sábado, 17 de octubre de 2015

¿Por qué renuncio a Whatsapp?

Desde hace menos de un año uso la aplicación llamada Whatsapp y hoy decidí renunciar a semejante privilegio.
¿Por qué renuncié?
Por varios motivos:
  1. Whatsapp hace a la gente más dependiente del teléfono.
  2. La mayoría de las conversaciones son conversaciones estúpidas.
  3. Se deja de hablar por teléfono, se termina olvidando la voz de la familia y los amigos.
  4. Es un sistema de control. Como soy una persona educada siempre respondía los mensajes y tenía que dar explicaciones todo el tiempo sobre dónde estoy, haciendo qué cosa, con quién, hasta qué hora…
  5. Es impresentable que las personas se reúnan a leer conversaciones ajenas. Varias personas gozaron de lo lindo mostrándome conversaciones ajenas y es evidente que mis conversaciones también son de dominio público. Eso es simplemente asqueroso. Las conversaciones vía Whatsapp empiezan siendo privadas y terminan siendo públicas.
  6. Se desarrolla una especie de espionaje entre los contactos, se vigilan los movimientos entre todos: ¿Está en línea? ¿Por qué no me responde si está conectado? ¿Por qué desconectó los datos? ¿Por qué tarda tanto tiempo en responder? ¿Por qué sólo me responde con “frases” del tipo Ok, jajaja, ya…? ¿Por qué no se ha conectado hoy? ¿Por qué desactivó la última hora de conexión? ¿Por qué me dejó en visto? ¿Por qué no nos volvimos a ver sino que sólo hablamos desde aquí?…
  7. Se tratan temas serios o dolorosos como si fueran una tontería más: muertes, partos, cirugías, pérdidas de todo tipo como si se tratara de una tontería más. Ese es uno de los principales motivos para renunciar a Whatsapp. La llamada telefónica y la conversación cara a cara no son tan fríos como un simple chat.
Como no soy una persona superficial y me interesan de verdad y de todo corazón las relaciones humanas renuncio a esa aplicación tan fría, a esa miseria a la que están unida millones de personas que seguramente no la disfrutan sino simplemente se dejan arrastrar porque Whatsapp se han convertido en una imposición social. Si no tienes Whatsapp no eres normal.
Sé que pierdo dos o tres ventajas de tener esa aplicación en el teléfono pero sé también que es más lo que gano que lo que pierdo desintalándola. Viví durante cuarenta y cuatro años sin Whatsapp y mi vida social no fue un fracaso. Creo que vale la pena seguir viendo a  la gente embrutecida mirando todo el tiempo una pantalla. Riendo, llorando y hablando solos con la ilusión de que no están tan solos, de que tienen muchos amigos y todo el tiempo están conectados para decirse cuánto se aman y se extrañan.
No quiero terminar convertida en una idiota entre millones de idiotas.
Creo que vale la pena resistir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario