sábado, 21 de noviembre de 2015

Los restos de un libro no escrito

Las obras no acabadas suelen gozar del raro y a veces merecido prestigio que se otorga a lo fragmentario (sí, estoy pensando en Walter Benjamin y su proyecto de la obra de los pasajes). No dicen todo lo que se proponía decir, pero en sus silencios queda como fijada a perpetuidad una promesa cuyo cumplimiento llega a convertirse en reto u obligación para futuros intérpretes. Esta suerte de lo incompleto ha recorrido las notas y los ensayos que he ido publicando en este blog. Son los restos de un libro no escrito. Bien podría pensar el lector que he muerto y no hay un alma generosa que se encargue de organizar “la obra”.
Ahora quiero cambiar de estilo. Quiero escribir frases cortas separadas por puntos. No por comas. Quiero que cada frase sea como un puño. Quiero que el lector tiemble cuando las lea.  Que se convenza de una vez por todas -y para siempre- de que soy una paciente psiquiátrica y escribo desde la habitación de un hospital bajo el efecto de un droga que me pone a pensar incoherencias y que esas incoherencias son  redactadas luego en este blog (usando todos los signos de puntuación). En lo profundo de su ser sabrá que soy la persona más cuerda que ha leído (y esa certeza le producirá angustia y un poco de remordimiento), pero me seguirá llamando con aire de prepotencia La loca Elsy. Sabe que en realidad escribo desde la comodidad del hogar y soy una señora gorda y bonachona. No podrá parar de leer porque mi estilo es adictivo y sabe que  esto es escritura y nada más. Buena escritura. Estilo premeditado. Puro cálculo y obstinación. Pasemos al siguiente párrafo:
Esta escritura es peligrosa porque no está la persona, el cuerpo ni la voz. Las frases cortas asustan. Parece escritura esquizofrénica. Pero no es una esquizofrénica quien escribe. Sino una persona muy culta que compró muchos libros este año. Con la intención de hacer varios experimentos. Entre el 21 de noviembre y el 31 de diciembre.
Esta mañana hablé dos horas por teléfono sobre mi nuevo estilo. Mi interlocutor estaba un poco nervioso. Le dije que voy a mezclar dos estilos literarios. Que nadie será capaz de descifrarlos.

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