sábado, 12 de noviembre de 2016

El cerebro y el mito del yo

Una neurona es, entre otras cosas una pila eléctrica y, como tal, genera un voltaje.
Somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real.
Lo que hemos dado en llamar pensamiento es la interiorización evolutiva del movimiento.
El movimiento sin objetivo no sólo es un gasto inútil, sino que puede ser muy peligroso.
¿Cómo se efectúa esta interiorización de la motricidad cuando adentro nada se mueve?
El control cerebral del movimiento organizado dio origen a la generación y naturaleza de la mente.
Las plantas no se mueven activamente y no necesitan cerebro: su sobrevivencia no depende de la anticipación.
La gran desventaja de la homogeneidad es que disminuye la variación, la cual es la clave de la supervivencia.
Las emociones representan la plataforma premotora que impulsa o que frena la mayoría de nuestras acciones.
A pesar de que el corazón late por sí mismo, el sistema nervioso también modula la periodicidad de este ritmo intrínseco, como en el caso de estar aterrorizado.
Algunos estudiosos señalan que el hecho de no poder determinar directamente si lo animales tienen sentimientos subjetivos (cualias) implica que no los tienen.
Si el problema de caminar se dejara en manos de las propiedades intrínsecas de nuestros músculos propiamente dichos, no llegaríamos ni a la esquina de la casa.
No parece que los computadores de hoy en día estén listos para tener una mente, pero ello puede deberse más a limitaciones del diseño arquitectónico que a limitaciones teóricas para crear mentes artificiales.
Dada la naturaleza del sistema tálamo-cortical, la entrada sensorial del mundo externo sólo adquiere significado merced a la disposición funcional preexistente del cerebro en un momento dado, es decir, merced a su contexto interno.
La relación entre los estados emocionales y las acciones –y, por supuesto, la motricidad misma- es de suma importancia, pues, bajo circunstancias normales, los estados emocionales son disparadores de la acción y de su contexto interno.
A pesar del saludable respeto que tengo hacia la evolución, he llegado a creer que ésta puede explicarse básicamente como un producto de la Ley Universal de la Pereza. Esta ley ordena la comodidad y la utilidad: la vía de la menor resistencia.
Aunque nos resulte molesto, el hecho es que el “sí mismo” es fundamentalmente tan sólo una estructura funcional útil, generada por parte del sistema nervioso para centralizar y por tanto para coordinar sus propiedades predictivas.
Las cuestiones concernientes a la función de la mente se rigen por las mismas reglas biológicas que resultaron en la evolución del sistema nervioso, a saber, el desarrollo evolutivo por ensayo y error por parte de la selección natural, tanto en células singulares como en el animal como un sistema completo.
Si se coloca un electrodo de estimulación en el haz medial telencefálico de la rata, el centro de placer del cerebro, y se permite al animal activar esta área presionando una palanca conectada eléctricamente, la rata dejará de comer, de dormir y de beber para mantenerse en un estado de perpetua felicidad. Y se mantendrá así hasta morir.
Una vez evolucionadas, las neuronas constituyen la estructura central de todos los cerebros en todas las formas animales: transmiten información, construyen, soportan y memorizan el mundo interno –mundo compuesto de neuronas que simula la realidad externa apropiándose de sus principios operativos, para después volver a introducir en el mundo exterior el producto de la cognición por medio de los movimientos que denominamos conducta.
El cerebro es básicamente cerrado en su naturaleza y operación, escapa completamente al examen directo de los sentidos, no lo vemos ni oímos, no lo sentimos palpitar, no se mueve en ninguna dirección, no siente dolor si lo golpeamos. Más aún, parece muy distante de su asiento corporal como cuando nos compadecemos del dolor ajeno u observamos admirados el universo.
El placer debe tasarse y no inhalarse demasiado profundamente. Idealmente el placer no es un “fin en sí mismo”, sino el medio para un fin. Si llegamos a un tipo de conciencia colectiva, podría ser una conciencia peligrosamente narcisista, una conciencia que precipitara la desintegración de la sociedad, ya de por sí debilitada por el clima ominosamente anti-intelectual en el cual vivimos.
¿Es la ”mente” una propiedad únicamente biológica o es en realidad una propiedad física, que en teoría podría ser soportada por una arquitectura no biológica? En otras palabras, ¿hay alguna duda de que la biología sea diferente de la física? El conocimiento científico acumulado en los últimos 100 años sugiere que la biología, con todo y su sorprendente complejidad, no difiere de los sistemas sujetos a las leyes de la física. Por tanto, sería posible generar la conciencia con base en un organismo físico, que fue lo que ocurrió en nuestro caso, y al cual llamamos “un sistema biológico”.
El cerebro debe reconstruir el mundo externo como una película o un sueño continuo, en permanente discurrir. Para ello debe anticipar o prever constantemente, operando y orientando su foco de manera discontinua, pero integrando todo lo anterior mediante una actividad en saltos, en intervalos discretos de tiempo. En otras palabras, la predicción impulsa la reorganización de foco de manera rápida y evanescente.
Teóricamente se comprende que el sistema nervioso puede diseñar dos tipos generales de estrategia. En la primera dejaría el sistema en completa libertad y en la segunda lo dotaría de un mecanismo intrínseco que reduzca el número de tales elecciones. Por libre entiendo que si una gacela ve llegar a un tigre, puede decidir correr brincando de la manera esperada, o con sólo tres de sus cuatro patas o con dos patas hacia adelante y dos hacia atrás. El problema de una acción completamente libre, con posibilidades infinitas, es que resultaría muy costoso para el sistema. Por ser hipercompleto, necesita un mecanismo eficiente que reduzca sus grados de libertad, ya que sus elecciones son verdaderamente críticas. No sólo sería ineficiente, sino potencialmente letal pasar demasiado tiempo deliberando cómo escapar del tigre. Un sistema que implemente inadecuadamente la fuga, como sería, por ejemplo, intentar primero movimientos natatorios entando en la tierra, llevaría a la muerte.
El cerebro y el mito del yo. Rodolfo Llinás. Bogotá. Norma. 2002. 360 páginas.

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