lunes, 27 de julio de 2015

No es Flaubert, es Sade

Finalmente, después de que el conde había repetido seis veces  sus argumentos aceptó. Bressac estaba muy contento. Tomándola de la cintura la levantó por los aires y la hizo girar en sus brazos. Después, poniéndola de nuevo sobre sus pies, la estrechó contra su pecho y le besó tiernamente la mejilla.
-Mi querida Justina- dijo-. Eres la primera mujer a quien beso, y realmente, lo hago de todo corazón. Nunca me había parecido tan atrayente una hembra.
Y Justina, completamente convencida de que tenía más razones que nunca para aborrecerlo, se sintió embriagada por el deseo irresistible de languidecer entre sus brazos…
9788074842696

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