viernes, 13 de noviembre de 2015

Adiós, amigos de Twitter

Este año que termina fue el año de la gran desilusión en Twitter porque descubrí que las amistades construidas desde la virtualidad son amistades imperfectas.
¿A cuántas personas conoció cara a cara después de haber hablado con ellos vía Twitter?
Deben ser entre quince y veinte personas.
¿Por qué tanta gente?
Porque tengo cuenta en Twitter desde 2010. Veinte personas en seis años no es mucha gente.
¿Por qué les concedió el privilegio de gozar de su presencia?
Por curiosidad.
¿De esas amistades cuál fue la más duradera?
La de Juliana Malaparte.
¿Ya no son amigas?
No, desde anoche.
¿Por qué?
Porque es amiga de mucha gente que me odia y eso a veces me asusta.  Además nunca llegamos a tener un nivel de confianza total, supongo que esa falta de confianza tiene que ver con el hecho de habernos conocido en Internet. Me gustan las amistades absolutamente espontáneas y creo que es imposible encontrar esas amistades en Twitter. Con ninguno de los tuiteros que conocí tuve la posibilidad de ser como soy con mis amigos. Soy una persona descomplicada y sencilla, absolutamente natural, hecha a pulso y desde adentro. Los tuiteros, en cambio, sin excepción -entre los que conocí, claro- se caracterizan por  ser personas  que viven de la apariencia y los posee el deseo de ser admirados y aceptados por alguien como yo y para mí eso siempre fue muy desagradable porque no soy Dios ni tengo poderes sobrenaturales.
¿Cómo la trataron esas personas?
Siempre me trataron muy bien, a veces demasiado bien, y eso me molestaba mucho. Mi sospecha es que confunden la escritura con las relaciones humanas. Creen que una persona que sabe escribir es un ser especial al que es preciso tratar con mucho cuidado y cariño, casi como si fuera una tonta. Eso era muy incómodo. Encontrarme con personas dispuestas a expresar admiración sin ningún tipo de disimulo.
¿No volverá a aceptar invitaciones de parte de tuiteros para compartir un buen café?
No.

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