domingo, 9 de agosto de 2015

El problema de ser muy inteligente y original

Las mujeres inteligentes viven una tragedia peor que la de las mujeres bonitas. Están condenadas a recibir elogios de personas que asumen que jamás podrán estar a la altura de sus expectativas, que nunca podrán llegar a ser tan inteligentes, cultas ni originales.
La mayoría de la gente piensa que no puede aspirar a la belleza de la bonita y ante la inteligente elevan un trono hecho de palabras que de tanto oírlas llegan a agotar. Algunos la ven muy exigente, otros muy talentosa, original, exótica, llamativa, sorprendente, de otro mundo, intocable, inigualable, digna de toda la admiración, del amor y del deseo. Digna de ser contemplada porque la mujer inteligente no necesita ser joven ni hermosa para lograr que la gente desfallezca ante su simple presencia.
Soy muy inteligente y original, lo sé porque también leo lo que escribo y a veces logro sorprenderme ante tanta versatilidad. Lo sé también porque todos los días recibo halagos de todos los colores. De gente conocida y desconocida, de vecinos, familiares, colegas y amigos. Los halagos de los desconocidos no me tocan, siempre sé las palabras que van a utilizar para manifestar su admiración, así se debe sentir la reina de belleza a la que todos le recuerdan todo el tiempo que es muy bonita y que no habían visto tan de cerca a un ser tan maravilloso. No envidio la vida de la reina porque los elogios al talento, la inteligencia y la originalidad se vuelven tan vulgares como las palabras más dulces que recibe diariamente la mujer hermosa.
La belleza se marchita, la inteligencia no. Esa es mi desgracia. A medida que pasa el tiempo aparecen más admiradores, más personas arrobadas con mi estilo, fascinadas con mi encanto personal, seducidas con mi sonrisa y los sobresaltos de mi voz. Y no tienen recato, no piensan que mi pobre alma sensible sufre ante tanta admiración, ante el hecho de ser tratada como un ser de otro planeta.
Todos los días alguien me dice que quisiera ser como yo, que quisiera vivir como yo, que quisiera leer todos los libros que he leído yo y sueñan con  ver el mundo como lo veo yo. Quisieran ser fuertes, valientes y honestos, así como soy yo.
Hay momentos en los que me harto de tanta perfección.

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