sábado, 12 de noviembre de 2016

El cerebro y el mito del yo

Una neurona es, entre otras cosas una pila eléctrica y, como tal, genera un voltaje.
Somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real.
Lo que hemos dado en llamar pensamiento es la interiorización evolutiva del movimiento.
El movimiento sin objetivo no sólo es un gasto inútil, sino que puede ser muy peligroso.
¿Cómo se efectúa esta interiorización de la motricidad cuando adentro nada se mueve?
El control cerebral del movimiento organizado dio origen a la generación y naturaleza de la mente.
Las plantas no se mueven activamente y no necesitan cerebro: su sobrevivencia no depende de la anticipación.
La gran desventaja de la homogeneidad es que disminuye la variación, la cual es la clave de la supervivencia.
Las emociones representan la plataforma premotora que impulsa o que frena la mayoría de nuestras acciones.
A pesar de que el corazón late por sí mismo, el sistema nervioso también modula la periodicidad de este ritmo intrínseco, como en el caso de estar aterrorizado.
Algunos estudiosos señalan que el hecho de no poder determinar directamente si lo animales tienen sentimientos subjetivos (cualias) implica que no los tienen.
Si el problema de caminar se dejara en manos de las propiedades intrínsecas de nuestros músculos propiamente dichos, no llegaríamos ni a la esquina de la casa.
No parece que los computadores de hoy en día estén listos para tener una mente, pero ello puede deberse más a limitaciones del diseño arquitectónico que a limitaciones teóricas para crear mentes artificiales.
Dada la naturaleza del sistema tálamo-cortical, la entrada sensorial del mundo externo sólo adquiere significado merced a la disposición funcional preexistente del cerebro en un momento dado, es decir, merced a su contexto interno.
La relación entre los estados emocionales y las acciones –y, por supuesto, la motricidad misma- es de suma importancia, pues, bajo circunstancias normales, los estados emocionales son disparadores de la acción y de su contexto interno.
A pesar del saludable respeto que tengo hacia la evolución, he llegado a creer que ésta puede explicarse básicamente como un producto de la Ley Universal de la Pereza. Esta ley ordena la comodidad y la utilidad: la vía de la menor resistencia.
Aunque nos resulte molesto, el hecho es que el “sí mismo” es fundamentalmente tan sólo una estructura funcional útil, generada por parte del sistema nervioso para centralizar y por tanto para coordinar sus propiedades predictivas.
Las cuestiones concernientes a la función de la mente se rigen por las mismas reglas biológicas que resultaron en la evolución del sistema nervioso, a saber, el desarrollo evolutivo por ensayo y error por parte de la selección natural, tanto en células singulares como en el animal como un sistema completo.
Si se coloca un electrodo de estimulación en el haz medial telencefálico de la rata, el centro de placer del cerebro, y se permite al animal activar esta área presionando una palanca conectada eléctricamente, la rata dejará de comer, de dormir y de beber para mantenerse en un estado de perpetua felicidad. Y se mantendrá así hasta morir.
Una vez evolucionadas, las neuronas constituyen la estructura central de todos los cerebros en todas las formas animales: transmiten información, construyen, soportan y memorizan el mundo interno –mundo compuesto de neuronas que simula la realidad externa apropiándose de sus principios operativos, para después volver a introducir en el mundo exterior el producto de la cognición por medio de los movimientos que denominamos conducta.
El cerebro es básicamente cerrado en su naturaleza y operación, escapa completamente al examen directo de los sentidos, no lo vemos ni oímos, no lo sentimos palpitar, no se mueve en ninguna dirección, no siente dolor si lo golpeamos. Más aún, parece muy distante de su asiento corporal como cuando nos compadecemos del dolor ajeno u observamos admirados el universo.
El placer debe tasarse y no inhalarse demasiado profundamente. Idealmente el placer no es un “fin en sí mismo”, sino el medio para un fin. Si llegamos a un tipo de conciencia colectiva, podría ser una conciencia peligrosamente narcisista, una conciencia que precipitara la desintegración de la sociedad, ya de por sí debilitada por el clima ominosamente anti-intelectual en el cual vivimos.
¿Es la ”mente” una propiedad únicamente biológica o es en realidad una propiedad física, que en teoría podría ser soportada por una arquitectura no biológica? En otras palabras, ¿hay alguna duda de que la biología sea diferente de la física? El conocimiento científico acumulado en los últimos 100 años sugiere que la biología, con todo y su sorprendente complejidad, no difiere de los sistemas sujetos a las leyes de la física. Por tanto, sería posible generar la conciencia con base en un organismo físico, que fue lo que ocurrió en nuestro caso, y al cual llamamos “un sistema biológico”.
El cerebro debe reconstruir el mundo externo como una película o un sueño continuo, en permanente discurrir. Para ello debe anticipar o prever constantemente, operando y orientando su foco de manera discontinua, pero integrando todo lo anterior mediante una actividad en saltos, en intervalos discretos de tiempo. En otras palabras, la predicción impulsa la reorganización de foco de manera rápida y evanescente.
Teóricamente se comprende que el sistema nervioso puede diseñar dos tipos generales de estrategia. En la primera dejaría el sistema en completa libertad y en la segunda lo dotaría de un mecanismo intrínseco que reduzca el número de tales elecciones. Por libre entiendo que si una gacela ve llegar a un tigre, puede decidir correr brincando de la manera esperada, o con sólo tres de sus cuatro patas o con dos patas hacia adelante y dos hacia atrás. El problema de una acción completamente libre, con posibilidades infinitas, es que resultaría muy costoso para el sistema. Por ser hipercompleto, necesita un mecanismo eficiente que reduzca sus grados de libertad, ya que sus elecciones son verdaderamente críticas. No sólo sería ineficiente, sino potencialmente letal pasar demasiado tiempo deliberando cómo escapar del tigre. Un sistema que implemente inadecuadamente la fuga, como sería, por ejemplo, intentar primero movimientos natatorios entando en la tierra, llevaría a la muerte.
El cerebro y el mito del yo. Rodolfo Llinás. Bogotá. Norma. 2002. 360 páginas.

Si amas a tu perro trátalo como a un perro

Hay gente que no tiene hijos pero tiene perro y sueña con realizarse como padre con su perro: lo educa, juega con él, lo llama por su nombre, se siente orgulloso de sus avances, no pueden conversar pero, en todo caso, los hijos no conversan mucho con sus padres y a veces las palabras hieren y separan a los padres de los hijos. Los hijos no son de los padres sino de la vida, como los perros. Ni los perros ni los hijos son ramas de los padres, porque ni los padres ni los hijos ni los perros son árboles ni ramas sino personas y animales con pies y patas.
Los perros no son tan tontos como algunos amos suelen creer, hay algunos que los superan en inteligencia: el perro siente compasión, finge no poder alcanzar en el aire el objeto que su amo le lanza como si lo estuvieran filmando (la gente que suele jugar con su perro en el parque por lo general es más fea, más chica, más insignificante que su perro, es gente a la que nadie miraría si no fuera por la gracia del animal). El perro no atrapa el objeto que le lanza su amo porque sabe que si lo hace le va a dar golpes en la cabeza para que lo suelte y si es tan tonto como para lanzarle objetos pequeños, cuando el perro se los traga supone que después de cinco minutos se los va a devolver porque lo tiene debajo de la lengua. El problema de los domadores de perros no entrenados es que creen que el perro es una prolongación de sí mismos, no saben que aunque hombres y perros puedan convivir son seres diferentes.
Tomar al perro por hijo es gracioso, tomar al perro por alumno es gracioso, disfrazar al perro de persona es ofensivo, una ofensa contra la dignidad del perro: a la perra no le interesa saber cómo le queda la falda y la cintas rozadas en la orejas; al perro blanco le debe resulta bastante incómodo caminar con cuatro zapatos negros de cuero con cordones, es un pobre perro torpe que camina como ciego ¿qué tiene de divertido ponerle pesas en el cuerpo a un perro y sacarlo a caminar para que los demás lo vean como a un perro peligroso? ¿Por qué sentir que tengo un perro deportista por el solo hecho de llevarlo corriendo mientras yo disfruto en la comodidad de una bicicleta?
Hay gente no que tiene hijos ni desea tenerlos, para eso tiene perro; hay gente que quisiera aprovechar mejor su tiempo libre pero no tiene talento para nada, entonces se compra un perro, al que decide entrenar; hay quien busca reafirmar su propia personalidad y escoge un perro para hacerlo, la elección debe ser inconsciente pero es un hecho que la mente humana es poderosa y gracias a este poder hombre y perro terminan por parecerse, hay perros con cara de gente y gente con cara de perro, ¿quién termina por parecerse a quién?, ¿la transformación se da gracias al poder mental del amo o del perro?
Comprar un perro es como comprar un carro: grande o pequeño, discreto o extravagante, usado o nuevo, ruidoso o silencioso, elegante y costoso o corriente y barato. Tener o no tener, tengo carro y perro grande, tengo carro y perro pequeño, no tengo carro ni perro, no necesita carro ni perro, cómo me vería yo en tal carro o con tal perro…

Franciso Bacon. Retrato de una pesadilla

No podía vivir sin la decadencia de las grandes ciudades. . El campo le producía horror, decía que no soportaba “despertar con todas esas cosas cantando afuera”. (Felipe Restrepo).
Aunque ya había pasado los cuarenta cuando conocí a Peter, me di cuenta de que nunca antes me había enamorado. Por supuesto, desde el inicio fue un desastre: estar enamorado de esa forma tan extrema -total y físicamente obsesionado- es como tener una enfermedad espantosa (Francis Bacon).
Soy idiota, pero soy curioso y brillante. No me importa nada y no creo en nada. Nada. Sólo existe mi brillantez y la brillantez de la vida (Francis Bacon).
Francis y yo nos encontramos situados en polos opuestos del espectro. A él le gustan los camioneros de mediana edad, y yo prefiero a los jovencitos. El se mofa de la inmortalidad y para mí es lo único que importa. Aunque claro que estamos relacionados por a morbosidad de nuestros temas (William Burroughs).
Desde luego Bacon siempre fue un ateo y sostenía que toda creencia religiosa no era más que una ilusión autoprotectora y dentro de su visión de mundo, en donde el azar era lo más importante, no había espacios para ningún Dios.
No creo en nada, pero siempre me alegra despertarme por las mañanas. No me deprime. Nunca estoy deprimido. Sé que es una locura, porque es un optimismo sobre nada. Creo que la vida no tiene sentido y sin embargo me excita. Siempre creo que va a suceder algo maravilloso (Francis Bacon).
El crítico Grey Gowrie dijo que Bacon y Eliot comparten “el mismo sentimiento de una civilización que atraviesa una depresión nerviosa” (Felipe Restrepo).
Una vez en Londres, el funeral de Dyder fue emotivo. A lo largo de la toda la ceremonia, Bacon mantuvo la misma actitud que le habían criticado tanto: no mostró ni un poco de tristeza y más bien parecía mirar todo con cierto sarcasmo (Felipe Restrepo).
A pesar de que sus cuadro se vendían en miles de libras, Bacon siempre mantuvo un estilo de vida austero. Aparte de algunas extravagancias -como las apuestas y las fiestas alocadas- no dejó que el dinero le cambiara la vida: nunca quiso tener lujos ni un estilo de vida burgués. Decía que, al igual que Picasso, quería “ser lo suficientemente rico para vivir pobremente”. Y la prueba es que, aunque comía en los mejores restaurantes de Londres, sostenía que su comida favorita era un huevo hervido (Felipe Restrepo).
Mi vida ha sido un desastre. Todos los que he amado están muertos. O se mataron con el alcohol o se suicidaron. No sé por qué atraigo a este tipo de personas, pero no hay nada que pueda hacer al respecto (Francis Bacon).
Siempre pretendí expresar las cosas del modo más directo y crudo posible, y puede que, si una cosa llega directamente, la gente sienta que es horrible. Porque si dices algo muy directamente a alguien, aunque sea un hecho, el otro suele ofenderse (Francis Bacon).
Creo que el arte es una obsesión de vida y, después de todo, dado que somos seres humanos, nuestra mayor obsesión somos nosotros mismos, aunque detesto mi propia cara y he hecho autorretratos porque no podía pintar a otros (Francis Bacon).
La mirada de Bacon se posa sobre el rostro como una mano brutal, intentando apoderarse de su esencia, de ese diamante oculto en las profundidades. Es cierto que no estamos seguros de que las profundidades encierren realmente algo. Pero, como quiera que sea, en cada uno de nosotros está ese gesto brutal, ese movimiento de la mano de arruga el rostro del otro, con la esperanza de encontrar en él o detrás de él, algo que se ha escondido allí (Milan Kundera).
A finales de los setenta le informaron que el Palacio de Bukhingham quería nombrarlo caballero del Imperio Británico, pero él declinó el honor y dijo en broma que ya era suficiente con un Sr Francis Bacon (Felipe Restrepo).
Tengo siempre conciencia de mi condición mortal. Y odio esa condición: no quisiera morirme nunca (Francis Bacon).
La violencia de los cuadros elegidos le dio la razón a los comunistas más conservadores. Para ellos ésta era la prueba de la decadencia del capitalismo y de Europa en general. Algunos extremistas llegaron a decir que el pintor era un pervertido, que estaba poseído por el demonio o que sufría de alguna enfermedad psiquiátrica. Un médico incluso escribió un artículo en el que explicaba que la manera de pintar de Bacon se debía a una grave lesión cerebral (Felipe Restrepo).
Deleuze sostenía que Bacon había creado una forma de pintura en la que sus figuras estaban vaciadas de todo sentido, en las que la sensación lo era todo (Felipe Restrepo).
Francis Bacon. Retrato de una pesadilla. Felipe Restrepo Pombo. Bogotá: Panamericana. 2006. 124 páginas.

Imagen

El día del Juicio

¿Quién lee para llegar al final, por deseable que éste sea? ¿Acaso no hay ocupaciones que practicamos porque son buenas en sí mismas, y placeres que son absolutos? ¿Y no está éste entre ellos? A veces he soñado que cuando llegue el Día del Juicio y los grandes conquistadores y abogados y estadistas vayan a recibir sus recompensas -sus coronas, sus laureles, sus nombres grabados indeleblemente en mármol imperecedero-, el Todopoderoso se volverá hacia Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo el brazo: “Mira, ésos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles, han amado la lectura”.
Virginia Woolf, en El lector corriente II.

El estilo es un asunto sencillo

El estilo es un asunto sencillo; todo es ritmo. En cuanto lo comprendes, no puedes equivocarte de palabras. Aunque por otra parte aquí estoy, después de media mañana, llena de ideas y visiones y cosas así, pero incapaz de verterlas por falta del ritmo adecuado. Esto sobre la esencia del ritmo es muy profundo y va mucho más allá de las palabras. Una visión, una emoción, crean esta ola en la cabeza mucho antes de que surjan las palabras apropiadas. Y al escribir (esto es lo que creo ahora) uno tiene que recapturar esto y asentar este funcionamiento (que aparentemente no tiene nada que ver con las palabras), de modo que después, cuando se fragmenta y rueda por la cabeza, crea las palabras adecuadas.
Virginia Woolf a Vita Sackville-West.

Las horas

Sólo el cielo sabe por qué lo amamos tanto. (La señora Dalloway)
Quería escribir sobre todo, sobre la vida que tenemos y las vidas que hubiéramos podido tener. Quería escribir sobre todas las formas posibles de morir. (La señora Dalloway)
La sorprende como la sorprendería un objeto raro y extraordinario, una obra de arte; por la sencilla razón de que sigue siendo, a través del tiempo, pura y simplemente él mismo. (La señora Dalloway)
Cuando vio este nuevo libro sobre su mesa de noche, apilado sobre el que había terminado la noche anterior, estiró la mano automáticamente, como si leer fuera la primera y única tarea evidente del día, la única forma viable de negociar el tránsito del sueño al deber. (La señora Brown)
Leonard, el brillante e incansable Leonard, que se niega a distinguir entre un retraso y la catástrofe; que venera el éxito sobre cualquier cosa y que resulta insoportable para los demás porque cree genuinamente que puede arrancar de raíz y reformar todas las manifestaciones de la irresponsabilidad y de la mediocridad humanas. (La señora Woolf)
Los hombres puede preciarse de escribir honesta y apasionadamente sobre los movimientos de las naciones; pueden pensar que la guerra y la búsqueda de Dios son los únicos temas de la gran literatura; pero si la posición de los hombres en el mundo tambaleara por un sombrero mal escogido, la literatura inglesa cambiaría dramáticamente. (La señora Woolf)
No tengo tiempo de describir mis planes, Debería decir muchas cosas sobre las horas y mi descubrimiento; cómo excavo hermosas grutas detrás de mis personajes; creo que eso plasma exactamente lo que quiero; humanidad, humor, hondura. La idea es que las grutas conecten entre sí, y cada una sale a la luz del día en el momento presente. (Virginia Woolf)
Piensa que Clarissa Dalloway se matará por algo que en la superficie no parece gran cosa. Su fiesta será un fracaso, o su esposo se negará una vez más a admitir algún logro en relación con ella misma o con su hogar. El truco estará en transmitir intacta la diminuta pero real desesperación de Clarissa; en convencer al lector sin lugar a dudas de que para ella las derrotas domésticas son tan devastadoras como las batallas perdidas por un general. (La señora Woolf)
Estas dos muchachas crecerán hasta llegar a la edad madura y después a la vejez, y se marchitarán o se hincharán; los cementerios donde serán enterradas eventualmente se volverán ruinas donde la hierba crecerá salvaje y los perros merodearán de noche; y cuando no quede nada más de estas muchachas que unas cuantas calzas perdidas bajo tierra, la mujer en el remolque, ya sea que se trate de Meryl Streep o de Vanessa Redgrave o incluso de Susan Sarandon, aún será conocida. Existirá en archivos, en libros; se guardarán las grabaciones de su voz en otros objetos preciosos y venerados. (La señora Dalloway)
Sí, piensa Clarissa, es hora de que el día termine. Damos fiestas; abandonamos a nuestras familias para irnos a vivir solos a Canadá; luchamos por escribir libros que no cambian el mundo a pesar de nuestros talentos y de nuestros generosos esfuerzos, de nuestras extravagantes expectativas. vivimos nuestras vidas, hacemos lo que sea que hagamos, y después dormimos -es así de fácil y ordinario. Unos cuantos saltan por una ventana o se ahogan o toman pastillas; muchos más mueren por accidente; y la mayoría de nosotros, la gran mayoría, somos devorados lentamente por alguna enfermedad, o si somos afortunados, por el tiempo mismo. No nos queda más que este consuelo: una hora aquí y allá en la que nuestras vidas se abren en una explosión, contra todas las posibilidades y todas las expectativas y nos ofrecen todo lo que jamás imaginamos, aunque todos excepto los niños (y quizás ellos también) saben que a estas horas inevitablemente seguirán otras más oscuras y más difíciles. Y sin embargo, amamos la ciudad, la mañana, más que nada, tenemos la esperanza de más. (La señora Dalloway)
No comer es un vicio, una especie de droga: con el estómago vacío se siente limpia y veloz, con la cabeza despejada, lista para la pelea. Toma un sorbo de café, baja la taza, estira los brazos. Levantarse a lo que parece ser un buen día, prepararse para trabajar pero no embarcarse todavía, resulta una de las experiencias más singulares. En este momento las posibilidades son infinitas, tiene muchas horas por delante. Su mente canturrea. Es posible que esta mañana logre atravesar el ofuscamiento, las tuberías atascadas, y llegar al oro. Lo siente en su interior, un segundo yo prácticamente indescriptible, o más bien un yo paralelo, más puro. Si fuera religiosa, lo llamaría el alma. Es más que la suma del intelecto y de sus emociones, más que la suma de sus experiencias, aunque corre por las tres como venas de metal brillante. Es una facultad interior que reconoce los misterios que animan el mundo porque está hecha de la misma sustancia y cuando es muy afortunada es capaz de escribir directamente a través de esa facultad. La satisfacción más profunda que conoce es escribir en ese estado, pero su capacidad de hacerlo viene y se va sin previo aviso. A veces levanta la pluma y la sigue con su mano mientras se mueve por el papel; a veces levanta la pluma y descubre que es sólo ella, una mujer con una bata de estar en casa y una pluma en la mano, temerosa e incierta, apenas competente, sin ninguna idea de dónde empezar o qué escribir. (La señora Woolf)
Las Horas. Michael Cunningham. Bogotá: Norma. 2000. 281 páginas.

Tres citas sobre el cerebro

La realidad es sólo una ilusión, pero una ilusión muy persistente.
Einstein
El cerebro está acostumbrado a asociar la visión del fuego cerca de la piel con la sensación de quemado, o la imagen de un cristal que cae, a un gran ruido. En el experimento los engañamos: la estimulación táctil del cuerpo real se sincroniza con la estimulación visual del cuerpo virtual. El cerebro intenta arreglar la incoherencia y acaba diciéndonos que nuestro cuerpo está allí donde se encuentra la imagen virtual.
Ehrsson
Si la tecnología de la conciencia se desarrolla suficientemente, se podría colocar a una persona en un entorno virtual y engañar a su cerebro hasta el punto de hacerle creer que su auténtica realidad es aquella y que su cuerpo real es el cuerpo que siente en el mundo virtual… la vuelta al mundo real podría ser muy impactante: una experiencia de este tipo conferiría una percepción muy clara de un hecho que normalmente tendemos a ignorar: que el mismo mundo real, la misma sensación que percibimos cada día de tener una identidad y estar en un cuerpo, no es nada más que una creación del cerebro, tan arbitraria y manipulable como la del mundo virtual. Incluso podríamos ser cerebros conservados en formol y nuestra conciencia, el resultado de una sencilla estimulación externa.
Metzinger

Cartas poéticas e íntimas

Me podría decir qué es el hogar.
El Hoy hace que el Ayer signifique.
El corazón sigue sollozando en su sueño.
La vida es para dos. Nunca para un comité.
El dolor que merece la pena no se va tan rápido.
Cada uno que perdemos se lleva una parte de nosotros.
La verdad es algo tan infrecuente que es preciso decirla.
Nunca intenté levantar las palabras que no puedo sostener.
El temor – como el Morirse, dilata la confianza o la impone.
Llévate tu corazón y tus rizos, y nada más excepto tus dedos.
Las candilejas no pueden mejorar la tumba, sólo la inmortalidad.
Extraño que yo, que tanto digo “no”, no pueda soportarlo de otros.
“A una hora en que tú no piensas” significa algo cuando lo pruebas.
Un Hoyuelo en la Tumba Convierte esa feroz Habitación En un Hogar –
El amor de Dios puede ser enseñado para que no parezcamos osos.
Sólo se conoce lo que se pierde. Sólo se posee lo que se destruye.
La gratitud es el único secreto que no puede revelarse por sí mismo.
Mi vida ha sido demasiado sencilla y austera como para turbar a nadie.
Para un Emigrante, es País es ocioso a no ser que sea el suyo propio.
Laboro para deshacerme del espanto, pero el espanto impulsa la labor.
La vida es una muerte que prolongamos; la muerte es el gozne de la vida.
No recibo cartas de los muertos, y sin embargo, cada día los quiero más.
No sabemos dónde se encuentra, aunque sean tantos los que nos lo dicen.
Ya te quieren. Sé simplemente la doncella que eres para mí y te querrán más.
Tenemos que tener cuidado con lo que decimos. Ningún pájaro vuelve al huevo.
No ha sucedido nada sino la soledad, acaso demasiado cotidiana como para relatarla.
El Cielo ronda tenazmente a aquellos que lo encuentran aquí abajo, y los arrebata.
Siempre hay una cosa por la que estar agradecido -y es que uno sea uno mismo y no otro.
El éxtasis lo encuentro en el vivir, la mera sensación de estar viviendo es suficiente gozo.
Es reconfortante reconocer que somos provisionales permanentes, aunque nada más sepamos.
La vida está construida de tal manera que el acontecimiento no puede igualar a las expectativas.
Vivir es tan asombroso que apenas deja espacio para otras ocupaciones, aunque los Amigos son, si cabe, un acontecimiento más hermoso.
Uno aprende, cuando se hace viejo, que ninguna ficción puede ser tan extraña ni parecer tan improbable, como lo sería la simple verdad.
Su pensamiento es tan solemne y cautivador que le deja a uno más fuerte y mas débil también, a Sanción de la Dicha.
La mayor parte de nuestros Momentos son Momentos del Prólogo. “Siete Semanas” es una larga vida – si se viven del todo.
La idea de que algún día miremos hacia abajo, y veamos los pasos torcidos que hemos dado, desde un lugar más seguro, debe ser algo precioso.
Cada día la vida parece más poderosa, y puesto que tenemos el poder de existir, más asombrosa.
Me alegra que mi niñita esté tranquila. La calma es un lugar profundo. A algunos, demasiado débiles para empujar, los asisten los ángeles.
Ninguna parte de la mente es permanente. Esto desconcierta a los felices pero ayuda a los tristes.
Oigo petirrojos a lo lejos y carretas a lo lejos y ríos a lo lejos, y todo se me aparece como apresurándose hacia algún sitio no desvelado para mí.
Hasta que el primer amigo muere, creemos impersonal el éxtasis, pero luego descubrimos que él era la copa de la que bebíamos, siendo ella misma aún desconocida.
Mi gato ideal tiene siempre una enorme rata en su boca, al tiempo que desaparece a la vista – aunque al desaparecer de la vista tiene en sí mismo un peculiar encanto.
Cómo vive la mayor parte de la gente sin pensamientos. Hay mucha gente en el mundo (usted lo debe haber notado en la calle). Cómo viven. Cómo sacan fuerzas para vertirse por las mañanas.
El genio es la ignición del cariño -no del intelecto, como se supone- la exaltación de la devoción, y en proporción a nuestra capacidad para eso, es nuestra experiencia del genio.
Madre estaba hermosa cuando murió. Los serafines son artistas solemnes. La iluminación que no viene sino una sola vez, se posó sobre sus facciones y parecía como esconder un cuadro al ponerla en la tumba.
Sueño con mi padre todas las noches, siempre un sueño diferente, y olvido lo que hago durante el día, preguntándome dónde estará. Sin nadie, continúo pensando. ¿Cómo puede ser eso?
Una carta la siento siempre como la inmortalidad, porque es la mente sola sin el amigo corporal. Deudores en nuestra conversación de la actitud y del acento, parece que hay un poder espectral en el pensamiento que camina solo.
Cuando frecuentaba el Bosque de Pequeña, me decían que una Serpiente podría picarme, que podría coger una flor venenosa o que los Duendes me podrían raptar, pero continué yendo y no encontré sino Ángeles, mucho más tímidos ante mí de lo que yo pudiera sentirme ante ellos.
Si leo un libro y hace que mi cuerpo entero se sienta tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, sé que eso es poesía. Si físicamente me siento como si me levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Esta es la única manera que tengo de saberlo. ¿Hay alguna otra?
Emily Dickinson. Cartas poéticas e íntimas (1859-1886). Barcelona: Grijalbo. 1996. 244 páginas.

Dos bellas columnas de alabastro cubiertas de seda

(Desde el lazareto del Pireo, Atenas) Allí había, escondida detrás de las cortinas, en la cama, una chica muy joven, de unos 16 o 17 años, de piel blanca, tez morena, con una blusa de seda ceñida a las caderas, extremidades finas, cara dulce y expresión adusta. Era la hija de Madame en persona, reservada sólo para las grandes ocasiones. Andaba con melindres y la han obligado a irse conmigo. Pero cuando ya estábamos echados y yo le había puesto el dedo índice en la vagina, después de que mi mano hubiera recorrido lentamente dos bellas columnas de alabastro cubiertas de seda (estilo pícaro Imperio), va y me dice en italiano que quiere examinar mi instrumento para ver si estoy sano. Como tengo todavía un callo en la base del glande y tenía miedo de que lo viera, me he hecho el señor y he saltado de la cama protestando por esta injuria, le he dicho que eso eran unas maneras inaceptables para un caballero, y me he ido, en el fondo muy mosqueado por haberme perdido un polvo tan estupendo y muy humillado por andar con un carajo tan impresentable.
Carta de Flaubert a Louise Bouilhet, 19 de diciembre de 1850. Razones y osadías. Barcelona: Edhasa. 1997

Sobre la amistad

Soy muy capaz de hacer y conservar amistades raras y exquisitas. Como me ato con tanto apetito a las uniones que son de mi gusto, me muestro, me abalanzo tan ávidamente que no puedo dejar de ligarme fácilmente y de dejar huella cuando me doy. A menudo he hecho la prueba con felicidad. Para las amistades comunes soy algo estéril y frío pues mi andar no es natural si no es a toda vela; aparte de que la fortuna, al haberme acostumbrado y engolosinado desde mi juventud con una amistad única y perfecta, en verdad que de algún modo me ha hecho perder el gusto por los demás y me ha grabado en el cerebro que soy animal de compañía y no de tropa, como decía aquel clásico. También porque por naturaleza me cuesta comunicarme a medias y con disimulo, y con esa servil y desconfiada prudencia que se nos ordena en el trato con esas amistades numerosas e imperfectas; y se nos ordena principalmente en esta época en la que no se puede hablar del mundo sin peligro o falsedad.
Montaigne

La tristeza de Madame Bovary

Aquella felicidad, sin duda, era una mentira imaginada por la desesperación de todo deseo.
Los apetitos de la carne, las codicias del dinero y las melancolías de la pasión, todo se confundía en un mismo sufrimiento.
Allí seguía tendida, con la boca abierta, las manos extendidas, inmóvil, y blanca como una estatua de cera. De sus ojos salían dos amagos de lágrimas que corrían lentamente hacia la almohada.
Las dichas futuras, como las playas de los trópicos, proyectan sobre la inmensidad que les precede sus suavidades natales, una brisa perfumada, y uno se adormece en aquella embriaguez sin siquiera preocuparse del horizonte que no se vislumbra.
Se sintió languidecer y completamente abandonada, como una pluma de ave que gira en la tormenta; e instintivamente se encaminó hacia la iglesia, dispuesta a cualquier devoción, con tal de entregarse a ella con toda el alma y de olvidarse por completo de su existencia.
Cuando se arrodillaba en su reclinatorio gótico dirigía al Señor las mismas palabras de dulzura que antaño murmuraba a su amante en los desahogos del adulterio. Era para avivar la fe; pero ningún deleite bajaba de los cielos y se levantaba con los miembros cansados, con el vago sentimiento de un inmenso engaño.
Estaba enamorada de León, y buscaba la soledad, a fin de poder deleitarse más a gusto en su imagen. La presencia de su persona le turbaba la voluptuosidad de aquella meditación. Emma palpaba el ruido de sus pasos; después, en su presencia la emoción decaía,y luego no le quedaba más que un inmenso estupor que terminaba en tristeza.
¿No parecía atravesar la existencia, apenas rin rozarla, y llevar en la frente la señal de alguna predestinación sublime? Estaba tan triste y tan tranquila, tan dulce y a la vez tan reservada, que uno se sentia a su lado prendido por un encanto glacial, como se tiembla en las iglesias bajo el perfume de las flores mezclado al frío de los mármoles.
La luz blanquecina de los cristales bajaba suavemente con ondulaciones. Los muebles en su sitio parecían haberse vuelto más inmóviles y perdidos en la sombra como en un aceáno tenebroso. La chimenea estaba apagada, el péndulo seguía oscilando. Y Emma se quedaba pasmada ante la calma de las cosas, mientras que dentro de ella se producían tantas conmociones.
Acostumbrada a los ambientes tranquilos, se inclinaba, por el contrario, a los agitados. No le gustaba el mar sino por sus tempestades y el verdor sólo cuando aparecía salpicado entre ruinas. Necesitaba sacar de las cosas una especie de provecho personal; y rechazaba como inútil todo lo que no contribuía al consuelo inmediato de su corazón, pues, siendo de temperamento más sentimental que artístico, buscaba emociones y no paisajes.
Estaba tan triste, tan triste, que viéndola de pie a la puerta de su casa, hacía el efecto de un paño fúnebre extendido delante de la puerta. Su enfermedad, según parece, era una especie de bruma que tenía en la cabeza, y los médicos no podían hacer nada, ni el cura tampoco. Cuando le daba muy fuerte, se iba completamente sola a la orilla del mar, de manera que el oficial de la aduana, al hacer la ronda la encontraba a menudo tendida boca abajo y llorando sobre las piedras. Dicen que, después de casarse, se le pasó.
-Pero a mí -replicaba Emma- eso me ha venido después de casada.
El siguiente día fue para Emma un día fúnebre. Todo le parecía envuelto en una atmósfera negra que flotaba confusamente sobre el exterior de las cosas y la pena se hundía en su alma con aullidos suaves, como hace el viento en los castillos abandonados. Era ese ensueño que nos hacemos sobre lo que ya no volverá, el cansancio que nos invade después de cada tarea realizada, ese dolor, en fin, que nos causa la interrupción de todo movimiento habitual, el cese brusco de una vibración prolongada.
Gustave Flaubert. Madame Bovary. Madrid. Cátedra. 2002. 432 páginas

La mayoría de los escritores

La mayoría de los escritores son gente tan fea que sus caras destruyen un sentimiento que quizá podría haberles sido favorables. Quizá soy demasiado sensible, pero varias veces me he sentido tan repugnado por esas caras que no he podido leer los libros sin que la cara se interpusiera. Especialmente esas caras de mujeres maduras gordas con ojos de cuervo.
Es horrible admirar el libro de un hombre y después conocerlo, y destruir todo el placer que causó su obra con unas pocas posturas egocéntricas, de modo que no sólo a uno le disgusta su personalidad, sino que nunca puede volver a leer nada de él con una mente abierta. Su pequeño ego malo siempre está espiándolo a uno detrás de las palabras.
Otros escritores están haciendo cosas todo el tiempo (charlas en ferias del libro, giras de firmas de autógrafos, conferencias, difusión de sus personalidades en tontas entrevistas) que, no puedo evitar pensarlo, los hacen parecer un poco baratos. Para ellos es parte del oficio, para mí, es lo que lo vuelve un oficio.
Cada cosa que uno alcanza elimina un motivo para querer alcanzar algo más. ¿Quiero ser un gran escritor? ¿Quiero ganar el premio Nobel? No si es demasiado trabajo. Qué diablos, les dan el premio Nobel a demasiados mediocres para que me interese. Además, tendría que ir a Suecia y ponerme un frac y pronunciar un discurso. ¿El premio Nobel vale todo eso? Diablos, no.
¿Por qué diablos esos idiotas editores no dejan de poner fotos de escritores en sus sobrecubiertas? Compré un libro perfectamente bueno… estaba dispuesto a que me gustara, había leído sobre él y entonces le echo una mirada a la foto del tipo y es obviamente un completo imbécil, una basura realmente abrumadora (fotogénicamente hablando) y no puedo leer el maldito libro.
El simple arte de escribir. Cartas y ensayos escogidos. Raymond Chandler. Barcelona: Emecé: 2004. 326 páginas.
Imagenmo

Lo que me sirve de la melancolía

A partir del Problema XXX,1 de Aristóteles, mejor conocido como “El hombre de genio y la melancolía” se concluye de manera irrefutable: los melancólicos tienen predisposición hacia la genialidad, casi todos los genios son melancólicos. El análisis de Aristóteles sobre los genios melancólicos de su época se ha instaurado como modelo para escribir sobre genios y melancólicos de todos los tiempos partiendo del hecho de que la interpretación de Aristóteles es una verdad eterna e incuestionable; esta es una de las tantas mentiras o exageraciones del Maestro que vale la pena revisar y que ha llevado a tantos malos artistas a padecer estados melancólicos con la ilusión de que la obra surgirá como por arte de magia.
De un tiempo a la fecha han ido apareciendo intelectuales y científicos, hombres de genio, que no son melancólicos, al contrario, se trata de seres ávidos de vida y experiencia, personas bellas, sonrientes, esbeltas y rejuvenecidas que hacen de la ejecución de su arte uno más de los placeres que constituyen la dicha de estar vivo; lo más seguro es que estos nuevos genios han repasado fragmentos de Más allá del bien y del mal y han tomado la mejor decisión para su época: la melancolía aplicada al pie de la letra resulta poco práctica, tal vez la mejor opción consista en asumir las cualidades de los melancólicos no precisamente para gozar la muerte en vida sino para perfeccionar la propia obra sin perderse el placer de vivir como viven las personas que siempre sonríen para sí mismas.
Las cualidades de los melancólicos pueden ser de gran utilidad en una época como la actual en la que los estándares de calidad se han convertido en el gran anhelo no realizado, no precisamente por falta de melancolía sino por falta tiempo libre; además de artistas, científicos y melancólicos los genios necesitan ser grandes ociosos.
¿Es posible convertirse en melancólico?, ¿La melancolía concede estatus intelectual?, ¿Debemos dudar de los artistas o científicos alegres, casados, pasados de peso, con cinco hijos y optimistas?, ¿Las personas tristes tienen dotes artísticas no desarrolladas?, ¿La relación entre genio y melancolía es tan frecuente como lo presumía Aristóteles?
Cuando hay tiempo libre y soledad aparecen los pensamientos, cuando el ser libre y solitario se embebe en sus pensamientos puede empezar a verse como un ser trascendental.
1. Las ansias de vivir y el desprecio por la vida.
El mejor aliado de la melancolía es la psicosis maniacodepresiva, el estado emocional que no admite términos medios: somos felices o somos desgraciados, concebimos la vida como la gran oportunidad o como algo sin sentido, quisiéramos vivir mucho tiempo para realizar todos nuestros proyectos o quisiéramos morir de dolor ahora mismo. Estos estados de ánimo surgen sin una razón particular, se trata de dolor o alegría del alma que no admite racionalización. Hay que evitar este tipo de expansiones, es posible controlarlas a través de los siguientes ejercicios:
Cuando la tristeza es más fuerte que el deseo de vivir se hace necesario consagrarse a la realización de un trabajo manual que requiera un importante gasto de energía y movimiento corporal, pulir una tabla rústica que luego será usada como mesón en la cocina se constituirá en el mejor antídoto contra el dolor. La fase decisiva del ejercicio será el lijado del la tabla después de haberla estucado; cuando se esté aplicando la última capa de pintura el melancólico deberá estar curado de su fase dolorosa. Los estados depresivos tenderán a desaparecer con el paso del tiempo si el paciente se esfuerza por evadirlos de manera conciente a través de la ejecución de trabajos manuales.
Si se trata del sentimiento contrario, de un estado eufórico, felicidad sin razón, plenitud sin realización, también se debe aplicar un antídoto efectivo que libere del engaño a quien padece el estado de felicidad aparente; por extraño que pueda parecer, la felicidad sin sentido es tan absurda como la desgracia sin razón, en estas condiciones lo ideal es esquivar la falsa felicidad con tareas intelectuales solitarias como leer, escuchar música, ver una película. No tiene sentido llamar a los amigos, comerse un cono, comprar ropa nueva, cuando regrese la fase depresiva se sentirá vergüenza y culpa por haber realizado ejercicios tan banales.
La vida banal no debe ser objeto de desprecio para el melancólico alegre, al contrario, estas actividades servirán de alimento para nutrir sus reflexiones sobre el presente, que no puede ser perdido de vista por un ser que goza plenamente de la vida, jamás debe buscar la banalidad para esquivar el dolor sino que gozará del domingo tanto como del lunes o del martes. La vida dejará de ser vivida en función de los días de la semana.
2. No quiero una familia feliz
El melancólico añora el pasado porque para él el presente es doloramente impredecible, adorna el dolor del presente y recuerda con nostalgia los fragmentos gratamente recordarbles de su monótona vida, se reconforta añorando la valentía con la que afronta el dolor y siente orgullo y hasta heroísmo por saberse diferente a la mayoría de la gente, por saberse solo, enigmático e incomprendido.
La vida del melancólico alegre no es muy diferente a la del melancólico triste, lo que los singulariza es su manera de concebir el tiempo; mientras que el melancólico triste se consagra a una tarea porque se aburre, porque encuentra en ella la mejor estrategia para olvidar el sinsentido de la vida, el melancólico alegre, que ha sido antes melancólico triste, hace más o menos lo mismo pero no precisamente porque se sienta solo, miserable o aburrido sino porque le encuentra más sentido a la vida consagrada al estudio que a la vida vivida a partir de los lugares comunes, la de aquellos seres que repiten sin cesar: la vida es bella, el amor es el sentimiento más maravilloso, los hijos son la alegría del hogar, la gran realización de una mujer consiste en ser madre, si un hombre no tiene mujer y cinco hijos no encuentra razones para vivir. Este padre realizado no vive porque ame la vida sino porque la familia es el mejor pretexto para no matarse y porque el solo hecho de pensar en que debe alimentar, educar, vestir, recrear a sus hijos lo obliga a trabajar más de lo soportable y las horas que le quedan libres para reflexionar sobre la vida y la muerte transcurren pensando cómo hará para darle lo necesario a los frutos de su maravilloso sentimiento: el Amor. Se siente responsable, irresponsable, egoísta y en la recreación de su culpa y sus frustraciones personales se olvida de pensar que la vida no tiene sentido, el sentido de su vida es preocuparse por la vida que le ha concedido a otros seres que luego añorarán realizarse tanto como su padre, estos hombres del futuro también soñarán con encontrarle un sentido a la vida en compañía de una amorosa mujer, una futura madre.
El melancólico alegre no comparte los valores de la familia feliz, no tiene fe en la familia ni en la felicidad; este ser enigmático ha aprendido a llenar las horas de actividades, inventa sentido para pasar mejor sus días no porque crea que lo que hace salvará al mundo sino porque prefiere vivir engañado con tretas artificiales. Nacer, crecer y morir son acciones que él no puede controlar, la reproducción, la razón del nacimiento de todo lo vivo, es lo único sobre lo que tiene poder de decisión, se aferra a esta decisión como si se tratara de un juego ganado a la vida.
El melancólico alegre es un ser especializado en pasar el día en su hogar sin hablar con nadie pero con la condición de no aburrirse ni sentirse desgraciado, ese es su reto y el alimento de su orgullo. Los dias del melancólico alegre pasan tan veloces como los de la señora que trabaja de día, estudia de noche, tiene esposo, amante, hijos, carro, perro, finca, matas… pero no disfruta la plenitud del melancólico alegre porque ella esquiva el tiempo, le teme al dolor, a la soledad, para ella la soledad es un castigo y el tiempo libre un tiempo malo porque brinda la posibilidad de pensar y pensar no es bueno cuando no se disfruta lo que se hace, cuando no se ama aquello que le debe dar sentido a la vida, aunque la vida no tenga sentido.
3. Siempre se pierde algo al darse al público.
El melancólico es reservado, tímido, receloso, desconfiado, inseguro, cada vez que decide entregarse en cuerpo y alma a un ser amado descubre que sólo quiere compartir el tiempo con esa persona, sin testigos, porque a partir de rigurosos análisis fruto de experiencias vividas por él o por otros ha llegado a la siguiente conclusión: la mayoría de la gente habla por hablar, no escucha a los demás, conversa para no aburrirse, baila para matar el tiempo, bebe para olvidar lo desgraciada que es su vida, no contempla los paisajes con sinceridad, se ríe de chistes que no comprende para no pasar por idiota o simple. La mayoría de la gente vive sin pasión, vive para los demás sin amar a los demás.
El melancólico es un ser apasionado y detallista, no se entrega a los demás porque teme desilusionarse, es una persona selectiva pero no indiferente. Es un gran observador del comportamiento animal y humano, se complace comparando a las bestias con los hombres, lo enternecen más los cabritos y los perritos que los bebés de los vecinos. No sabe qué decir en situaciones ante las que cualquier persona sabe qué decir, se ríe a desatiempo, ni siquiera sonrie cuando se supone que se debe reír a carcajadas, es un poco torpe, algunos lo toman por lo que no es. Se ríe para sí mismo en sus gratos momentos de soledad. El mejor amigo de un melancólico es otro melancólico.
4. Relaciones complejas con los demás.
El melancólico es un ser incomprendido, él lo sabe, los demás no. Las personas que viven a su alrededor quisieran que él cambiara, que vislumbrara la vida de manera positiva, menos dolorosa; imaginan a un ser menos desconfiado, rígido, racional y contradictorio en sus apreciaciones. Ellos no saben que el melancólico sabe lo que ellos piensan y esperan de él, tampoco suponen que a veces sueña con admiración en la posibilidad de ser dulce y amoroso de forma auténtica, de manera consciente; cuando el melancólico pasa por fases eufóricas sueña con vivir la vida de los santos y de los humildes, quiere brindar paz y amor, pero estos sueños son imposibles de materializar porque en él es más fuerte el pesimismo, la falta de fe en la nobleza humana, la imposibilidad de vivir en comunidad y para la comunidad. Unas cuantas experiencias negativas lo han convencido de su verdad.
Los demás lo aconsejan, le dan las claves para convertirse en una persona normal, él sonríe para sí al comprender que cada quien considera que su vida y su concepción de la vida es la ideal, la soñada por todos aquellos que no viven a su manera. El melancólico también supone que su vida es la mejor vida, que los locos son los demás.
El melancólico es directo, no habla con rodeos, no le cuesta trabajo dejar una amistad por un detalle que lo pone en guardia sobre la deshonestidad de alguien en quien él ha confiado, el error de una persona vale por un error de la humanidad porque un ser humano es la síntesis del ser humano.
El melancólico es ventajoso, sólo piensa en sus sentimientos, en sus gustos, los demás deben tolerar sus estados de ánimo, prefiere permanecer solo para no molestar; siente que es víctima de los demás cuando en realidad son los demás quienes tienen que soportar sus estados de ánimos cambiantes, sus efusiones de dolor, de risa o de felicidad sin razón, sus ilusiones descabelladas. Es probable que lo traten como a un niño mimado, es probable que el melancólico no se percate.
El melancólico triste no puede salir de su mundo, no puede ver lo que los demás ven. El melancólico alegre lo sabe, porque antes ha sido melancólico triste, lo sabe y se divierte pensando en el dolor absurdo del melancólico triste, en algunas ocasiones puede llegar a sentirse culpable, quiere hacerse pasar por enfermo de melancolía cuando en realidad se vale de los síntomas del melancólico para sacar ventaja de la vida y vivir de manera cómoda.
5. Relación con los objetos: transacciones genuinas que revelan un significado.
El melancólico se cura de la melancolía en el momento en que empieza a ver los objetos como objetos y deja de pensar en éstos como cosas sin trascendencia que valen sólo por la relación que establecen con las personas, los objetos dejan de embellecerse gracias al efecto del recuerdo y la nostalgia causada por la ausencia o el olvido. El objeto ya no vale por la persona, vale mucho menos que la persona, la persona y el objeto no son comparables ni equiparables; los objetos dejan de ser el pretexto perfecto para recordar y añorar los momentos vividos alrededor de este objeto, ya no se constituyen en el consuelo para pensar en un pasado digno del ser añorado.
6. Para vivir tranquilo hay que vivir solo.
Los beneficios de la soledad los puede corroborar quien no vive la soledad de manera resignada, quien no ha ido quedando irremediablemente solo por cuestiones de la vida y el azar, quien vive solo porque los demás no lo soportan o él no soporta a los demás. La soledad del abandonado no es una buena soledad. La única soledad feliz es la soledad soñada, la planeada, la que se vive como el mejor estado posible. La soledad no es un sueño deseable, se nos ha enseñado que las personas solas están enfermas, son perversas y hasta peligrosas; la familia, los hijos y la desgracia de la vida son más soportables que una persona sola que no necesita de los demás ni siquiera para decir: “Hola, cómo estás, lindo día”
7. Voluntad de ocupar un espacio.
El melancólico triste se aferra a su hogar de la misma forma en que se aferra a los objetos de las personas más que a las personas mismas; el hogar y el orden dan seguridad y esto es lo que el melancólico triste necesita. Como vive en función del pasado, al verse separado de su hogar no sólo sera melancólico, también lo aquejará la nostalgia, el amor al hogar, el deseo de regresar a ese espacio que no es sólo un espacio sino el lugar donde ha vivido, donde ha dejado los recuerdos.
El melancólico alegre ama su hogar y se siente cómodo en él pero no se aferra a este espacio como si fuera el único posible; vive largas temporadas en el mismo domicilio pero sin aferrarse a sus paredes, se queda allí porque considera que los trasteos deterioran los objetos, cada nuevo domicilio implica conocer y desilusionarse de nuevos vecinos, es necesario adaptarse al nuevo espacio; se pierde mucho tiempo y él sigue siendo él mismo, entoces, para qué vivir este tipo de aventuras y desventuras.
8. Dificultades de lenguaje.
El melancólico es asombrosamente diestro para expresarse por escrito y dolorosamente torpe para expresarse cuando se le enfrenta cara a cara; para él es sencillo expresarse en público, ante las cámaras, en medio de una multitud; es un niño desvalido cuando se encuentra en la intimidad de una conversación, cuando se trata de un charla informal con un desconocido que lo admira y además de eso es una persona feliz. Las dificultades de lenguaje están relaciones con el encierro voluntario, la profundidad de pensamiento y la desconfianza innata y aprendida en él.
9.Sentido hipertrofiado del deber y amor al trabajo
Esta es la gran cualidad del melancólico triste, la que hace de él el artista, el científico y el guerrero, el hombre que se diferencia de manera radical del triste término medio tan añorado por el ciudadano común. Las personas normales y felices no piensan con mucha frecuencia en cuál es su deber, tampoco aman su trabajo, más bien lo odian porque consideran que el trabajo es un castigo, una condena, lo remuneran económicamente por soportarlo.
El melancólico triste o alegre se siente comprometido consigo mismo, da más de lo deseado, es perfeccionista y obsesivo por hacer bien las actividades que ha elegido para gastar sus horas, sólo se entrega a las actividades intelectuales que hace y lo hace para sí mismo no por el reconocimiento público, lo único que le pide a estas actividades es que lo apasionen, que le brinden placeres que sólo él pueda comprender.
El trabajo es el mejor medio de escape para el melancólico triste, para el melancólico alegre es la plenitud de su vida, se siente dichoso al saber que sus horas pasan lentamente porque sus días no se esfuman en carreras, afanes y preocupacione domésticas. Desde la perspectiva de la persona normal el melancólico alegre no hace nada, pierde el tiempo, no sale, no toma el sol, no saluda a sus vecinos, pero los días son demasido cortos para él, todo su tiempo libre no es suficiente para hacer cuanto quisiera, esa es su gran dicha, saber que no hace nada y lo hace todo, que está inmóvil pero activo gracias a la actividades que lo entretienen diariamente.
10. La actividad de la mente es causa directa de la melancolía.
El melancólico es un ser intelectual aunque no lea libros en público, un ser reflexivo aunque no incomode a los demás con silencios sin sentido. Como pasa la mayor parte del tiempo solo y es desmedido en el empeño con el que se entrega a sus pasiones -que por lo general son de carácter intelectual- se convierte con el paso del tiempo en un ser ensimismado y reflexivo, más feliz con su soledad aunque esta lo convierta en un ser más arraigado en su melancolía.
11. Autonálisis.
El melancólico dispone de tiempo para pensar en los demás y en sí mismo, en lo que ve, oye y lee, suele relacionar cada experiencia vivida con las anteriores y con las vividas por los demás, tanto como con las que conoce a través del arte. Le gusta verse con distancia -como si se tratara de otra persona- con la ilusión de comprenderse mejor; cree que se comprende pero frecuentemente se sorprende ante sus propias actitudes, ante su propia falta de cordura. Ejercitarse diariamente en el conócete a ti mismo es uno de los mayores placeres del melancólico; sabe que engaña a los demás y que con frecuencia también se engaña a sí mismo, ese es su consuelo, saber que es consciente de su propio falsedad y lo admite en el silencio de su soledad.
12. Extraño placer por lo irónico.
Lo irónico y lo grotesco siempre es una verdad dicha sin disimulo, al melancólico lo apasiona la idea de acercarse a la verdad, no a la verdad ideal, al sueño que cada quien cree vivir diariamente, lo que llaman la realización personal, sino a la verdad desnuda, grotesca, la que muestra la banalidad, la monotonía, la falta de originalidad, el aburrimiento y la frustración, el dolor de no alcanzar lo que se sueña y el vacío al ver que lo que se soñó al convertise en realidad es mucho más banal que el propio sueño, el melancólico piensa siempre en la condena eterna de querer buscarle sentido a la vida o suponer que lo tiene. La ironía lo divierte pero también lo amarga, la verdad presentada sin misterios produce risa pero también es causa de dolor y desilusión. Después de la risa aparece trascendencia y la sensación de que la vida es un eterno juego en el que cada quien sueña que representar su papel con seriedad. El melancólico no se puede tomar en serio, no puede tomar en serio a los demás, no desea la trascendencia, lo único que busca es estar atento y divertirse un poco mientras transcurre la vida.