jueves, 23 de julio de 2015

Periódicos y libros

Hace veinte años comprar el periódico y leerlo era interpretado y asumido como signo de estatus, había gente que se sentía inteligente y culta porque sabía cómo doblarlo, cómo organizarlo, cómo presumir con él en la sala de su casa, en la oficina, en el taxi o en el bus. Se andaba con el periódico debajo del brazo para presumir. Eso se acabó. Leer el periódico se convirtió en una actividad tediosa, es más fácil y efectivo leer noticias sueltas en versión digital compartidas en las redes sociales que manipular ese papel feo y sin gracia, sin contar con que ahora no hay grandes periódicos y la gente ha dejado de comprarlos porque los distribuyen en las esquinas de forma gratuita y quienes se sienten privilegiados con ese regalo maravilloso son las personas que constituyen la base de la sociedad, es decir la mayoría de los colombianos, los que no gozaron el “privilegio” de ser suscriptores de El Tiempo o El Espectador. Estas personas no son conscientes de que no consumen noticias sino publicidad, la peor publicidad.
Las noticias que publican periódicos como ADN o Publimetro son redactadas por aficionados que se toman por periodistas o por periodistas recién egresados que no encontraron un trabajo bien remunerado y tuvieron que conformarse con este. Se consuelan con la idea de que trabajan para un medio y seguramente se presentan ante sus amigos como periodistas; lo que no saben es que los grandes periodistas, los profesionales de la escritura, el redactor y el investigador rigoroso y autoexigente es una especie en vía de extinción, están condenados a desaparecer. El destino de los periodistas no es ni siquiera un medio virtual tipo La silla vacía o KienyKe sino su propio espacio, sea en un blog o en una página propia. La miseria de los medios digitales, de los “nuevos medios” es que en esos espacios impera la mediocridad, el maltrato a la lengua, el afán de inmediatez y los publireportajes.
¿Un periodista con vocación se tomaría el trabajo de publicar en un periódico de circulación gratuita, sea en papel o en versión digital? ¡no! No tiene sentido engañarnos de semejante manera.
Hacer periodismo como se hacía hace veintes años es un sueño imposible de realizar en este momento. Probablemente desaparecerá el periódico y los medios tradicionales terminarán doblegándose ante las redes sociales, se impondrán los espacios como Twitter porque las noticias dejaron de ser noticias. Cada día tiene su evento, su chiste, su escándalo y su forma de expresarlo de forma divertida o poética a través de un tuit que será leído por millones de usuarios ávidos de saber qué está ocurriendo en el tiempo presente, en el instante puro, no precisamente para tomar partido y para tratar de modificar el estado de la cosas sino por simple diversión y morbo.
Los periódicos desaparecerán pero los libros no, ese es el consuelo dirán algunos, esa es la verdadera aristocracia, digo yo. Los lectores de periódicos siempre fueron masa, una masa estúpida y dominada. Ahora no estamos seguros de si en el futuro se impondrán las redes sociales y los dispositivos para acceder a éstas o si el imperio más efectivo para dominar a las masas estúpidas seguirá siendo la televisión, el fútbol, los dispositivos tecnológicos y Adidas.
La buena noticia es que los libros no desaparecerán porque no desaparecerán los lectores de libros. No desaparecerán y lo dice una lectora consagrada como yo. Pueden aparecer todos los dispositivos, todos los soportes, toda la juguetería tecnológica y sofisticada, liviana y amigable, pero la experiencia de ir a las bibliotecas, a las librerías, el placer de ver envejecer un libro, de regalarlo y volverlo a comprar después de veinte años; el placer de subrayar, pasar páginas y observarlas no se compara con ninguna gran experiencia digital.
Es un privilegio contar con este blog para publicar sin intermediarios, sin censura, pero el placer de leer un libro no se compara con ningún tipo de placer. El cerebro no acepta la experiencia virtual como algo muy estimulante a nivel intelectual cuando se ha pasado la mayor parte de la vida leyendo libros, no periódicos o viendo programas de televisión.
Los lectores de libros siempre han sido una minoría absoluta y por eso es tan fácil decir que el libro va a desaparecer, la mayoría de los cibernáutas no los extrañarán porque para la mayoría de los seres humanos los libros no forman parte de su vida, la lectura no se ha constituido en una experiencia imprescindible. No pierden nada cuando dicen que desaparecerá el libro porque nunca los tuvieron, porque no conocen la trascendencia de lo que significa leer.

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