domingo, 23 de agosto de 2015

Notas para comprender mejor el fenómeno social llamado Natalia Marlene Lizarazo Tocarruncho

[1] “Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos objetivamente… Historia incorporada, naturalizada y, por ello, olvidada como tal historia, el habitus es la presencia activa de todo el pasado del que es producto: es lo que proporciona a las prácticas su independencia relativa en relación con las determinaciones exteriores del presente inmediato. Esta autonomía es la del pasado ya hecho y activo que, funcionando como capital acumulado, produce historia a partir de la historia y asegura así la permanencia en el cambio que hace el agente individual como mundo en el mundo” (Bourdieu. 1991: 92-98). “Una de las funciones de la noción de habitus estriba en dar cuenta de la unidad de estilo que une las prácticas y los bienes de un agente singular o de una clase de agentes… el habitus es ese principio generador y unificador que retraduce los características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas” (Bourdieu. 1997A: 108); “siendo producto de la historia es un sistema abierto de disposiciones, enfrentado de continuo a experiencias nuevas y, en consecuencia, afectado sin cesar por ellas: es perdurable mas no inmutable… la mayoría de las personas están estadísticamente destinadas a encontrar circunstancias similares a las cuales originalmente moldearon su habitus; por tanto, a vivir experiencias que vendrán a reforzar sus disposiciones…; es menester concebir el habitus como una especie de resorte en espera de ser soltado… que no opera plenamente sino mediante la inconsciencia, con la complicidad del inconsciente…; si los agentes han de tener alguna oportunidad de convertirse en algo así como “sujetos” ello sólo será en la medida en que dominen de manera consciente la relación que mantienen con sus propias disposiciones, optando por dejarlas “actuar” o, por el contrario, inhibiéndolas…; según los estímulos y la estructura del campo, el mismo habitus puede generar prácticas diferentes e incluso opuestas” (Bourdieu-Wacquant. 1995: 92-94).
[2] Se trata de un método que parte de “una ontología no cartesiana que rehúsa separar u oponer objeto y sujeto, intención y causa, materialidad y representación simbólica. Bourdieu se esfuerza en trascender la reducción mutilante de la sociología, ya sea a una física objetivista de las estructuras materiales, ya sea a una fenomenología constructivista de las formas cognoscitivas, mediante un estructuralismo genético, capaz de englobar una y otra. Lo hace postulando un método consistente en cierta manera de plantear los problemas, así como un parsimonioso conjunto de instrumentos conceptuales que permiten construir objetos y transferir el saber adquirido de un campo de investigación a otro” Löic J.D. Wacquant, en (Bourdueu-Wacquant. 1995: 17).
[3] “En todo momento, el estado de las relaciones de fuerza entre los jugadores es lo que define la estructura del campo. Podemos imaginar que cada jugador tiene, frente a sí, pilas de fichas de diferentes colores, correspondientes a las diferentes especies de capital que posee, de manera que su fuerza relativa en el juego, su posición en el espacio de juego y, asímismo, sus estrategias de juego, sus jugadas, más o menos arriesgadas, más o menos prudentes, más o menos subversivas o conservadoras, dependen del volumen global de sus fichas y de la estructura de las pilas de fichas, al mismo tiempo que del volumen global de la estructura de su capital.
Dos individuos poseedores de un capital global aproximadamente equivalente pueden diferir, tanto en sus posición como en sus tomas de posición por el hecho de que uno tiene (relativamente) mucho capital económico y poco capital cultural (por ejemplo, el propietario de una empresa privada), y el otro, mucho capital cultural y poco capital económico (como un profesor).
Mejor dicho, las estrategias del “jugador” y todo lo que define su “juego” dependen, de hecho, no sólo del volumen y de la estructura de su capital en el momento considerado y de las posibilidades de juego que aquellas le aseguran, sino también de la evolución en el tiempo, del volumen y de la estructura de su capital, es decir, de su trayectoria social y de sus disposiciones (habitus) que son constitutivas de la relación prolongada con cierta estructura objetiva de posibilidades.
Y esto no es todo: los jugadores pueden jugar para incrementar o conservar su capital, sus fichas, conforme a las reglas tácitas del juego y a las necesidades de reproducción tanto del juego como de las apuestas. Sin embargo, también pueden intentar transformar, en parte o en su totalidad, las reglas inmanentes del juego; por ejemplo, cambiar el valor relativo de las fichas, la paridad entre las diferentes especies de capital, mediante estrategias encaminadas a desacreditar la subespecie de capital en el cual descansa la fuerza de sus adversarios (v. gr. el capital económico) y evaluar la especie de capital que ellos poseen en abundancia” (Bourdieu-Wacquant. 1995: 66).
Bibliografía
Bourdieu, Pierre. Cosas dichas. Barcelona: Gedisa. 2000.
_________ La distinción. Criterios y bases sociales el gusto. Madrid: Taurus. 1998.
_________ La dominación masculina. Barcelona: Anagrama. 1999.
__________ Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama. 1997A.
_________ Las reglas del arte. Barcelona: Anagrama. 1997B.
_________ El sentido práctico. Madrid: Taurus. 1991.
__________Sobre la televisión. Barcelona: Anagrama. 1997C.
__________ Sociología y cultura. México: Grijalbo. 1990.
_________- Wacquant, Loïc J. D. Respuestas. Por una antropología reflexiva. México: Grijalbo. 1995.

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