancia del autor que escribía libros dignos de ser leídos: “Si quiero leer un libro bien escrito lo escribo y luego lo leo”. Es una propuesta “interesante”. También pienso que podría escribir composiciones de corte nietzschiano como las que escribía el maestro cuando estaba a punto de caer en la locura profunda y definitiva, textos titulados “Yo, la mejor de todas”, “Yo, la más inteligente de todas”… Yo, yo y yo pero no porque crea que yo soy la mejor o la más inteligente sino por el simple placer de leer. Escribir para leer y leer para sonreír y para ver sonreír a otros. Quiero escribir  pastiches  y parodias, ejercicios de estilo a partir de las obras de los escritores más locos y degenerados de la historia de la literatura. ¿Lo lograré? ¿eso está por verse? Como idea es una Gran Idea.
Leo viejos textos -textos escritos por quien esto escribe, la persona más común y simple que se puedan llegar a imaginar, una pobre señora sumida en la normalidad, un ser casi insignificante- leo algunos textos viejos que escribí con total convencimiento y me asombra la profundidad y la originalidad de algunas ideas, la forma en que organizaba las frases y la contundencia y versatilidad de las palabras. Si es verdad que tengo talento es extraordinario saber que soy una persona ordinaria, la más común de las personas. Me gusta ser la persona común, la señora  normal. ¿Por qué me gusta? Yo misma no lo sé.

Biología animal

Hay dos alternativas en literatura: hablar de sexo y dinero o no hablar de sexo y dinero.
Si el autor habla de sexo y dinero debe ser para burlarse del sexo y despreciar el dinero. Y esta será la literatura realista de crítica social. Para que la obra sea auténtica el autor debe ser sincero, debe burlarse del sexo y despreciar el dinero. Si va a despreciar el engaño, la adulación, la mentira, el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo… Si va despreciar todos esos sentimientos y prácticas viles tan frecuentes en los seres humanos debe ser sincero también. Que no sea una pose para quedar bien, para parecer profundo y sensible, para parecer lo que no es, para vender muchos libros, ganar muchos premios y encontrar buenos amigos y mejores amantes. No debe actuar de esa forma porque un lector inteligente y sensible lo descubrirá cuando lo vea en público (aunque es extraño encontrar personas inteligentes y sensibles en eventos públicos relacionados con literatura).  Si en tu libro quieres parecer Nietzsche no aparezcas con la cara de Ricardo Silva, Héctor Abad, Andrés Hoyos o cualquier otro escritor colombiano de renombre. Trata de ser tú mismo en la  vida y en la obra.
Si el autor no habla de sexo y dinero es porque se burla del sexo y desprecia el dinero, más todavía que el autor de literatura realista. Este es el autor de literatura fantástica. Aquí los seres humanos no se igualan con los conejos y los perros, no se rebajan a su condición más primaria, la de juntar las partes para darle vida a un nuevo ser o para resoplar como cerdos durante diez minutos de  locura; al autor sólo le importa ocuparse de las dotes intelectuales de sus personajes, su capacidad de análisis y síntesis. Le interesa lo más noble de su triste condición. Por eso se burla del sexo y desprecia el dinero y el recurso más efectivo para constatarlo tiene que ver con el hecho de que en sus composiciones los personajes no caen en prácticas sexuales y tampoco hay intercambios de dinero. No se habla de la condición sexual ni económica de los personajes.
Hay literatura fantástica en la que se involucra el sexo y el dinero, pero para que sea fantástica el sexo no debe estar relacionado con biología animal sino con violencia, crímenes y todo tipo de excesos. El lector debe terminar asqueado del sexo o muerto de la risa.
Los mejores representantes de estos géneros son Bukowski, Sade y Lovecraft. Sus libros están llenos de verdades que la gente no está dispuesta a oír, leer ni imaginar.

Pasar por alto a la humanidad

Del mismo modo que Kant deseaba establecer los fundamentos de una moral válida “no sólo para el hombre, sino para toda criatura racional”, Lovecraft deseaba crear un universo fantástico capaz de aterrorizar a cualquier criatura dotada de razón. Por otra parte, los dos hombres tienen otros puntos en común; además de su delgadez y su afición a los dulces, podemos señalar la sospecha que pesaba sobre ambos de no ser del todo humanos. Sea como fuere, el “solitario de Königsberg” y el “recluso de Providence” se dan la mano en su voluntad heroica y paradójica de pasar por alto a la humanidad.
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viernes, 27 de noviembre de 2015

Juguemos al sí y al no

¿La censuraron de nuevo en Twitter?
Sí.
¿Quienes dieron el golpe esta vez se adjudicaron la cerrada de la cuenta y lo anunciaron con orgullo como cuando suspendieron @ensayista?
No.
Fueron dos golpes duros este año. Bloqueada de una cuenta con 37.000 seguidores y cerrada de otra con 11.000.
Sí.
¿Hay un grupo de personas celebrando la cerrada de la cuenta?
No.
¿Hay un grupo de personas denunciando la cerrada de la cuenta?
No.
¿Le habían cerrado la cuenta antes?
Sí.
¿En 2012?
No.
¿En 2010?
Sí.
¿Le cerraron la cuenta con un enlace malicioso, como en el lejano 2010?
No.
¿Sabía que le iban a cerrar la cuenta?
Sí.
¿Alcanzó a avisar que estaban intentando vulnerar la seguridad de su cuenta?
Sí.
¿Es cierto que su cuenta parecía inviolable porque le habían dado la clave para hacer muy fuerte la seguridad, para que no volvieran a robársela o cerrársela?
Sí.
¿Sospecha de alguien?
No.
¿Odia a la persona o grupo de personas que la censuraron de nuevo?
No.
¿Los perdona como siempre?
Sí.
¿Usted sabe lo que es el odio?
No.
¿Creó una cuenta ayer para conversar con las veinte personas que le simpatizan?
Sí.
¿Sólo una de ellas la ha identificado?
Sí.
¿Hablaron a través de mensajes privados?
Sí.
¿Con esa cuenta tiene menos de diez seguidores?
Sí.
¿Se siente poca cosa al sentirse ignorada?
No.
¿Espera que todos la reconozcan?
No.
Una persona le ofreció una cuenta con cincuenta mil seguidores para que  “no se deje callar”. ¿Va a hacer uso de esa cuenta?
No.
¿En su caso ganó la censura, la intolerancia y la indiferencia?
Sí.
¿Creó esa cuenta para despedirse de las veinte personas que le simpatizan?
Sí.
¿Extraña la fama de @ensayista?
No.
¿Se va a dedicar a leer y a escribir?
Sí.
¿Le queda un pésimo recuerdo de su experiencia en Twitter?
No.
¿Conoció gente agradable?
Sí.
¿Se enteró de la realidad nacional en tiempo real?
Sí.
¿Twitter sirve para algo?
Sí.
¿Se pierde mucho tiempo en Twitter?
Sí.
¿Su nueva cuenta es ?
Sí.
¿Cerrará esa cuenta después?
Sí.
¿Este año?
Sí.
¿El 31 de diciembre?
Sí.
¿2015 fue un año de grandes cambios?
Sí.
¿Eso le gusta?
Sí.
¿Está triste?
No.
¿Twitter es más adictivo que el bazuco?
Sí.
¿Ha probado el bazuco?
No.
¿Pero se imagina el efecto?
Sí.
Cuando dejó Facebook se despidió con una frase célebre: “Ya dije lo que tenía que decir”. ¿Siente que esa frase aplica para su salida de Twitter?
Sí.
¿Desea de todo corazón no volver a crear una cuenta en Twiter cuando elimine ?
Sí.
¿Cree que también van a suspender o borrar ?
Sí.
¿Si la borran crea otra cuenta para despedirse de los veinte tuiteros que le simpatizan?
No.
¿Cree que ellos leerán esta entrevista?
Sí.
¿Y dan por entendido que los recordará durante un buen tiempo?
Sí.
¿Eso es todo?
Sí.

Usted cambió esta mañana mi mundo

Usted cambió esta mañana mi mundo. Me sentía melancólico, aterrorizado del futuro. Y cuando usted apareció quedé deslumbrado… la sangre se me oxigenó, los músculos se me fortalecieron, el pensamiento se me aclaró, y me creció el valor. El amor me dice las mentiras más absurdas: me dice que usted es la mujer más hermosa del mundo. Mi loco corazón me dice que llore como un chiquillo. Su voz me está desgarrando el corazón en jirones. Se ha introducido usted en lo más íntimo de mi ser, me inquieta y me desazona… Es extraño, ¿no es cierto? Tenga en cuenta que soy un hombre nada sentimental.
André Gide
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¿Por qué el humor solemne ofende tanto?

¿Por qué logra ofender a tanta gente con su forma de escribir?
Porque soy una  heroína desbordante de alegría.
¿Usted qué piensa de la vida?
Creo que está disfrazada de apariencia y  de belleza y que tiene mucho de divertida.
¿Por qué algunas personas creen que usted es una persona peligrosa?
Porque manejo las armas de manera potente y victoriosa.
¿Cuáles armas?
Una palabra antes o después de la otra. Muchos puntos y pocas comas.
¿Cuál es el rasgo que mejor la caracteriza?
Intento configurar una cultura y establecer el dominio del arte sobre la vida.
¿Cree que lo logra?
Sí.
¿Por qué cree que la leen tanto a pesar de la repulsión que genera?
Porque hay gente que cree que digo la verdad.
¿Y dice la verdad?
Sí.  Ni la casa, ni la silla, ni la bufanda ni la piedra para partir un pedazo de panela descubren que ha sido la necesidad la que los ha concebido, sino el juego y el disfrute del tiempo libre: parece como si en todos ellos hubiera de expresarse una felicidad sublime y una serenidad olímpica y, en cierto modo, un juego con la seriedad. Lo mismo pasa con lo que escribo. No le brinda nada a las personas y sin embargo les sirve para algo. Leen. Leen y luego piensan en aquello que leen y la experiencia tiene que ser sublime, porque quieren volver a leer. Les gusta repetir. Quieren que no deje de escribir. Esa es la petición más constante que recibo. No quieren leer varias veces el mismo texto sino que sueñan con un texto nuevo cada día. Varias personas me han dicho que gozan mucho, como niños, con mis autoentrevistas. Mientras pasan sus ojos por esta línea los imagino fascinados. Y eso es simplemente encantador: escribir para darle placer a un lector ávido de estilo y corrección.
¿Qué es lo más claro en usted?
Logro conjurar los males gracias a que en mí es muy fuerte la energía interna que se convierte en constante claridad, animación y liberación. A través de un proceso que inició hace mucho tiempo puedo experimentar ráfagas de dicha de forma natural. Lo que llaman el simple placer de estar vivo. Como un gato durmiendo olvidado del universo o un perro vagabundo tomando el sol tirado en la mitad de una calle transitada. Puedo gozar como las bestias, puedo dejarme llevar por mis propios pasos por el simple placer de caminar.
¿Las palabras hirientes no la tocan?
No.
¿Las calumnias y las injurias no la tocan?
No.

Me estaba haciendo demasiado mayor para disfrutar de aquello

Lovecraft es un hombre lúcido, inteligente y sincero.  Al cumplir los dieciocho años se abate sobre él una especie de terror letárgico, cuyo origen conoce a la perfección. En una carta de 1920, habla mucho de su infancia.  Su pequeña línea férrea, con los vagones hechos de cajas de embalaje… La cochera, donde había instalado su teatro de marionetas. Y más adelante su jardín, cuyos planos había trazado él mismo, cuyas avenidas había delimitado. Regado por un sistema de canales que había cavado con sus propias manos, el jardín se escalonaba en torno a un pequeño césped, con un reloj de sol en el centro. Ése fue, dijo, “el reino de mi adolescencia”.
Luego viene un pasaje, que concluye la carta: “Entonces me di cuenta de que me estaba haciendo demasiado mayor para disfrutar de aquello.  El despiadado tiempo había dejado caer sobre mí su garra feroz, y tenía diecisiete años. Los chicos mayores no juegan en casas de juguetes y falsos jardines; lleno de tristeza, tuve que cederle mi mundo a un chico más joven que vivía al otro lado del terreno. Y desde entonces no he vuelto a cavar la tierra, ni a trazar senderos o caminos; para mí,  esas operaciones están asociadas a demasiadas añoranzas, porque no podemos recuperar jamás la alegría fugitiva de la infancia. La edad adulta es el infierno”.
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jueves, 26 de noviembre de 2015

Ahora lo veo todo más claro

Mientras leía un viejo texto de Nietzsche -y reflexionaba sobre la verdad y la mentira con ceño fruncido y mirada profunda y reflexiva-, mientras eso hacía una bombilla del cuarto desde el que escribo esta bella composición empezó a titilar con desesperación hasta que la luz dejó de existir y llegaron las tinieblas y la oscuridad, no la obscuridad. La bombilla no existía para mí hasta que se convirtió en una bombilla muerta y empolvada. Sin pensarlo dos veces me levanté de mi mesa, olvidé por un momento al loco, desenrosqué la bendita bombilla y bajé por otra, por una bombilla nueva (siempre tengo dos o tres bombillas de repuesto porque soy adoradora de la luz y no podría dormir si cada roseta no tiene su correspondiente bombilla -deben ser más de treinta en total, nunca las he contado-).  Ha habido tardes tormentosas en las que la fuerza de mi ser- la furia interna que  a veces me posee-  hace que dos o tres bombillas dejen de funcionar en menos de una hora. Hay gente que se sorprende ante esas dotes mías, yo ya estoy acostumbrada. Puedo hacer morir una bombilla recién instalada con una simple mirada.
Subí de nuevo pensando en Nietzsche, instalé la bombilla nueva y oh milagro. Se aclaró de forma fantástica este espacio. No sé cuántos años completó esa bombilla en su roseta, era una bombilla ahorradora, de las que duran seis o siete años.  Ahora sospecho que estaba escribiendo en un sitio tan oscuro como en el que escribía sus poemas más tristes y melancólicos el pobre José Asunción Silva. Mientras una bombilla envejece rumbo a la extinción definitiva se rodea de tierra y la luz no es tan pura como cuando se instaló por primera vez. Si estoy tan inspirada y tan romántica es porque estoy escribiendo bajo el efecto de una luz nueva y sorprendente. Mi sospecha es que no cambiaba esa bombilla desde hace más de siete años y ese nueva luz me hace verlo todo nuevo. Siento que la vida es bella y lo gente buena. Siento que vale la pena vivir por el simple placer de ver esa luz cada mañana desparramándose sobre los libros, las películas y esta máquina portentosa desde la que escribo.
Mis dedos se deslizan como si tuvieran alas y sospecho de nuevo que así se sienten quienes escriben bajo el efecto de las drogas o el alcohol. Mi droga es esa bombilla nueva. Espero que dure tanto como la anterior y me inspire muchos poemas en prosa como el que acabo de escribir.
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El revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad

En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe “formas”, su sensación no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos.
Nietzsche

Gracias por sus palabras

“Y es entendible porque tienen que sobrevivir, o quieren hacer circular su “arte”. Yo creo que usted es admirable por eso, porque es honesta y no busca plata ni amigos influyentes, sin embargo creo que usted tiene un standart (no encontré otra palabra) ético muy alto, o sea usted mide a los demás desde su ética, o la ética que usted practica, y así es difícil porque el 99.9% de la gente, sobretodo en este país, no puede llegar hasta ese nivel ético. Lo que le pasa a Vallejo también”.

La escritura es lo desconocido

Hay una locura de escribir que existe en sí misma, una locura de escribir furiosa, pero no se está loco debido a esa locura de escribir. Al contrario.
La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. Y con total lucidez.
Es lo desconocido de sí, de su cabeza, de su cuerpo. Escribir no es ni siquiera una reflexión, es una especie de facultad que se posee junto a su persona, paralelamente a ella, de otra persona que aparece y avanza, invisible, dotada de pensamiento, de cólera, y que a veces, por propio quehacer, está en peligro de perder la vida.
Si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena.
Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos -sólo lo sabemos después- antes, es la cuestión más peligrosa que podemos plantearnos. Pero también es la más habitual.
La escritura: la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.
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sábado, 21 de noviembre de 2015

Globos, nubes y burbujas

Una persona que me conoce de toda la vida -mucho más de lo que me conozco yo- me dice a gritos que no soy de este mundo y que no haga nada para cambiarlo porque los demás no entienden lo que quiero decirles y su ignorancia, su desconcierto, su asombro ante mi arrojo, en vez de sorprenderlos, o al sorprenderlos mucho, no los hace benévolos sino violentos.  Me dice que me ama como no ama a nadie más en la vida  y que le dolería mucho perderme, que por querer ser una heroína puedo terminar convertida en un ángel caído y que de sólo pensar que pudiera morir o ser atacada por alguien que no me comprende o me comprende mal, el solo hecho de pensar que alguien piense en hacerme daño le duele más que cualquier otro dolor experimentado en su vida, porque me ama de verdad, más allá de este mundo y de todos los demás. Me dice que es preferible vivir en mi mundo que tratar de hacerle ver el mundo de forma diferente a los demás porque los demás no entienden, no entienden, no quieren o no pueden entender. Me dice que puedo morir satisfecha porque una persona, sólo una, sólo ella, me comprende de verdad. Nadie más. Me dice que no conoce a nadie como yo, que es imposible conocer a alguien como yo y que es comprensible que mucha gente se desconcierte ante ciertas actitudes y reaccionen de forma equivocada o desproporcionada.
Esa persona generosa me pide que vuele como cuando era niña, me pide que me olvide del mundo y vuelva a pensar en los globos, en las nubes y en las burbujas que me sedujeron durante tantos años. Las nubes, las burbujas y los globos de la edad adulta son los libros y la escritura. Me pide que escriba sólo sobre libros, me pide que me olvide de las redes sociales, que evite el trato con gente que no me conoce cara a cara, me pide que evite a las personas que no me han visto sonreír. Me pide que recuerde el entusiasmo con el que cada tarde durante horas me consagraba a ver volar un objeto inservible, me pide que me olvide del mundo y me concentre en mí porque pensar en el mundo se ha convertido en un ejercicio peligroso y yo tengo por quién vivir. Me dice que está segura de que si me olvido del mundo y me concentro en mí el día menos pensado me podrían brotar  alas para regresar al mundo que de verdad me pertenece, porque esa persona cree que soy un ángel caído del cielo.

Escribe, no hagas nada más

Una de mis autoras favoritas de la infancia fue Marguerite Duras. Gracias a algunas ideas suyas he vivido la mayor parte de mi vida sola, 24 años para ser exacta. Ella vivía en una casa inmensa en medio del bosque y tenía jardín -como Emily Dickinson, Rilke y Virginia Woolf. Yo también soñaba con una casa inmensa para mí sola -con jardín para invocar a las hadas- pero en Bogotá ese es un sueño muy difícil de realizar, tendría que haberme ido a vivir al campo y creo que no es necesario exagerar porque aquí tengo la biblioteca Luis Angel Arango y ese espacio termina siendo más valioso que una casa inmensa. Tengo una casa no tan inmensa, aspiro a vivir sola el tiempo que me queda de vida, aunque sean siete horas o treinta años.
Uno de mis libros favoritos de Marguerite Duras se titula Escribir, lo he leído más de veinte veces y empecé a leerlo de nuevo. Hoy más que nunca me siento identificada con esta mujer que sabía desde la infancia -como yo- que su vida se construiría a partir de dos palabras simples: escritura y soledad.
Con ustedes, mi mentora:
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esa soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir. Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel periodo de mi primera soledad yo había descubierto que lo que yo tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: “Escribe, no hagas nada más”.
Marguerite Duras (1914-1996), écrivain français, chez elle. Paris, 1955.

Los restos de un libro no escrito

Las obras no acabadas suelen gozar del raro y a veces merecido prestigio que se otorga a lo fragmentario (sí, estoy pensando en Walter Benjamin y su proyecto de la obra de los pasajes). No dicen todo lo que se proponía decir, pero en sus silencios queda como fijada a perpetuidad una promesa cuyo cumplimiento llega a convertirse en reto u obligación para futuros intérpretes. Esta suerte de lo incompleto ha recorrido las notas y los ensayos que he ido publicando en este blog. Son los restos de un libro no escrito. Bien podría pensar el lector que he muerto y no hay un alma generosa que se encargue de organizar “la obra”.
Ahora quiero cambiar de estilo. Quiero escribir frases cortas separadas por puntos. No por comas. Quiero que cada frase sea como un puño. Quiero que el lector tiemble cuando las lea.  Que se convenza de una vez por todas -y para siempre- de que soy una paciente psiquiátrica y escribo desde la habitación de un hospital bajo el efecto de un droga que me pone a pensar incoherencias y que esas incoherencias son  redactadas luego en este blog (usando todos los signos de puntuación). En lo profundo de su ser sabrá que soy la persona más cuerda que ha leído (y esa certeza le producirá angustia y un poco de remordimiento), pero me seguirá llamando con aire de prepotencia La loca Elsy. Sabe que en realidad escribo desde la comodidad del hogar y soy una señora gorda y bonachona. No podrá parar de leer porque mi estilo es adictivo y sabe que  esto es escritura y nada más. Buena escritura. Estilo premeditado. Puro cálculo y obstinación. Pasemos al siguiente párrafo:
Esta escritura es peligrosa porque no está la persona, el cuerpo ni la voz. Las frases cortas asustan. Parece escritura esquizofrénica. Pero no es una esquizofrénica quien escribe. Sino una persona muy culta que compró muchos libros este año. Con la intención de hacer varios experimentos. Entre el 21 de noviembre y el 31 de diciembre.
Esta mañana hablé dos horas por teléfono sobre mi nuevo estilo. Mi interlocutor estaba un poco nervioso. Le dije que voy a mezclar dos estilos literarios. Que nadie será capaz de descifrarlos.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Anímate a hacer algo de veras

Cada cierto tiempo aparece una persona sin talento a decirme que probablemente yo sí lo tengo pero me falta esforzarme. Hoy quiero compartir este mensaje con ustedes, es un comentario dejado en el blog, no en este sino en el otro, en el que desaparecerá el 31 de diciembre de 2015:
Honestamente, antes yo solía pensar que abstenerme o quedarme fuera de un intento era salvarme de todo lo malo que eso traía, pero luego descubrí que eso es una justificación para no esforzarme e intentarlo como los demás. El mérito está en superar, no en negar, en hacer algo, y una vez hecho, lidiar con lo que no te gusta, pero no en quedarse fuera criticando sin intentarlo nunca, eso es solo engañarse a una misma.
Anímate a hacer algo de veras y a persistir en ello en vez de evadirlo. Creo que tienes el talento.

¿Cómo vive la mayor parte de la gente sin pensamientos?

Cómo vive la mayor parte de la gente sin pensamientos. Hay mucha gente en el mundo (usted lo debe haber notado en la calle). Cómo viven. Cómo sacan fuerzas para vestirse por las mañanas.
Emily Dickinson
Las preguntas que se hace la artista son preguntas nada tontas. Yo también me las hago (sin ser artista y sin ser famosa) y no encuentro ninguna respuesta. Sólo encuentro (pobre corazón atormentado) amenazas de muerte y de ataques con ácido en la cara. Me tienen prohibido preguntar.
Mi miseria consiste en que a pesar de los peligros que me acechan no puedo parar de hacerme las mismas preguntas y no se me pasa por la mente que pueda ser peligroso, que pueda haber alguien esperándome en la calle para -en el momento menos esperado- acabar conmigo o  dejarme un recuerdo en la cara para que aprenda a respetar.
¿A respetar a quién?
¿Quién se merece respeto en un país como Colombia?
A pesar de las frases amenazantes que retumban en mi cabeza, frases del tipo: “en cualquier lugar puede estar el que le va a lavar la cara con acido hagalo una vez mas y le juro que le hago joder esa jeta asquerosa ni una mas gonorrea”, a pesar de ese mensaje cargado de odio no sé ser precavida en la ciudad del miedo, no puedo parar de sonreír mientras camino  y saludo a la gente, porque camino por calles por donde transita  gente que me conoce y cree que soy una persona jovial.  Y lo soy. Mi agresor debería conocerme en persona o conversar conmigo durante veinte minutos y pensar mientras ve mi mirada y oye el tono de mi voz si Bogotá sería una mejor ciudad sin mí.
No me atrevo a ir a la estación de policía a decir que tengo miedo ni me atrevo a caminar con precaución para despistar a la persona que me persigue para saber si me estoy comportando a la medida de su deseo y su gusto.
Me cuesta mucho creer que una persona que me lee puede llegar a atentar en contra mía. Si lee es porque le interesa lo que escribo y si no le interesa o no le gusta debería ignorarme y ya. Si mi nuevo agresor lo piensa bien debe admitir que soy una persona común que pasa la mayor parte de su miserable vida leyendo y escribiendo. ¿Cuál es mi delito? ¿Escribir sobre las estrellas de la farándula? ¿Por eso me van a echar ácido en la cara? ¿Tanto vale y tan importante es esa gente?
¿Qué tipo de preguntas se haría Emily Dickinson si tuviera cuenta en Facebook, en Twitter y en Instagram?
¿Cuántos amigos tendría en cada red?
¿Iría a Juan Valdez con sus amigos?
¿Estaría dichosa en las redes sociales?
¿Qué pensaría de los viajes en Transmilenio si fuera bogotana?
¿Cómo podría hacer la vida tolerable con tantos amigos en cada red social sin sentir que no le falla a ninguno y que a medida que aumenta la cifra es menos auténtica? 900 en total, 300 en cada red (sin contar los contactos en WhatsApp).
¿Sería un troll o un fake?
¿La censurarían?
¿La amenazarían de muerte y de ataques con ácido en la cara por escribir lo que piensa en un blog como este?
¿Qué pasaría si escribiera frases como las que leerán a continuación en su cuenta de Twitter con nombre propio y foto real?
¿Ya estaría muerta?
¿La buscarían para matarla o para decirle que la admiran?
¿Por qué esta mujer tan insignificante tiene tanto que decir sobre el siglo XXI?
Son muchas preguntas y ninguna respuesta:
La vida es para dos. Nunca para un comité.
La verdad es algo tan infrecuente que es preciso decirla.
Mi vida ha sido demasiado sencilla y austera como para turbar a nadie.
Siempre hay una cosa por la que estar agradecido -y es que uno sea uno mismo y no otro.
Uno aprende, cuando se hace viejo, que ninguna ficción puede ser tan extraña ni parecer tan improbable, como lo sería la simple verdad.
Si leo un libro y hace que mi cuerpo entero se sienta tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, sé que eso es poesía. Si físicamente me siento como si me levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Esta es la única manera que tengo de saberlo. ¿Hay alguna otra?
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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Amenaza de ataque con ácido a una fea de 45 años

Fea de 45 es una redundancia porque después de las cuarenta es muy complicado encontrar mujeres bonitas y si son bonitas las miran con un poco de pesar, piensa la gente: “esa señora tal vez fue bonita”.
Y sin embargo me amenazaron anoche, me amenazaron con un ataque con ácido en la cara, me llamaron monstruo y la pregunta es simple: ¿Quién querría desfigurar a un monstruo? Eso también es redundante. Hasta donde tengo entendido las mujeres víctimas de ataques con ácido suelen ser mujeres jóvenes, bonitas y vanidosas y yo no soy nada de eso. Si el agresor llegara a actuar los medios amarillistas no sabrían cómo presentar la noticia y la gente que me lee se sorprendería mucho porque ese no es el tipo de ataque que esperarían para alguien como yo, puesto que ya todos sabemos que tengo la cara desfigurada.
No soy ni la sombra de lo que era cuando tenía veinte años y algunas personas se detenían a mirar mi rostro con atención. No, después de los cuarenta las mujeres son señoras y a las señoras pocas personas las miran y si las miran es para ofrecerles una silla azul.

Esta ruta tarda 45 minutos en pasar

Uso el transporte público porque me seduce la naturaleza humana y dentro de un bus puedo ver y oír mucho más que dentro de un carro particular o dentro de un taxi, además me gusta sentirme como parte del pueblo, me gusta estar al lado de los perdedores y la gente común, no con los exitosos y los elegantes. Aunque tuviera todo el oro del mundo me seguiría trasportando en buses de servicio público.
Como soy paciente tolero todo tipo de maltratos sufridos por el pobre usuario bogotano, tengo alma de mártir, pero con el nuevo servicio – llamado SITP (Sistema Integrado de Transporte Público)- hemos llegados a niveles de atropello no vividos jamás en la historia de mi triste vida.
Mi ruta es la E25 y tarda en promedio 45 minutos en pasar o no pasa. Así de simple. Ya perdí una cita porque el bus no pasó y decidí que lo mejor era regresar a la casa y olvidarme del asunto y ayer tenía clase de 7. a.m., salí a las 6:00 en un trayecto que dura 45 minutos y llegué a mi destino a las 7:45. Soy una persona puntual y gracias a este pésimo servicio ahora no llego a la cita o llego tarde.
Anoche recibí de nuevo un mensaje anónimo de amenaza de ataque con ácido  en tono planflerio buen estilo colombiano, lo transcribo a continuación:
siga buscando hijueputa
“siga buscando mostruo hijueputa y llegara el dia que no pueda salir a la calle sin mirar para los lados pq en cualquier lugar puede estar el que le va a lavar la cara con acido hagalo una vez mas y le juro que le hago joder esa jeta asquerosa ni una mas gonorrea”.
45 minutos sentada en un paradero es tiempo suficiente para las personas que saben dónde vivo, dónde trabajo, a qué hora salgo y a qué hora llego, para que puedan realizar sus sueños con tranquilidad. Se la pongo fácil a los delincuentes y el sistema de transporte ayuda.
rutero_e25_extraoficial

martes, 17 de noviembre de 2015

Mensajes (anónimos) de los lectores

Acabo de recibir este mensaje, de un personaje anónimo, claro. Vía Gmail. Saquen ustedes sus propias conclusiones. Mi sospecha es que nació en Colombia y no le gusta lo que escribo:
¿Qué fue lo que hice?
El mensaje:
siga buscando hijueputa
“siga buscando mostruo hijueputa y llegara el dia que no pueda salir a la calle sin mirar para los lados pq en cualquier lugar puede estar el que le va a lavar la cara con acido hagalo una vez mas y le juro que le hago joder esa jeta asquerosa ni una mas gonorrea”

lunes, 16 de noviembre de 2015

¿Walter Serner es más vigente hoy que hace veinte años?

Esta semana supe -no sin dolor- que ahora, gracias a las redes sociales, no tenemos amigos sino redes de amigos y que la nueva forma de relacionarnos hace que seamos más viles, superficiales, calculadores y falsos de lo que éramos antes. Me fue imposible no pensar en Walter Serner y quise seleccionar algunas frases suyas que se ajustan a nuestra miseria actual.
¿Es más vigente el pesimismo de las grandes mentes hoy que hace veinte años?
¿Debemos vivir en permanente estado de resignación ante la construcción de relaciones humanas cada vez más prefabricadas, frágiles e intercambiables?
¡Dios!
Mi alma llora,
No puedo adaptarme a los grandes cambios porque no soy tan insensible.
Todavía creo en la amistad al estilo Montaigne, Flaubert y Séneca.
¿Mi destino es el convento?
¡Ah!
Con ustedes, el gran Walter Serner (demos gracias a Dios que está muerto, sufriría mucho el pobre hombre si tuviera una cuenta en Twitter):
Alaba a menudo. Admira rara vez. No critiques nunca.
No debes hablar cínicamente con mucha frecuencia. Pero debes serlo siempre.
Nadie es tan tonto como para que no puedas, después de tres días, convencerlo de que es un genio.
Si alguien te asalta con una pregunta, una observación, aparenta estar un poco confundido: como si te hubiera sacado de tus reflexiones.
Haz como si tomaras la vida en serio. Los listos, si te creen, te considerarán digno de confianza; si no te creen, te tomarán por listo.
Durante siglos, a todas las cosas se les suscribieron profundidades que en verdad nunca han tenido. Esto ha sido la causa de grandes desgracias. Banaliza todo; cosecharás éxitos y sembrarás oportunidades.
Cuando estés mal, harás bien en intentar ocultarlo. Pero si gozas de éxito, a tu alrededor surgirán odios y envidias, así que finge un malestar pulmonar o un dolor de riñones y cómprate una sepultura: todo enemistad se desvanecerá.
No es la aversión a este mundo donde todos traicionan, venden y engañan, la que convierte a muchas personas en raros y solitarios. Es el temor de no tener fuerzas suficientes para desconfiar continuamente, para timar, para saquear.
Promete realizar todo lo que te pidan. Prométele con tanto júbilo que cualquier duda sobre tu promesa se disuelva enseguida. Si luego no cumples lo prometido, habrás sido alabado de tal modo, que ya no valdrá la pena decir lo contrario de ti.
Todo el mundo se alegra de poder juzgar. Si temes, pues, que alguien pudiera condenar alguna de tus características, llévalo mañosamente a que condene esta misma característica en otra persona. Así se olvidará de la tuya y pensará que se ha equivocado.
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domingo, 15 de noviembre de 2015

Zygmunt Bauman describe a Colombia sin conocerla

Las guerras y las masacres tribales, la proliferación de “tropas guerrilleras” o de bandas criminales y traficantes de drogas enmascarados como combatientes por la libertad, empeñados en diezmarse unos a otros, absorbiendo y aniquilando mientras tanto el “excedente de población” (la mayoría jóvenes, incapacitados para trabajar en casa y sin perspectivas); esta es una de las extrañas y perversas “pseudosoluciones locales a problemas globales” a las que los recién llegados a la modernidad se ven obligados a recurrir o, por decirlo mejor, están recurriendo.
Centenares de miles de personas, a veces millones, son expulsados de sus casas, asesinadas y obligadas a tener que arreglárselas lejos de las fronteras de su país. Quizá la única industria próspera en las tierras de los recién llegados (retorcida y, a menudo, engañosamente denominados “países en vías de desarrollo”) es la producción en serie de refugiados.
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La amenaza de un cambio implacable e inexorable

El terreno sobre el que se presume que descansan nuestras perspectivas vitales es, sin lugar a dudas, inestable, como lo son nuestros empleos y las empresas que los ofrecen, nuestros colegas y nuestras redes de amistades, la posición de la que disfrutamos en la sociedad, y la autoestima y la confianza en nosotros mismos que se derivan de aquélla. El “progreso”, en otro tiempo la manifestación más extrema del optimismo radical y promesa de una felicidad universal compartida y duradera, se ha desplazado hacia el lado opuesto, hacia el polo de expectativas distópico y fatalista. Ahora el “progreso” representa la amenaza de un cambio implacable e inexorable que, lejos de augurar paz y descanso, presagia una crisis y una tensión continuas que imposibilitarán el menor momento de respiro. El progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de las sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable. En lugar de grandes expectativas y dulces sueños, el “progreso” evoca un insomnio lleno de pesadillas en las que uno sueña que “queda rezagado”, pierde el tren o se cae por la ventanilla de un vehículo que va a toda velocidad y que no deja de acelerar.
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