lunes, 7 de agosto de 2017

Pasar de largo

Soy de cuerpo resistente desde que tengo uso de razón y he pasado muchas noches de largo en celebraciones relacionadas con el amor. Cuando se terminó mi primer romance no podía creer que eso pasara y me castigaba leyendo a las dos de la mañana, fue ahí, más o menos en 1999, cuando aparecieron los arrebatos místicos y me sentía como una mujer muy religiosa leyendo los clásicos desde las dos de la mañana hasta que viera amanecer, luego me acostaba y me sentía pura. Amaba la noche como la amaba Kafka y sentía la aristocracia de los que pueden jugar con el tiempo. Leer en la madrugada era una especie de placer aristocrático y de castigo. Si había disfrutado tanto tiempo con un hombre y no me importaba dejar de dormir por él por qué no podría disfrutar con la misma intensidad leyendo a Keats, a Yeats y a Rilke como si se tratara del mejor banquete y a eso me dedicaba con pasión. Como se podrán imaginar, me volví cultísima y superé el duelo amoroso.
Hoy se me pasaron esas ideas por la mente. Son las 2:18 a.m. y ya publiqué dos posts sobre el alcohol y ahora escribo sobre el placer que significa escribir por primera vez en la vida a la hora en que todos duermen y descansan.
¿Cómo me siento?
Como una Santa
Y ahora se me antoja ir por un café y sentir que vivo en un castillo en el que soy la reina sin nadie que me pregunte por qué estoy digitando a esta hora en vez de estar durmiendo y cómo así que me dio por tomarme un tinto a las 2:22
Terminé
Sor-Maria-Jesus-de-Agreda

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