domingo, 26 de julio de 2015

Personas convertidas en objetos de consumo

Hoy no caminé mirando flores, perros y gatos sino personas, gente apurada corriendo a su trabajo. La mayoría con cara satisfecha y bien vestidos, hasta donde su presupuesto lo permite. No se ven satisfechos y resueltos porque lo estén sino porque en su lugar de trabajo y fuera de él han visto videos y han recibido charlas de gente con apariencia de satisfacción y plenitud sobre la importancia de la buena actitud y la presentación personal como parte del proceso llamado triunfar en la vida (es decir, tener mucho dinero para comprar todo lo que quieran y ser queridos, admirados y envidiados por sus familiares, vecinos y amigos) y lo han aprendido bien: han aprendido a fingir que todo está muy bien aunque los fines de semana sepan que todo está muy mal y por eso salen desesperados a los centros comerciales a comer helado y a consumir vitrinas con la mirada.
Salen los pobres y salen los ricos, salen en carro y salen a pie, puede ser el helado más simple o el helado más sofisticado. Se reúnen ahí o en un parque o simplemente caminan o ven televisión o pornografía o pasan el día entero con sus amigos virtuales de cualquier red social conscientes de que su vida es miserable pero sin dejar de sonreír en todas las fotografías que publican. Viven con la idea fija de que todo podría mejorar si trabajaran menos, ganaran más, consumieran más y gracias a eso podrían venderse también como exitosos objetos para ser consumidos en el mercado de la carne.
Este es el gran sueño: convertirse ellos mismos en objetos de consumo. De ahí el auge de las cirugías estéticas y la idea de convertirse en marca personal, en encarnar lo que la publicidad llama crear tu propio estilo. Y entonces estamos acostumbrados ya a ver a las mujeres maniquí caminando con aire de suficiencia; ellas no quieren ser mujeres, quieren verse como el maniquí exhibido en la vitrina del almacén de ropa que les gusta. Esa es su mujer ideal y luchan por ser como ella, como la muñeca gigante con rasgos humanos. Las mujeres maniquí buscan hombres maniquí, porque también los hay, y entonces recordamos el mundo de la muñeca Barbie y descubrimos que ese mundo ahora es nuestro mundo, el que vemos desfilar ante nuestros ojos.
Son sólo sueños porque la mayoría de la gente trabaja más de lo justo a cambio de una remuneración económica que apenas le alcanza para sobrevivir y para comprar sus disfraces que los harán ver como satisfechos y resueltos cuando se dirigen al trabajo y cuando se encuentran con sus amigos o sus amantes de turno. Quienes han alcanzado su sueño están todavía más destrozados que los frustrados, porque han descubierto que todo era una triste ilusión, los objetos que compraron en el mercado del centro comercial o en el mercado de la carne no lograron satisfacerlos, se sienten peor con el triunfo y lo ahogan en droga, desmesura, depresión, ansiedad, suicidio, indiferencia o falta total de sentido.
Comprar produce placer en cualquier terrícola que viva en en año 2015, los filósofos, los científicos y los artistas también lo disfrutan, ellos no se salvan de la miseria y no conformes con disfrutar comprando objetos se ha convertido el humano en un objeto de consumo más: hombres, mujeres, niños y mascotas. No basta con ver vitrinas y soñar con la compra, las personas también se han convertido en los objetos del deseo, son la vitrina ambulante.

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