viernes, 24 de julio de 2015

Lo bello y lo triste

Un escritor narra la historia de su amor con una joven de dieciséis años y como es literatura la heroína es mucho más fantástica que la protagonista, que la mujer real; es la historia de una verdad distorsionada, una versión de los hechos desde la distancia y el recuerdo por un hombre triste que se divierte observando a los pasajeros de un tren, los paisajes desde la distancia, flores y sonidos de campañas en la Noche de Año Nuevo. Se han vendido muchas ediciones, el autor mejora su condición económica, es un escritor famoso. Su esposa y sus dos hijos se dan la buena vida a costa de la narración del sufrimiento de una joven y el amor de esa joven con el narrador (que es el mismo escritor). El título de la novela es Una chica de dieciséis, simple, como tenía que ser el título de una novela de Yasunari Kawabata.
Oki y Otoko se conocieron en Tokio, se enamoraron, ella era una amante diestra dispuesta a todo, sumisa y discreta, quedó embarazada, perdió al bebé de Oki (una niña) y la pérdida la llevó a la locura, pero nunca dejó de amarlo. El asunto es cursi y la historia es absurda. ¿Será frecuente este hecho en Tokio y en kioto? ¿En Japón los hombres de treinta y cinco años desean y se enamoran de jóvenes vírgenes que luego enloquecen de amor por ellos? El narrador insiste en que la literatura sólo puede surgir de la vida real, de las experiencias intensas, que sólo se puede escribir algo bello, artístico, cuando el sentimiento ha sido muy profundo: sin amor, sin odio, sin deseo… es imposible escribir algo que pueda llamarse con respeto y reverencia una Obra de Arte digna de ser apreciada, esa es una de las conclusiones contundentes en esta novela en la que se reflexiona seriamente sobre la esencia de la estética, el estilo y la pureza.
En Colombia esta conmovedora historia de amor sólo podría verse en una telenovela, no en lo que llamamos Una Obra Literaria. Si las feministas analizan Lo bello y los triste con lupa descubrirán fácilmente el patriarcado y el falocentrismo, podrían terminar odiando a Kawabata como odian a Bukowski y tal vez a Lovecraft. ¡Dios no permita que esta novela caiga en las manos de Catalina Ruiz-Navarro porque la destrozaría!
Otoko supera el dolor gracias al apoyo de su madre, se tienen la una a la otra y la madre desea que su hija se enamore de nuevo, se case y tenga hijos pero ella sólo puede amar a Oki y lo amará hasta la última página del libro porque en ella no cabe el odio, el resentimiento ni la venganza, ella sólo sabe amar a ese hombre y él también siente que no volverá a amar a otra mujer como la amó a ella.
Otoko pinta y Oki escribe novelas, la esposa de Oki ha perdonado la traición pero se atormenta sabiendo que en la novela se destaca más la pureza de la joven que sus propios celos y sabe que debe soportar el sufrimiento que implica ser la esposa de un escritor. Pasan los años y parecen haberse curado las heridas, ninguno de los personajes imagina el final dramático de la historia en manos de Keiko, la protegida de la señorita Otoko Ueno. Un drama total que termina en la muerte de un joven que no pudo resistirse ante los encantos de la belleza femenina.
Oki es un hombre triste y sueña con ir a Kioto (donde vive Otoko) para oír con ella las campanas en la noche de Año Nuevo. Ella lo recibe con su aprendiz: Keiko. Keiko es joven, hermosa y seductora y espera vengar el dolor de Otoko, su maestra, a través del sufrimiento del padre y el hijo y, entonces, los seduce a los dos. La novela termina con la muerte de Taichiro, el hijo de Oki, una joven promesa de la intelectualidad de Tokio.

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