jueves, 26 de noviembre de 2015

Ahora lo veo todo más claro

Mientras leía un viejo texto de Nietzsche -y reflexionaba sobre la verdad y la mentira con ceño fruncido y mirada profunda y reflexiva-, mientras eso hacía una bombilla del cuarto desde el que escribo esta bella composición empezó a titilar con desesperación hasta que la luz dejó de existir y llegaron las tinieblas y la oscuridad, no la obscuridad. La bombilla no existía para mí hasta que se convirtió en una bombilla muerta y empolvada. Sin pensarlo dos veces me levanté de mi mesa, olvidé por un momento al loco, desenrosqué la bendita bombilla y bajé por otra, por una bombilla nueva (siempre tengo dos o tres bombillas de repuesto porque soy adoradora de la luz y no podría dormir si cada roseta no tiene su correspondiente bombilla -deben ser más de treinta en total, nunca las he contado-).  Ha habido tardes tormentosas en las que la fuerza de mi ser- la furia interna que  a veces me posee-  hace que dos o tres bombillas dejen de funcionar en menos de una hora. Hay gente que se sorprende ante esas dotes mías, yo ya estoy acostumbrada. Puedo hacer morir una bombilla recién instalada con una simple mirada.
Subí de nuevo pensando en Nietzsche, instalé la bombilla nueva y oh milagro. Se aclaró de forma fantástica este espacio. No sé cuántos años completó esa bombilla en su roseta, era una bombilla ahorradora, de las que duran seis o siete años.  Ahora sospecho que estaba escribiendo en un sitio tan oscuro como en el que escribía sus poemas más tristes y melancólicos el pobre José Asunción Silva. Mientras una bombilla envejece rumbo a la extinción definitiva se rodea de tierra y la luz no es tan pura como cuando se instaló por primera vez. Si estoy tan inspirada y tan romántica es porque estoy escribiendo bajo el efecto de una luz nueva y sorprendente. Mi sospecha es que no cambiaba esa bombilla desde hace más de siete años y ese nueva luz me hace verlo todo nuevo. Siento que la vida es bella y lo gente buena. Siento que vale la pena vivir por el simple placer de ver esa luz cada mañana desparramándose sobre los libros, las películas y esta máquina portentosa desde la que escribo.
Mis dedos se deslizan como si tuvieran alas y sospecho de nuevo que así se sienten quienes escriben bajo el efecto de las drogas o el alcohol. Mi droga es esa bombilla nueva. Espero que dure tanto como la anterior y me inspire muchos poemas en prosa como el que acabo de escribir.
20100528042523

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