viernes, 24 de julio de 2015

¿Por qué las feministas también son animales? Dedicado a Catalina Ruiz-Navarro y Carolina Sanín

Cuando una mujer ve a una perra, a una gata o a una burra extasiada frente a sus bebés recién nacidos queda maravillada ante la pasión de esas madres para hacerse cargo de sus crías, para amarlas con amor incondicional, desinteresado, gratuito… como sólo una madre puede amar a sus hijos.
Lo que la señora no sabe es que ella es hermana de la burra, la rata y la cerda porque son mamíferos, animales que se reproducen gracias al intercambio genético de una hembra y un macho a través del apareamiento, que las señoras llaman de forma “romántica” – para olvidar que son animales- Hacer el amor.
Hacer el amor como Dios manda para que dentro de nueve meses nazca un bebé gordo y llorón al que llamaremos El milagro de la vida.
¿Milagro de la vida?
Pero si somos siete mil millones de seres humanos. Una especie de virus que se inventó el amor para justificar la reproducción irracional y despiadada que vulnera los derechos fundamentales de las demás especies. Hombres y mujeres son responsables de semejante acto irracional. Hombres y mujeres participan del crimen de seres vivos mucho más hermosos y discretos que los hombres y las mujeres.
Si el milagro de la vida es varón será recibido como un rey, si es una niña será recibida con desprecio, lástima y consideración porque esa pobre criatura no sabe que llegó a una sociedad patriarcal y falocéntrica, piensa la madre feminista de la hipotética recién nacida que sólo ha leído libros de Ciencias Humanas y no sabe que también existe la biología, la genética y la neuorociencia y que cuando se aborda la vida desde estas perspectivas la hembra no sale muy bien librada porque la naturaleza no es precisamente feminista, a la naturaleza no le interesa la felicidad humana ni la liberación de la mujer, sólo le interesa crear estrategias para conservar especies.
Las feministas no saben que entre las hembras en general la mujer es una de las que mejor ha desarrollado armas para seleccionar al macho y para ejercer control sobre él. El cuerpo de la mujer es una trampa exquisita para seducir al pobre hombre presa del deseo y la pasión loca. ¡Por eso somos siete mil millones de milagros de la vida!
La feminista militante educará a su hija para que sea una mujer emancipada como ella, pero cuando la niña descubra que tiene tetas, culo, cintura, cadera, piel, voz y naturaleza de mujer descubrirá, sin saberlo, que es una máquina de seducción y correrá a buscar a su macho para reproducirse como todas las demás, como el animal más irresponsable de la tierra.
Deseará ser modelo SoHo como Catalina Ruiz-Navarro o verá maltrato a las pobres criaturas llamadas mujeres en los detalles más insignificantes, como Carolina Sanín.
Es difícil encontrar feministas en un rango de edad entre los 12 y los 20 años, esa es la edad de la reproducción y el animal joven no racionaliza la naturaleza de su deseo, sólo busca, como cualquier gata o perra en celo, a lo que ella llamará El amor de su vida para hacer el amor, pero todos sabemos que esos bellos sentimientos, esas búsquedas metafísicas son máscaras que la criatura inventa para no sentirse hermana en el deseo de la rata o de la gata.
Cuando el hombre ve a la mujer como un objeto, cuando la mira con deseo y babea como un perro porque quiere compartir sus genes con ella también se convierte en objeto, en objeto del deseo, no es más objeto la mujer que el hombre porque ella sea la deseada y él el deseoso, es la naturaleza manifestándose en ellos.
Feministas fanáticas: los hombres también sufren, los hombres también son tratados como objetos. ¿Quién defenderá a James y a Falcao? ¿No se dan cuenta de que esos dos pobres hombres son tratados como putas y son mucho más rentables que una puta?
Esta historia continuará….

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