miércoles, 2 de marzo de 2016

Nocturno

Alrededor y alrededor de la plaza desierta
Paseamos del brazo con el Diablo.
Ningún sonido, salvo el golpetear de sus cascos
Y el eco de su risa y la mía.
Habíamos bebido el negro vino.
Grité: “¡Corramos una carrera, Maestro!”.
“¿Qué importa”, gritó, “Cuál de nosotros
Corra más esta noche?”
Nada hay que temer esta noche
A la impura luna”.
Entonces lo miré a los ojos,
Y me reí de su mentira
Y del temor constante que trataba de disimular.
Era cierto lo que habían dicho y repetido:
Estaba viejo – viejo.
Enoch Soames

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