sábado, 25 de julio de 2015

Cincuenta sombras de Grey

En tiempos de estupidez universal y del tan efectivo voz a voz seguramente Cincuenta sombras de Grey será la película más taquillera de la historia del cine. El porno para mamás que hizo famoso el libro logrará que muchos de los que no lo leímos -por puro amor propio- veamos la película por curiosidad, para ver la reacción del público, para apreciar cómo presentan el supuesto porno en pantalla gigante para ser visto en plan familiar y porque es menos doloroso ver una mala película que leer un mal libro. Perdemos menos tiempo y no estamos obligados a reciclar.
La película recrea la historia de amor de una joven inexperta, juiciosa, bien educada, con valores, bonita, inocente y sumisa que se enamora de un hombre mayor, experimentado, atractivo, rico, dominante y machista. La típica historia soñada por millones de niñas pobres que quieren triunfar, inspirarse viendo telenovelas porque sospechan que aquello que le pasa a las heroínas podría pasarle a ellas también y se preparan para lograrlo. La mayoría fracasa porque así es la vida, porque lo que pasa en los libros, en las telenovelas y en el cine no le pasa casi a nadie, es un simple consuelo para que el público se olvide -mientras disfruta de la obra- de su propia miseria personal. Cuando se acaba la película se reencuentran de nuevo con la dolorosa realidad, con el soñador fracasado.
Cincuenta sombras de Grey es un gran pretexto para que las feministas se indignen porque la mujer es tratada como un objeto que se pone a disposición del hombre a cambio de regalos caros. El orden patriarcal y falocéntrico es asumido por hombres y mujeres en la película y en la sala de cine, en los millones de lectoras deseosas de ser sometidas por un hombre frío que las domina, a ellas les resulta excitante imaginar que son atadas y golpeadas. Desean ser tan afortunadas como la protagonista de la historia mientras engordan, educan a sus hijos y soportan a su marido gordo y desagradecido.
La película es una bonita fusión entre liberación sexual y mentalidad de prepago. El hombre le pide apertura mental a la mujer y mientras lo hace reconoce que tiene traumas de infancia y termina seducido, enamorado de la mujer que quiere tocarlo, mirarlo a los ojos, dormir a su lado, no simplemente constituirse en su objeto sexual. Es una historia tonta que produce risa, risa estúpida, nada que ver con la historia de O, Irreversible, El amante, Luna de hiel, El último tango en París o Saló o los 120 días de Sodoma. Es una película estúpida para un público estúpido que ríe ante su propia estupidez porque se siente engañado. Iban a ver porno y les terminaron ofreciendo una insulsa historia de amor, se sienten burlados y sólo pueden reír ante sus expectativas truncadas.
El público va dispuesto a estimularse viendo imágenes estimulantes que nunca llegan, las escenas más fuertes son menos fuertes que las que se pueden ver en películas de mujeres y carros o en algunas telenovelas. Cuando la pareja de enamorados descubre que su sentimiento está mucho más allá del cuerpo y notamos que se acabó el asunto la gente ríe asombrada porque cae en cuenta de que han sido burlados de nuevo por la publicidad, el marketing, el voz a voz y el instinto básico que los lleva a creer que el sexo es lo más importante en la vida, porque fantasearon con la idea de que ir a cine con una amiga a divertirse un poco en un plan diferente, algo que los sacará de la rutina de los sábados resultó ser sólo otra mala película, como lo son la mayoría de las películas que se ven un sábado en una sala de centro comercial.

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