domingo, 4 de octubre de 2015

El marco del lenguaje

Aunque no me gustaba estudiar estudiaba
Y buscaba siempre a los mejores profesores
A los más fieros, a los más exigentes
A los que se salían de la mediocridad típica del profesor universitario.
Cuando lo tenía identificado
No sé a través de qué poder lograba que mi profesor favorito me terminara prestando sus libros favoritos.
No recuerdo cómo los abordaba
No recuerdo cómo se los pedía
No recuerdo cómo ellos terminaban prestándome sus libros.
Estos hombres fieros me prestaban los libros pero no me dejaban ver la biblioteca porque los lectores son gente extraña.
No me interesaban los libros de las profesoras sino los de los profesores
Debe haber algún placer morboso que yo misma no puedo explicar.
No los deseaba a ellos sino deseaba sus libros
Pero no quería libros favoritos de mujeres sino de hombres.
Es Extraño.
***
Un lector comprometido no presta libros sino los recomienda, los recicla y los regala. No los presta porque se los pueden robar.
Y ellos me los prestaban porque sabían que no era una ladrona.
No me robé ninguno.
Sólo le he robado libros a mis hermanos, a nadie más.
Es un secreto de familia.
No recuerdo cómo terminaba con los libros favoritos de mis profesores favoritos encima de mi mesa, en el centro, como reyes
Pero sí recuerdo que me despertaba en medio de la noche para saber si todavía estaban ahí.
Los libros prestados que recuerdo con más cariño son estos dos
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Tuve muchos libros de mis profesores favoritos sobre mi mesa pero sólo recuerdo estos dos.
Así de triste es la vida.
Mi profesor favorito me mostró muchos libros.
Los más selectos los tenía guardados en una vitrina y esos sí los podía ver, pero no tocar.
Me hablaba de un libro, iba a la biblioteca, lo traía, me lo dejaba tocar y si yo quería me lo prestaba.
De la vitrina no se me antojó leer ninguno.
La biblioteca se veía desde la calle, pero desde adentro no me la dejaba ver.

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