sábado, 27 de agosto de 2016

Me invade la sensación de vuelo

Tengo ansias de perfección
Sin ser mormona aspiro a ser una Santa de los Últimos Días
Ayer mientras veía correr el agua sentí como una especie de voz que me decía “No hagas eso que estás pensando hacer, yo sé por qué te lo digo, no trunques el camino que has construido a lo largo de tu vida, falta poco para que sientas lo que siempre has soñado, déjame guiarte”
Y mi ser entero -cuerpo, mente, cerebro, alma, espíritu y esencia- sintió que debía oír con atención el mandato de esa voz y viví una especie de arrebato místico sin ser monja y sin vivir en un claustro. Para ser una simple mortal se trató de una gran experiencia, algo con lo que había soñado siempre. Mi sueño consiste en vivir experiencias límite hacia arriba no hacia abajo, más cerca de la elevación que de la caída, al lado de la gente común y viviendo una vida común, sin público y sin aplausos, sin premios, menciones ni diplomas.
Pasaron varias horas y mi ser racional me decía que esas voces no son reales sino producto de mi mente y decidí lanzarme a la aventura sin pensarlo mucho, sin fijarme en esas voces sin presencia. La experiencia no se realizó y me dio por pensar que la voz se encargó de que no pasara eso que estaba decidida a hacer. Ahora sospecho que hay Algo que me guía y tiene bellos planes reservados para mí. Recordé que todos mis deseos, al ser deseados de forma tan genuina, se han realizado siempre sin ningún tipo de esfuerzo, sólo con la fuerza del deseo. Es como si existiera un ser mágico que me concede lo  que sueño. Puedo sentir que el futuro me pertenece y sólo debo dejarme conducir por la voz que se manifestó ayer y que seguramente siempre ha estado ahí.
Hoy estaba sobre una superficie elevada con mi ropa leve, con la que paso la mayor parte del tiempo con la ilusión de que al perder peso gano.
Y estando sobre esa altura sentí que no sólo no debía hacer eso que pensaba hacer sino que también debía tomar una decisión radical que le dará un nuevo rumbo a mi vida, que me hará sentir en la cima sin necesidad de estar es un espacio elevado.
Con mis zapatos de ángel y mi capa improvisada decidí renunciar a la comunicación humana a través de medios digitales y entonces bajé la escalera y desinstalé Twitter y WhatsApp, los dos venenos a los que la voz me dice que debo renunciar.
No quiero más amistades virtuales con personas a las que puedo ver y no quiero creer que soy amiga de personas a las que nunca veré. Ahora mi teléfono sólo sirve para llamar y recibir llamadas. Me voy a reconciliar con la vida real, sólo hablaré con personas con cuerpo y sangre.

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