sábado, 25 de julio de 2015

¿Cómo se suspende una cuenta con 37.000 seguidores en Twitter?

A medida que va pasando el tiempo voy recibiendo más información sobre la suspensión de mi cuenta en Twitter llamada @ensayista. El último dato preciso fue que una persona organizó a los censores vía DM (mensajes privados) y que todos ellos -como buenos borregos- siguieron las instrucciones del líder de la manada.
¿Quién fue? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué nadie denunció la convocatoria como un atentado a la libertad de expresión? ¿Por qué entre todos los que reportaron la cuenta ninguno dudó en el momento de hacerlo? ¿Por qué ninguno de los que lo hizo muestra la más mínima señal de arrepentimiento? ¿Por qué los “enemigos” de Ensayista se han convertido en una especie de secta que parece estar dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias?
Para comenzar digamos que nos encontramos ante un ejemplo que constata lo descubierto por Milgram. La suspensión de mi cuenta se halla enmarcada dentro de un fenómeno muy propio de nuestro tiempo, es un fenómeno de masas virtual:
En 1961, cuando Stanley Milgram todavía era profesor auxiliar de la universidad de Yale, puso un anuncio en el New Haven Registrer, de Connecticut, invitando a los lectores a participar en un estudio científico sobre la memoria. Se dijo a los participantes que se centraría en el efecto del castigo sobre el aprendizaje, y les dejaron en una sala para que observaran a un hombre que tenía colocados electrodos que -según se aseguró a los participantes- le daban descargas eléctricas dolorosas. Luego se dijo a las personas reclutadas que leyeran una lista de asociaciones de palabras y que dieran al alumno una descarga eléctrica cuando cometieran errores, usando una consola con interrupciones que iban de 15 a 450 voltios indicado como “XXX”.
Aunque estaban separados por una pared, los participantes podían oír al alumno y sus gritos de dolor cuando recibía las descargas eléctricas después de cada error. A medida que aumentaba su agonía, muchos de los participantes protestaron, solo para que el científico encargado les dijera que podían continuar. Y el 65% de ellos lo hicieron hasta llegar a “XXX”, momento en el cual los gritos habían dado paso a un ominoso silencio.
Solo cuando el experimento terminó se dijo a los participantes la verdad: que el alumno no era más que un actor y que no le habían hecho daño en absoluto. Milgram había demostrado que se podía persuadir a la gente corriente, desde amas de casa hasta ingenieros, para que abusaran de un perfecto extraño hasta llegar a matarlo, si creían que podían pasar esta responsabilidad a quienes tienen autoridad. En la década de 1960 se consideró que el experimento de Milgram aclaraba, de manera escalofriante, las acciones de los nazis. Como demuestra el reciente escándalo sobre el tratamiento dado a los prisioneros iraquíes, el experimento de Milgram no ha perdido ni un ápice de su relevancia. (Mattheus: 2007: 30).
La historia de la humanidad está marcada por el linchamiento a las mentes brillantes por parte de masas organizadas por un líder o por una autoridad política o religiosa que lo quieren silenciar: Sócrates, Jesús y Galileo son tres casos emblemáticos. Con ellos también se aplicó la sentencia tuitera que dice: Se calla o la callamos.
No quiero ponerme en el papel de las grandes mentes de todos los tiempos que han sido torturadas, asesinadas, desaparecidas, encarceladas sólo porque opinaron sin miedo sobre temas que no querían ser aceptados por sus contemporáneos, pero que luego se revelaron como grandes verdades. No quiero ponerme en el papel de mártir o de heroína pero tanta atención dedicada a mí, tantos deseos de parte de los líderes y de sus súbditos de callarme como sea, me ponen a dudar sobre si lo que escribo es tan peligroso como para que actúen conmigo como actuaron en contra de las mentes más brillantes de todos los tiempos, los grandes rebeldes o los grandes reveladores. No sé si ponerme al lado de Flaubert, Baudelaire, Sade y Galileo o si me gusta más sentirme hermana de Jesús y de Buda.
Si observamos la censura ejercida sobre mí a la luz de la argumentación escrita es evidente que mis agresores llevan todas las de perder. Veamos:
Argumentación y persuasión
Conmigo se ha ejercido siempre la persuasión:
La persuasión es un acto discursivo intencional encaminado a lograr una acción o una determinada línea de conducta en un destinatario apelando más a sus emociones, deseos, temores, prejuicios y todo lo relacionado con el mundo de los afectos más que con el raciocinio. Al persuasor sólo le interesa lo que el persuadido haga o no haga y no lo que sienta o piense. (Díaz: 2002: 2).
¿Qué es lo que quieren que haga quienes me censuran? Que me calle.
¿Por qué quieren que me calle? Porque escribo en este blog y en mi cuenta de Twitter textos que no les gustan. No me responden con otro texto sino con la suspensión de la cuenta.
¿Cuáles estrategias persuasivas han utilizado mi censores para buscar que no escriba más?
– Coacción o coerción: acto realizado por un individuo o un grupo con el fin de obligar a alguien a que diga algo o ejecute una acción que no quiere. Ejemplo: la suspensión de mi cuenta de Twitter.
– Apelando a las emociones: Se logra explotando los afectos, emociones, deseos, temores de quien se intenta persuadir. Ejemplo: me dicen -para insultarme y “debilitarme”: fea, vieja, bruta, sola, necesitada de afecto, a usted nadie la lee, suicida…
– Profiriendo amenazas. Ejemplo: He recibido amenazas de muerte desde 2010.
– Apelando a la mentira y el engaño. Ejemplo: cuando me cerraron la cuenta en 2010 inventaron que yo misma lo había hecho, para llamar la atención.
– Apelando a la identificación con el grupo: consiste en demandar la actitud de alguien que no se comporta o piensa de acuerdo con los patrones establecidos y aceptados por un grupo social.
– Mediante estribillos lingüísticos: consiste en utilizar un léxico recargado con connotaciones emocionales. Ejemplo: Esa señora, la loca Elsy, La loca de los ensayos, La señora que ensaya.
La estrategia persuasiva más clara que identifica al grupo cada vez más numeroso de tuiteros que me quieren callar es la desindividualización:
Un líder (el tuitero mayor, el más ofendido, el que ha asumido el poder, la voz de mando, la Autoridad Tuitera) adoctrina a un grupo numeroso de individuos (todos aquellos que reportaron la cuenta @ensayista) para que piensen como grupo, no como individuos, y sientan que ejercen el poder por mayoría numérica, no porque haya una razón de peso para reportar la cuenta.
La estrategia persuasiva llamada desindividualización es muy utilizada en las sectas religiosas, en los grupos terroristas, en algunos sistemas de opresión y ahora descubrimos maravillados que también se usa en Twitter Colombia. “Sus integrantes pueden llegar al extremo de justificar cualquier delito que realice el grupo por grave que sea. Para ellos, siempre habrá una justificación, incluso cuando el grupo realiza acciones que perjudican a toda una comunidad o a alguien en particular”. (Dìaz. 2002: 4).
¿Qué es argumentación?
Es una forma de convencer o de lograr una adhesión de un determinado auditorio, pero apoyándose más que todo en criterios racionales. Por eso argumentar es mucho más difícil que persuadir cuando se intenta convencer a un auditorio exigente. Con la argumentación se busca fundamentalmente un convencimiento, una aceptación de una forma de interpretar un hecho o una situación, y no propiamente la manipulación para realizar una acción. Por esta razón la argumentación no puede ser coercitiva. Mientras la persuasión apunta a las emociones del destinatario, la argumentación apunta a su raciocinio. (Díaz: 2002: 5).
Bibliografía:
Dìaz, Alvaro. La argumentación escrita. Medellín: Universidad de Antioquia. 2002.
Matthews, Robert. 25 grandes ideas. La ciencia que está cambiando nuestro mundo. Madrid. Espasa: 2007.

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