sábado, 12 de noviembre de 2016

Reflexiones de Borges

Hubo una época en que un rey, por ejemplo, podía ser inocentemente cruel; no tenía necesidad de justificarse. Tal vez hoy se actúa mal pero se siente la necesidad de hacer creer a los otros , y lo que es más importante, se hacerse creer a sí mismo, que se ha actuado bien. Hemos llegado a una mejor etapa, la etapa de la mentira y la hipocresía. Y eso es mucho. Vivimos en el tiempo, vivimos en la sucesión.
Puesto que la felicidad no es más que un estado pasajero que no presagia nada nuevo, lo que hay que buscar es menos la felicidad que la serenidad. Para mí la serenidad, y quizas la felicidad, se encuentran más fácilmente en la lectura y en la reflexión que en las otras cosas de este mundo.
La literatura es mi único destino y trato de cumplirlo lo mejor que puedo. Para mí, la literatura es más verdad que muchas otras cosas, más verdad que circunstancias de mi propia vida.
Cuando tenía treinta años creía no haber vivido. En esa época no sospechaba todavía que era imposible no vivir. A los treinta años comprendí el error de pensar que la lectura y al meditación pertenecen menos a la vida que otras ocupaciones del hombre. En el presente creo que la meditación, el estudio, la pedagogía, el ocio, el sueño y el soñar son tan reales o irreales como las cosas de la vida de los hombres que llevan una vida “activa”: todo es real, todo está vivo.
Si podemos concebir las cosas tal vez podamos realizarlas. Pienso que la imaginación puede cumplir una misión profética: se comienza por imaginar las cosas y después éstas llegan.
Estoy seguro de que Jesús no pensé nunca en fundar una religión. Pienso que le habría sorprendido si le hubieran hablado de la religión cristiana. El era judío y se sentía como los otros.
Hay muchos autores jóvenes -y yo era uno de esos hace tiempo- que escriben pensando menos en la literatura que en la historia de la literatura, en su lugar en la historia de la literatura. Piensan: “Soy argentino, escribo en 1969, después de dos guerras mundiales, después de una dictadura, etc. ¿Qué suerte de poemas debo escribir, quién convendrá con ese carácter abstracto que acabo de crear?”.
La muerte me inquieta muy poco. Ya que estamos entre amigos puedo decirle que hay una sola cosa de la que tengo miedo, es la eventualidad de no morir.
Si las cosas no van tan bien aquí. quizá vayan mejor en otro lugar o, lo cual sería mejor, quizá no haya nada en absoluto. Eso sería perfecto.
Sería triste para mí, después de mi muerte, pensar que en la Tierra me llamaba Borges, que publiqué algunos libros, que venía de una familia de militares… prefiero olvidar todo eso, al igual que prefiero olvidar la época en que estaba en el vientre de mi madre. Estoy un poco fatigado de ser Borges, y después de mi muerte seré tal vez alguien, tal vez nadie, pero espero no ser Borges.

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