sábado, 12 de noviembre de 2016

Dos bellas columnas de alabastro cubiertas de seda

(Desde el lazareto del Pireo, Atenas) Allí había, escondida detrás de las cortinas, en la cama, una chica muy joven, de unos 16 o 17 años, de piel blanca, tez morena, con una blusa de seda ceñida a las caderas, extremidades finas, cara dulce y expresión adusta. Era la hija de Madame en persona, reservada sólo para las grandes ocasiones. Andaba con melindres y la han obligado a irse conmigo. Pero cuando ya estábamos echados y yo le había puesto el dedo índice en la vagina, después de que mi mano hubiera recorrido lentamente dos bellas columnas de alabastro cubiertas de seda (estilo pícaro Imperio), va y me dice en italiano que quiere examinar mi instrumento para ver si estoy sano. Como tengo todavía un callo en la base del glande y tenía miedo de que lo viera, me he hecho el señor y he saltado de la cama protestando por esta injuria, le he dicho que eso eran unas maneras inaceptables para un caballero, y me he ido, en el fondo muy mosqueado por haberme perdido un polvo tan estupendo y muy humillado por andar con un carajo tan impresentable.
Carta de Flaubert a Louise Bouilhet, 19 de diciembre de 1850. Razones y osadías. Barcelona: Edhasa. 1997

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