En la reputación literaria no existe la suerte. Quienes dan el veredicto final sobre cada libro no son los lectores coetáneos, ruidosos e injustos, sino una cohorte de ángeles, unos lectores a los que es imposible sobornar, rogar ni amedrentar, y que juzgan imparcialmente los méritos de cada autor para alcanzar la fama. Sólo logran pasar aquellos libros que verdaderamente merecen perdurar.
Emerson
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