lunes, 7 de agosto de 2017

Un café para soñar

Desde cuando renuncié al cine sueño más porque el cine está inspirado en los sueños y yo puedo construir mis propios mundos.
El café es la droga perfecta para soñar y me gusta hacer experimentos con el café y con el sueño.
Ayer tomé dos siestas durante el día: una a las once y otra a las cuatro, las dos después de un café. Soñé más en la siesta de las cuatro que en la de las once.
Quise hacer un experimento arriesgado solo con la intención de ver qué pasa:
Me tomé un tinto a las ocho de la noche y me acosté a dormir y pasó lo que no esperaba: tuve unos treinta sueños surrealistas cada uno de los cuales me dejaba despierta y asombrada no sólo de los poderes del café sino de la máquina de soñar con la que me dotó la naturaleza.
Puedo confesar sin vergüenza que anoche me dí en la cabeza con café y que la traba debe ser más poderosa que cualquier viaje de ayahuasca, hongos o ácidos. No debemos olvidar que la calidad y los alcances de una traba no están relacionados con la droga en sí misma sino con el cerebro y la creatividad del trabado y mi traba soy yo misma.
No vuelvo a tomar café antes de acostarme porque es emocionante tener sueños de café, pero soñar durante ocho horas como quien está en la película más espectacular es caer ya en el abuso de las drogas y a las drogas les dije NO.

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